lunes, 28 de julio de 2008

Un año y un mes después

Navegaba yo por el infinito mundo de internet cuando el primer artículo de un nuevo blog me recordó que era mi aniversario. Se cumplía precisamente ese día un año de mi cese como director de Onda Jaén Radio.

La memoria se me llenó de infinidad de recuerdos, de momentos buenos y malos, y hoy, un año y un mes después de aquello, me animo a escribir.

A lo largo de mi todavía corta carrera profesional (comenzó el 16 de mayo de 1996, ¡cómo olvidarlo!) tengo muy claramente marcados los dos momentos más gustosos de mi vida laboral. Uno, fue el hacer el micrófono inalámbrico para Onda Jaén Radio de un Real Jaén-Torredonjimeno en Segunda División B. Otro, el especial elecciones municipales –también de Onda Jaén Radio- del año 2007; inolvidables aquellas 17 horas casi ininterrumpidas de emisión con Manoli de compañera de micrófono desde los estudios, Bordal al control, Laura coordinando, Javi, Marta, Antonio y María Luisa pateándose la calle, y Fernando en la producción. Peazo trabajo, marcado por la profesionalidad y el servicio público -exigible a un medio público- desde el principio y hasta el final, no como otros, que se rajaron en cuanto vieron que su caballo no sería el ganador.

Esta retransmisión electoral fue, quizá, el colofón y despedida a dos años de trabajo en lo que ha sido la etapa profesional más satisfactoria de mi vida (excluyendo los últimos meses del Fujigolpe, claro). Así fue porque hicimos lo que quisimos. Teníamos, lógicamente, nuestras limitaciones y condicionantes, pero el equipo de gente que se sumó a mi objetivo de dignificar Onda Jaén Radio –condenada históricamente a ser la hermana pobre-, ciertamente lo consiguió. Todos tienen su parte de culpa de que se alcanzaran audiencias de 100.000 oyentes, ¡¡¡una barbaridad para un medio local en Jaén!!! (a pesar de que la competencia lo negara, como entiendo que es lógico, pero ahí están para demostrarlo los estudios realizados cada tres meses por una empresa que tiene entre su currículum ser la que más se acercó a los rarísimos resultados electorales de Cataluña con la irrupción de Ciutadans y el subidón de ERC).

Sin ese grupo humano –la plantilla, pero sin olvidar a los colaboradores-, hubiera sido imposible hacer de Onda Jaén Radio el medio de comunicación más oído de la provincia de Jaén. Gente comprometida con su trabajo y, sobre todo, con su profesión y con la tierra a la que el destino les llevó a pasar esos años. Nunca podré transmitirles mi agradecimiento por lo que hicieron en la medida que se merecen. Una vez más, GRACIAS.

Se hicieron cosas muy buenas, más propias de grandes medios de comunicación que de una radio local y de provincias, pero así pudo ser por el componente humano. Hubo, también hay que reconocerlo, meteduras de pata, pero eso es algo irremediable porque la única forma de no equivocarse es callarse... y esa palabra no estaba en nuestro diccionario. Otras situaciones había que asumirlas por los condicionantes propios de un medio de comunicación de este tipo; en su día las entendía como inamovibles, aunque hoy las hubiera hecho de otra manera pese a las consecuencias que ello hubiera generado.

En este tipo de cosas, y en cualquier ámbito de la vida, hay que tener muy presente el pasado, sobre todo, para no repetir lo mejorable, y sí optimizar el futuro rentabilizando la experiencia ya vivida. Ya lo dice un viejo proverbio chino: quien olvida su pasado, está condenado a repetirlo.

Siento no poder aplicar ahora la experiencia acumulada, pero estoy seguro de que habrá nuevas oportunidades para hacerlo. Y es que no se trata de algo que sólo pueda ser ejercido desde lo más alto del escalafón, pues ningún general proclamado héroe de guerra es nada sin los valientes tercios –en los de Flandes encontramos la máxima espresión- que se dejan la vida en el campo de batalla por una palabra tan poco de moda estos días como es el HONOR.

Hoy, un año y un mes después del final de aquella época, me siento más orgulloso que nunca. Orgulloso de lo que hice -de lo que hicimos- porque no sólo nadie lo había hecho mejor antes, sino que tampoco nadie lo ha hecho mejor después.

