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miércoles, 22 de mayo de 2019

Objetivo Ronda (y IV): la crónica


Un suplicio. Creo que no hay mejor forma para definir mi participación en la reciente edición de los 101 kilómetros de Ronda: un suplicio MAYÚSCULO.
El viaje hasta la salida fue todo un placer. Varios meses de entrenamientos tras la fortuna de conseguir dorsal, diseño de estrategias, búsqueda de rutas y carreras semejantes a Ronda, consejos sobre el material a utilizar... un sin fin de elementos que, como digo, han resultado todo un gustazo.
Llegó el momento. Allí estábamos mi cuñado el granaíno (Fernando Arco, dorsal 5105) y yo en el campo de fútbol de Ronda. Ambientazo el que había en la salida de los marchadores, y ambientazo el que había habido unas horas antes con los ciclistas. La cercanía del cañonazo de salida hacía que las mariposas que notaba en el estómago desde hacía una semana se acentuaran de manera importante. No digo nada cuando el mando de la Legión nos arengó en un discurso propio del gran Máximo antes de entrar en combate. Y qué decir de ese himno legionario que todos cantamos (yo no me lo sabía, pero intentaba seguir a quienes sí), y ante el que me fue imposible retener las lágrimas. ¡¡Empezamos bien!!
Puntuales, a las once de la mañana del sábado, 11 de mayo de 2019, empieza la prueba. Tenemos por delante 101 kilómetros y 24 horas para recorrerlos. Nuestro objetivo es rondar las 14 ó 15 horas. Lo intenté en el año 2014, pero me tuve que retirar exhausto en el kilómetro 65. Mi cuñado ha hecho propósito de hacerme de liebre ya que para él ese tiempo es más que asequible teniendo en cuenta que en sus dos participaciones anteriores hizo 12 horas. 

Él marca el ritmo, y la verdad es que vamos bien. Yo, cómodo, emocionado y tremendamente contento de verme embarcado en esta auténtica aventura.
Todo marcha según lo previsto salvo por alguna pequeña molestia que empiezo a sentir en la planta del pie derecho. "Algún chino se me ha metido", pienso. Ahora me lo quito cuando paremos en el kilómetro 33 ó así para, tal y como tenemos previsto, comer (yo) una bolsa de macarrones que llevo en la mochila, y mi cuñado un bocata de jamón. Llega la parada y al quitarme el zapato no encuentro chinas sino una pequeña ampolla. Bueno, no hay que sorprenderse porque esto es habitual (arriba tenéis inmortalizado el momento macarroni). 
Los macarrones, el cuarto de hora de descanso, la bebida... todo me sienta muy bien, y remonto la primera pájara que estaba empezando a sentir. No esperaba empezar a deshidratarme tan pronto, pero el muchísimo calor que hace contribuye. Por ello, incremento mi consumo de sales y agua, y de refrescarme la cabeza en cada avituallamiento.


