domingo, 25 de junio de 2017

Yo, celtíbero... y landista


En una época como la actual el calor nos lleva a las piscinas y a las playas, y por tanto nos vemos todos un poquito más ligeritos de ropa que el resto del año. Aquellos que tenemos en el cuerpo algún pelillo de más en relación a lo que marcan los cánones de las nuevas tendencias de belleza y metrosexualidad recibimos llamadas al orden y toques de atención para ir a la moda y abandonar lo que se llevaba en tiempos de nuestros abuelos.
Tengo que reconocer que a mí me cuesta bastante trabajo afeitarme de manera habitual, pero como la barba no me gusta, no tengo más remedio que hacerlo. Quiero decir con esto que, si me viene largo el afeitado, ni se me pasa por la imaginación entrar en la dinámica de la depilación corporal. 
Cierto que los cuerpos depilados son los que se llevan hoy día, los que nos dejan con la boca abierta, pero como mi sino es ser el contra-corriente de casi todos los ámbitos en los que me muevo, éste no iba a ser menos. Por ello reivindico aquí y ahora el movimiento celtíbero, el hombre de pelo en pecho, el latin lover, el tradicional macho ibérico que tantos y tan grandes momentos de gloria ha dado al pueblo español.
Y me pongo de pié ante uno de sus principales exponentes: Alfredo Landa. Don Alfredo Landa. Tan grande fue, que hoy día sigue siéndolo, y no tengo duda de que lo será por tiempo inmemorial. 
Alfredo Landa... y el landismo.
¡¡¡VIVA!!!

martes, 13 de junio de 2017

Objetivo Estocolmo (III): la crónica

Con mi cuñado, en los kilómetros iniciales.
Suele decirse que bien está lo que bien acaba, y aunque no acabé muy bien el Maratón de Estocolmo -celebrado el pasado 3 de junio-, sí que me encuentro satisfecho por haber concluido mi participación número 13 en la distancia. Mi objetivo era mejorar marca personal (fijada en 3h 25' 10''), pero ni me acerqué. Paré el crono en 3h 47' 55'', aunque ya digo que es todo un éxito teniendo en cuenta que una lesión en uno de los isquios tan sólo ocho días antes de la prueba casi me impide tomar la salida.
No hay peor enemigo de un atleta que la lesione, pero si ésta se produce en los días previos a la prueba que te llevas preparando -en mi caso- tres meses, la cosa se pone más fea todavía. El sábado, 3 de junio, era la carrera, y el lunes anterior estaba en la camilla de Manos Máginas Pili (MMP que otra vez volvió a hacer el milagro), de la clínica de fisioterapia de Manuel Pancorbo, intentando revertir el mal. Aquel día no hubo sólo masaje, sino también punción seca. A los dos días, el miércoles, nueva sesión de fisio, y el jueves pude tanto trotar un poquito como ir al gimnasio para fortalecer una musculatura que había quedado francamente tocada por el tratamiento.
Sufriendo en torno al km 30.
Corría, no me dolía pero sí sentía alguna molestia. Con esa sensación afronté la salida en la carrera. Ni siquiera fui trotando al punto de salida. No quería tener alguna sensación negativa que me obligara a no participar.
Físicamente creo que estaba en uno de mis mejores momentos, y por ello -y pese a la lesión- decidí afrontar la carrera con el objetivo que me marqué en su día: mejorar mi marca personal. Así se lo hice saber a mi cuñado el granaíno -Fernando Arco, con el que suelo compartir este tipo de aventuras-, y así comenzamos: siendo valientes.
El ritmo objetivo de carrera era 4'50''/km para hacer 3h25'00''. Mi cuñado, que es mucho más rápido que yo, se prestó a llevarme y la verdad es que todo iba de maravilla. No sólo estábamos en tiempo sino que en numerosas ocasiones tenía la tentación de acelerar la marcha por lo bien que me sentía. Pero la experiencia es ya un grado, y tengo claro que el maratón empieza en el kilómetro 30. En ese momento es cuando debes medir tus fuerzas y saber cómo vas a acabar.
 Nosotros íbamos según lo previsto. Tanto, que pasamos la media maratón en 1h41'26'' cuando el objetivo era 1h43' aproximadamente. Las sensaciones eran excelentes, pero estaba entrando en la zona de peligro. En el kilómetro 25 ya me costaba mantener el ritmo de 4'50''/km, y en el km 30 rodaba por encima de los cinco minutos el kilómetro. Unos kilómetros antes tanto mi cuñado como yo nos dimos cuenta de que yo no aguantaba; él intentó animarme, pero me quedaba. Por ello le dije que él siguiera, y que no se preocupara que yo iba a echar el resto.
Cruzando la meta.