A la hora de analizar la gestión de alguien solemos ser muy críticos; así es porque cada persona tiene su propia teoría de cómo hacer las cosas y, por supuesto, resulta infinitamente mejor que la fórmula desarrollada por el otro. Lo que ocurre es que una cosa es la teoría, y otra muy diferente la práctica. De pico estamos todos muy bien, pero cuando tienes la oportunidad de aplicar tu propia medicina no te puedes quedar sólo en decir: lo que hiciste fue una mierda. No. Lo correcto –iba a decir otra cosa- es hacerlo tú mejor, y comparar mi mierda del pasado con tu pastel del presente. Y hoy por hoy, en Onda Jaén Radio, esos argumentos para rebatir esas teorías simplemente no existen.

Estos días Onda Jaén vive momentos de incertidumbre. Eso de estar jornada sí, jornada no en los papeles no resulta nada positivo. Confío en que algún día llega la normalidad a esta casa. Parece imposible porque lo habitual ha sido históricamente lo otro, pero ya dice un viejo proverbio chino que no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo aguante.

Una cosa que sí tengo clara es que yo jamás colaboraría a desmantelar mi empresa, ni aunque me hayan prometido la luna. Sería una traición, y las traiciones, a la larga, se pagan.

P.D. El diario El Mundo publicó el domingo, 20 de julio, en el cuadernillo de economía un amplio reportaje sobre el empresario Fernando Martín y su empresa Martinsa, una de las primeras grandes empresas afectadas por la crisis que vive el país. Ante el descalabro de la firma y de su propietario, el periódico afirma: “... el dueño de Martinsa, que aparecía en los medios como el mayor propietario de suelo de España, ha encontrado muy pocos apoyos entre la élite empresarial. ¿Por qué acudir al rescate de un hombre que siempre fue por libre, persiguiendo sus propios intereses? La traición no se perdona”. Al más puro estilo de la filosofía corleoniana.

miércoles, 23 de julio de 2008

Herencias puñeteras

Un paisano mío se ha encontrado con un problemazo familiar. Los hijos no sólo casi ni se hablan, sino que últimamente han estado a punto de llegar a las manos.

Tiene dos. El mayor siempre ha trabajado en el campo. Al principio, porque resultaba imposible otra cosa. Después, cuando se podían permitir ciertos lujos, optaron porque el pequeño fuera el que estudiara: estaba en la edad. Con el duro trabajo familiar sin dudar en aceptar un jornal allí donde salía, hicieron posible que, al menos, un miembro de la familia no estuviera condenado a seguir el mismo camino que el resto. El afortunado cultivó otras artes, y con el tiempo llegaron las cosechas. Se licenció en Empresariales, comenzó a trabajar, y su buena preparación y capacidad le consiguieron pronto un sueldo impensable en otros tiempos para quienes se quedaron gastando el terruño.

Mi paisano siempre administró los bienes de todos; al principio más bien administraba miseria, pero después casi le costaba trabajo hacerse con las cuentas porque, aunque le dejaba al pequeño una buena parte de su sueldo para sus gastos, todos debían contribuir a la economía familiar.

Ahora, las circunstancias le han dado la vuelta a la tortilla. El campo está criminal; los padres, mayores; y el hermano mayor, con pocas posibilidades de conseguir ingresos. Es decir, el pequeño es quien tiene prácticamente que mantener al resto. Ahí está el problema. Mientras al principio lo permitía a regañadientes, ahora se niega en redondo. Lo suyo para él, porque tiene que vivir su vida, y porque se lo ganó con muchos años gastando codos.

Los padres, porque son quienes más quieren a un hijo, lo aceptan. Pero el hermano no se calla ante la injusticia. “Hubo un tiempo en el que todos sacrificamos nuestro futuro para que el suyo fuera mejor. Eso nos condicionó, y él ha llegado donde está porque otros casi nos enterramos en vida; se trata de algo que ahora no tiene marcha atrás, no hay más solución que vivir todos de aquello por lo que todos apostamos”, dice.

Pero la relación es, hoy por hoy, irreconciliable.