A Setenil (fotografía de arriba) llego doblemente tocado. Es el kilómetro 50,8, y pese al ambientazo que hay en el pueblo, ando casi como un zombie víctima de mi segunda deshidratación, y con grandes molestias por la ampolla del pie. En el avituallamiento me quito zapato y calcetín para ponerme un compeed, pero es imposible porque la ampolla me pilla media planta del pie; necesitaría un compeed ¡¡¡como el sombrero de un picador!!!
Comemos y bebemos algo, y continuamos andando más que corriendo para ver si me recupero. La recuperación llega pero el calor sigue machacándonos tanto a nosotros como al resto de participantes. La gente cae como chinches, y en cada avituallamiento los servicios médicos y de Protección Civil casi no abarcan la gran demanda que tienen. 
Continuamos con el objetivo de llegar al cuartel del Tercio (Kilómetro 70), y con la esperanza de que al dejar atrás el calor con la consiguiente llegada de la noche, todos nos sea un poquito más plácido y nos ayude a remontar las cada vez peores sensaciones que tengo. Fernando me lleva con cuidado, me da ánimos, me va engañando (por mi bien, claro), incluso me cuenta algún chiste para que no piense en la fatiga y el sufrimiento, y me concentre en seguir. Llego hasta aquí gracias a él, pero en el Cortijo de Calle no puedo más (estamos en el kilómetro 56,8). La tercera deshidratación me golpea fuerte, y opto por sentarme-tumbarme sobre unas hierbas, a la sombra, y descansar porque no puedo más. Estoy tan mal que hasta mi cuñado se asusta. Me toca la cara y estoy frío ("¡¡con el colorín que hace!!", exclama)... Se asusta más. Tanto que pese a ser uno de mis mayores fans para seguir y acabar, me aconseja abandonar. "Te veo mal y todavía queda mucho", me dice. Incluso llama al sanitario del avituallamiento. Yo le digo que siga él, que yo intentaré recuperarme, y si no lo consigo, que no se preocupe, que abandono.
Pero me dice que no me va a abandonar así, y me acompaña hasta que yo opto por dejarlo. Se lo digo al sanitario, y mi cuñado entonces, cuando ya me ve casi montándome en la ambulancia, se va más tranquilo rumbo a la meta.
A mí me sienta fatal tener que dejarlo, pero es que ¡¡¡no puedo más!!! El problema surge cuando un legionario me pregunta si necesito atención médica. Le respondo que no, que lo único que quiero es irme porque estoy muy cansado. Pero me dice que allí sólo evacúan a los corredores que necesitan asistencia médica. "Si usted abandona debe retroceder hasta Setenil, o continuar hasta el siguiente avituallamiento donde sí existen puntos de evacuación", me explica el legionario.
Atrás no vuelvo ni de coña. Pido que me tomen la tensión, y la tengo a 11/6. Está bien. Por tanto, seguiré un poquito más. Son menos de cuatro kilómetros hasta Chinchilla. Opto por hacerlos andando y allí abandonar. Pero antes de marchar vuelvo a tumbarme para coger más fuerzas; como algo y mientras lo hago empiezo a llorar como una Magdalena. Es por impotencia. He entrenado más que nunca; he controlado geles, sales minerales, pastillas de sal, la alimentación y la bebida en los avituallamientos... todo para que no me deshidrate, y sin embargo llevo tres pájaras en 56 kilómetros; además, tengo las piernas acalambradas pese a las tres ampollas de magnesio que he ingerido. La prueba vuelve a ganarme pese a todo lo que he pasado para llegar a la salida, para llegar hasta donde estoy. El momento, los sentimientos, las sensaciones... son demoledoras. Estoy destrozado física, mental y anímicamente.
Recibo la llamada de mi esposa, muy preocupada. Yo no puedo hablarle por la emoción que siento, pero me repongo y le transmito tranquilidad. 
El momento es clave. Lo físico importa, pero quizá lo determinante sea lo mental. Hay que ser fuerte. Tener la mente fría, o al menos intentarlo. Tras 47 minutos de parada, me levanto. Apenas si me quedan cuatro kilómetros. Los afronto andando, y a ver qué pasa.
Llego a Chinchilla bastante mejor de lo esperado porque, al ir andando en lugar de corriendo, la fatiga es menor. Mi casi única preocupación es ahora la ampolla del pie que me ocupa ya media planta. Me tumbo para volver a descansar y llega mi Ángel de la guarda. Una corredora se sienta a mi lado. Es enfermera, llega con su marido, espera a su hermana y otros familiares que todos los años (es veterana de Ronda) quedan en ese punto para llevarle comida, bebida y material sanitario que le permita curar los problemas físicos que pudiera tener. Las ampollas son las reinas, y es ella quien me cura porque tiene todo lo necesario. Me aconseja intentar seguir. "Si te duele más que antes, pese a la segunda piel que te he puesto, deberías dejarlo. Pero si el dolor es menor, inténtalo. Por lo menos para llegar hasta el cuartel. Depende de ti y de tus sensaciones. Pero estoy segura de que lo que hagas será la decisión correcta", me dice.
Vaya tela. Acabo de leer el Alquimista, de Paulo Coelho, y esto parece una conspiración del Universo para que siga en carrera. ¿Voy a ser yo quien rechace las señales del Universo? Ni de coña. Además, mi hijo y mi hija que mandan por WhatsApp mensajes de aliento porque se han enterado de que me voy a retirar. Un Giff de Máximo, que piense en Aitana, que yo puedo... son sus mensajes que me llegan a lo más profundo. ¿Otra señal? Estoy en el kilómetro 60, y el objetivo ahora es claro: llegar al Tercio de la Legión, al kilómetro 70. ¡¡Vamos!!