En ese kilómetro 30 supe que tocaba sufrir en los 12 kilómetros restantes, y así fue. La verdad es que no hubo ni rastro de dolor con el isquio, que era lo que yo temía, y sin embargo tenía las piernas acalambradas; me daba la sensación de que de un momento a otro me iba a machacar una tormenta de calambres que me impediría seguir. 
Creo que era como consecuencia del planteamiento de carrera. Como estaba tocado del isquio, opté por acortar la zancada y aumentar la cadencia. Es decir, pasitos cortitos y más rápidos. Algo totalmente contrario a lo que yo suelo hacer. Era para cuidar el isquio, y dio resultado, pero el efecto colateral fue la aparición de piernas acalambradas que me impedían rodar con soltura. La rabia era aún mayor -quizá la impotencia- porque el pulsómetro me indicaba que rodaba a 116 pulsaciones por minuto, 120, 125... es decir, ¡¡¡POQUÍSIMO!!!; la marcha era casi de andar pero me era imposible acelerar.
Quedaban 12 kilómetros, y si bien ya era consciente de que no iba a conseguir ni el primer objetivo (3h25') ni el segundo (bajar de 3h30'), no quería sobrepasar las cuatro horas. Por ello, afrontando la dificultad física y la impotencia de tirar al ritmo que me pedía la mente, apreté los dientes y evité como pude hundirme. El kilómetro 35 lo pasé a 5'58''/km, el kilómetro 40 a 6'50''/km; y en los dos últimos kilómetros (y 195 metros) volví a bajar a 5'56''/km.
Celebrando la victoria.
La sensación al llegar al estadio era de alivio porque lo había conseguido, pero también de impotencia porque una inoportuna lesión había trastocado el trabajo de tres meses.
No importa. Ya estaba pensando en cómo afrontaría la siguiente. Y el pensamiento no apareció al cruzar la línea de meta, sino que a lo largo de esos 12 sufridos últimos kilómetros compaginaba la concentración para seguir corriendo con la táctica a seguir en mi maratón número 14 que, no sé cuándo, pero os aseguro que llegará.
Me da la sensación de que esto engancha.

jueves, 1 de junio de 2017

Objetivo Estocolmo (II): Alea iacta est

Llegó el gran día. Ya poco se puede hacer para cambiar lo que pueda pasar el próximo sábado, 3 de junio, cuando a las 12,00 horas tome la salida en el Maratón de Estocolmo.
Sí, he dicho bien: a las doce de la mañana. Es la primera vez en mi vida que inicio un maratón tan tarde; siempre suelen comenzar a las ocho o nueve de la mañana, pero este lo hace a las doce con una previsión de temperatura de 16º, la máxima que se espera ese día. A partir de ahí las previsiones indican que bajará la temperatura, y el cielo estará nublado. Es decir, hará fresquito... ¡¡¡y eso me gusta!!!.
Será mi maratón número 13 (¡¡!!), y hasta llegar a hoy han sido doce semanas de entrenamiento en el que he machado 512 kilómetros. Deberían haber sido algo más, pero las complicaciones del trabajo y de alguna que otra cosilla te hacen complicado SIEMPRE llevar el plan de entrenamiento a rajatabla. Habitualmente lo hago lo más próximo que puedo, pero ya digo que es difícil clavarlo.
Hasta el pasado jueves las sensaciones eran bastante buenas porque los tiempos de series y rodajes estaban siendo muy interesantes, estoy un peso razonable, y me sentía muy bien. Sin embargo, un dolor en el isquio de mi pierna izquierda detectado el viernes (¡¡¡ocho días antes de la carrera!!!) me llevó al fisio... y a recibir la desagradable noticia de que tenía una contractura/sobrecarga importante. En estos días he recibido dos sesiones de masajes, con punción seca incluida, nada de correr, mucho hielo y estiramiento... y hasta ayer miércoles no pude ir al gimnasio a fortalecer precisamente los isquios.
Hoy concluiré la mini-recuperación con media horilla de rodaje tranquilito para ver cómo responde la zona afectada, y después otra vez sesión de gimnasio.
En fin, ha sido un plan de entrenamiento del que iba a acabar bastante contento pero que al final se ha torcido.
No sé si finalmente podré intentar hacer mi mejor marca en la distancia (3h25'10'' conseguida en Sevilla en el año 2012); todo dependerá de cómo responda el isquio. Mi idea original era intentar bajar de tres horas y media, pero como los tiempos de entrenamiento habían ido tan bien, me había planteado hacer marca personal. Si algo he aprendido en los años que llevo corriendo, es que las prisas no son buenas consejeras, de ahí que correré en función de las sensaciones, y si hay que bajar el ritmo para simplemente acabar, así lo haré. Más vale ser prudentes ahora para evitar una lesión mayor cuyas consecuciones podrían llevarme a problemas mucho más gordos.
En un día como hoy apelo a mi lema de que "Alea iacta es"... aunque en esta ocasión el asunto está más dudosa casi que nunca.
Ya os contaré.