Hoy día, en un país como el nuestro donde tanto se lleva la recuperación de la memoria, el día a día nos demuestra que no es una vista atrás general, sino selectiva. Parece que nadie tiene en cuenta que hubo un tiempo en el que alguien –por la razón que fuera- decidió que el norte era lo que había que desarrollar. Para ello no sólo se invirtieron dineros y todo tipo de recursos, sino que se dijo al sur que aportara la mano de obra. Ese sur se despobló y empobreció para que el norte progresara.

Ahora, cuando el objetivo está más que superado, el norte dice que lo suyo para él, y el resto que espabile. Y no se trata de espabilar, sino de comprender y aceptar una realidad que gesta su origen en muchas décadas atrás; de olvidar el elemento solidario estaríamos aplicando aquel proverbio chino de comiendo el pollo, la gallina que escarbe.

Es el lado puñetero de las herencias.

domingo, 20 de julio de 2008

Martínez Plaza y...

El pasado 5 de abril publicaba en este espacio un Catite de los que más me gustan: con muchas incógnitas. Eran, en concreto 3, que por cierto me comprometía a desvelar.

UNA ya se ha cumplido. La marca de aceite con la que Dylan promocionaría nuestro principal sector productivo durante su concierto en la capital. “Empieza por N y acaba por A”, adelanté. Y la utilizada finalmente fue “NINGUNA”.

La SEGUNDA incógnita, también cumplida ahora, rezaba así: “Otra de dinero. Un concejal, aficionado últimamente al género epistolar, se ha cabreado y mucho cuando, a pesar de ser –en teoría- quien más manda sobre los euros, le ha pedido a alguien de dentro –que es quien los tiene pero en la cera de enfrente- que le envíe una cantidad de siete cifras y éste, el socio, le ha remitido a Rita la Cantaora”. Era –desvelo- el incombustible Martínez Plaza. En su afán por cuadrar los presupuesto y tener liquidez para hacer cosas pidió a Somuvisa –uno de los dos que tienen dineros en el Ayuntamiento- varios millones de euros. Pero la respuesta del socio (¿?) de gobierno fue clara: NO. Ahí empezó a gestarse la pequeña-gran gota que finalmente rebosó el vaso y dio con el capitán fuera del barco. Martínez Plaza se va.

La TERCERA también va de miembros y miembras del equipo de gobierno. No la voy desvelar, todavía, pero sí os la recuerdo. Decía así: “Otra de concejales. Corre el rumor de que un concejal que en su día sonó para un destino, pero que finalmente fue mandado a otro, va a regentar pronto aquello para lo que originariamente se había pensado en él. Y la concejal que ahora dirige lo que no iba a dirigir, pasará de guardar la línea a comer más de la cuenta”.

miércoles, 16 de julio de 2008

Legado de lujo

Todavía me sigue pareciendo increíble lo de Juan David de la Casa. Quienes creemos en algo más allá de lo que está a tan sólo dos palmos de nuestras narices tenemos en éste un ejemplo más ante el que preguntar ¿Por qué?. No se trata tanto de encontrar respuesta como de mostrar nuestro desaliento e impotencia ante la marcha de una PERSONA BUENA. La verdad es que poco más podemos hacer sino ejercitar nuestro derecho al pataleo.
Lo que más me ha llamado siempre la atención de Juan David era su apuesta por Jaén. Unos sesudos analistas de la cosa económica apuntaban no hace mucho tiempo que los males de Jaén radicaban en que las personas que empezaban a despuntar en alguna materia, y cuyo trabajo podría favorecer el desarrollo de la provincia, optaban finalmente por marcharse ante las pocas perspectivas de crecer que les ofrecía la simple idea de quedarse.
No sé si resulta acertado llamar a este fenómeno marcha de cerebros, pero lo que sí tengo claro es que Juan David defendía la tesis contraria, la de permanecer en el fuerte. Su aspiración no ha sido nunca hacerse famoso, sino trabajar desde el anonimato por lo que ha sido la pasión de su vida, el atletismo. Y lo ha hecho desde Jaén y con jienenses. Ese era su marchamo de calidad: la apuesta sin complejos por el terruño. Podría estar equivocado, o no, pero era su decisión, su creencia, su convicción, y con ella ha cabalgado, como los valientes, hasta el final. Un final inesperado que a él no le pilló por sorpresa pues a pesar de haber estado, como todos los fines de semana, a cientos de kilómetros de Jaén, es como si el destino hubiera querido hacerle un último favor: acabar su carrera en Jaén y cargado de medallas.
Juan David es una de esas personas anónimas que con su callada pero impagable labor escriben la Historia. Sin él, Jaén no sería hoy lo que es. Ese es su legado. Ojalá no caiga en saco roto y todos nosotros sepamos leer su testamento, al menos en homenaje a su memoria.

