Ayer fue el día de mi regreso. Ha sido una semana de completa ausencia en mis quehaceres ordinarios; me refiero, lógicamente, a los de por obligación.
Y la verdad es que nunca viene mal dar de lado a tanta y tanta cosa ¿innecesaria? para dedicar todos tus esfuerzos a las aficiones, al hacer por placer, porque quiero, porque me gusta... Ya se lo escuché al principio del verano a alguien que se iba de vacaciones y realizaba públicamente una especie de propósito estival al asegurar algo así como que "nunca podrás disfrutar plenamente si antes no estás dispuesto a desperdiciar a borbotones tu tiempo libre".
Y a algo parecido a eso es a lo que me he dedicado intensamente esta semana... diez días, diría yo. Nada de noticieros, ni televisivos ni radiofónicos, tampoco el periódico, los libros de estudio -que son muchos- aparcados en la estantería... Y sí mucho running, eating, fiestuquing, drinking, sleeping, nocturning... y alguna afición más que aquí estaría fuera de lugar.
Se ha tratado de una especie de retiro espiritual del mundanal ruino para recordar viejas y muy queridas aficiones, al lado también de esa gente que siempre ha estado y está ahí, pero que el atronador quehacer diario te la sitúa a miles de kilómetros de distancia.
Semana sabática, digo, que tampoco va a acabar de golpe. Aún quedan un par de semanitas para ir acoplándose poco a poco a la gravedad. 15 días de descompresión que habrá que tomarse con filosofía para acabar de cargar las pilas.
Por cierto, el reencuentro con la báscula no ha sido tan brusco como preveía. BIEN!!.
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