jueves, 10 de julio de 2008

Un compromiso

Finalmente correré el próximo maratón de San Sebastián como vengo haciendo habitualmente, es decir, llevando en mi mano izquierda la muñequera con la bandera de España que utilizan Rafa Nadal y Sergio Ramos, porque les da suerte a ellos y a mí también.

Hace algún tiempo que barajo participar en mi segundo maratón: tras el de Ciudad Real –el 26 de octubre de 2003- dije que era mi primero y último, pero al cabo del tiempo y seguir en este mundillo no es que se me haya olvidado lo mal que lo pasé y las duras consecuencias que tuvo, sino que te animas... y nada, a lo Ortega Cano, decides regresar.

San Sebastián es una buena fecha porque dejas atrás los rigores del verano para la preparación, y todavía no ha comenzado la campaña de recogida de la aceituna (que es cuando corto la temporada). Además, es época de fresquito para las carreras, como a mí me gusta, y según me dice gente que ha participado, es una de las mejores pruebas de España.

En estas elucubraciones estaba yo cuando caí en la cuenta de que correr con la muñequera puede ser entendido por alguien como una provocación; nada más lejos de mi intención, es simplemente un amuleto, y punto. Por eso, decidí colocar en este blog una encuesta con el compromiso de asumir el resultado. Durante un mes aproximadamente de votaciones siempre marchó destacada la respuesta de “sí correr pero sin muñequera”, aunque en el día de hoy se ha registrado una participación masiva y ha ganado el “sí correr y con muñequera” con 47 votos, frente a los 39 de correr sin muñequera, y 12 el “no correr”.

Lo dicho, a partir de hoy, y salvo causa de fuerza mayor, asumo mi compromiso y la prueba la tendréis aquí mismo, fotografía incluida, al día siguiente del maratón.

martes, 8 de julio de 2008

Dylan el aceitunero

Si el concierto que Dylan ofreció el sábado en Jaén lo hubiera pagado (más de medio millón de euros de bellón) la industria de los espárragos de Bedmar, o la cereza de Castillo de Locubín, o la cerámica de Bailén, en lugar del sector oleícola (la pasta la han puesto las cinco denominaciones de origen de aceite de oliva que existen en la provincia), sólo cambiaría el nombre del tonto.

Aunque en su día se vendió a bombo y platillo que esta actuación era para promocionar el aceite, finalmente -y como se preveía- Bob no hizo ni el amago de comerse un hoyo en el escenario (como a lo mejor predijo Montané). La excusa de la promoción ya no se sostiene porque al margen de algún cartelito de olivos con la imagen sobreimpresionada de Dylan, el aceite ha brillado por su ausencia en un acto que les ha costado casi 600.000 euros. En su día anuncié que ya se había elegido la marca de aceite con la que el artista posaría para la promoción: su nombre empieza por N y acaba por A. Efectivamente: NINGUNA. No fue por no intentarlo, que se intentó, pero en las gestiones no fructificó ni la propuesta de que la alcaldesa recibiera al cantante.

Estaría bien hacer algún estudio (aunque sea pagado) para determinar la incidencia que tiene ahora el efecto Dylan en el consumo del aceite de oliva, o si se confirma, por otra parte, que el tonto que paga la factura es fruto de lo que alguien ha definido como impuesto revolucionario.

Por lo pronto, que a Bob le siga yendo bien con eso de cantar jazz, porque como se le venga el aparejo a la barriga y tenga que buscar tajo en Jaén, lo tiene claro; al menos con mi paisano Perico –olivarero de toda la vida-, quien al enterarse de la pasta que han pagado los suyos reclama que este tío tiene que trabajar para él, gratis, una campaña entera, y además en los mantos que es donde más jode.