Tras 27 minutos de reposo vuelvo a ponerme en marcha, siempre andando, y charlando con unos y con otros hasta que conformamos un trío que llega unido hasta el Tercio. La casualidad o el Universo me une con Franci (de Sevilla) y Ana (de Marmolejo). Arriba estamos los tres al llegar al cuartel. La temperatura va bajando, el cansancio es menor, la recuperación más fácil, e incluso nos pilla la noche con un punto de frescor que me da la vida. Son diez kilómetros de charla divertida, hablando un poco de todo, que se pasan volados. Ya estamos en el Tercio, son las once de la noche y, tal y como me dicen ellos, es posible acabar porque tenemos doce horas para recorrer 30 kilómetros; cierto que son los más duros, pero incluso haciéndolo todo andando y a un ritmo lento se alcanza la meta antes de las once de la mañana que es cuando se cierra el control. Ellos van a acabar, y me animan a seguir juntos. Les doy las gracias, les doy ánimos, pero me lo voy a pensar. Nos despedimos, y nos deseamos suerte mutuamente.

Camino del punto de recogida de mochilas, en el Tercio de la Legión, veo un gran cartel en una farola que indica "Parada de autobús". Vuelvo la vista y veo un gran bus aparcado con los intermitentes de emergencia encendidos. Me dicen que es el que se lleva a Ronda a quienes abandonen. ¿Es otra señal del Universo? ¿Debo retirarme? Si os digo la verdad, es lo que me pedía el cuerpo, pero las dudas me surgen tanto por los ánimos recibidos como por el hecho de que ya he recorrido 70 kilómetros. Ya es de noche, con una temperatura muy agradable para mí, y sin exigencia de tiempo. Pros y contras... no sé qué haré. Seguiré buscando señales.
En recoger la mochila tardo 45 minutos (una barbaridad) y la desesperanza gana terreno. Me voy al interior del restaurante para comer y beber algo, y sobre todo a pedir la asistencia de los podólogos que trabajan a destajo en este punto. A ver qué me dicen ellos. Pero justo a la entrada veo unos servicios. ¡¡Un WC de verdad!! No lo dudo. Aunque hay que hacer cola (esta vez de 15 minutos), merece la pena. No sé si os lo creeréis, pero os aseguro que es la pura verdad: es el momento más feliz de toda la prueba. Sentado, en el trono, ¡¡qué alegría!! ¡¡qué alivio!! ¡¡qué descanso!!... Ahora, y tras analizar las más de 21 horas de sufrimiento, os confirmo que fue el mejor momento de todo este suplicio, incluso más que la llegada a meta.



Llevo una hora allí y todavía ni he bebido ni he comido nada. Ha llegado el momento. Lata de Coca-Cola, botella de agua, bolsa de patatas fritas, perrito caliente, arroz tres delicias, caldo calentito, y café y donut de chocolate. Es lo que nos ofrecen, y sienta como Dios. Más señales positivas pese a que mi cara dijese lo contrario, tal y como podéis ver en la fotografía de arriba.
Me recupero ya bastante, y toca el turno del podólogo. Me tratan tanto la gran ampolla de la planta del pie derecho como otra, algo más pequeña pero también de grandes dimensiones, que me ha salido en la planta del pie izquierdo. La chavala que me atiende no le da importancia, y cuando le pregunto si debo seguir, no ve ningún problema en ello. Aunque segundos después se sincera y me dice que para ella ya es una barbaridad el que yo haya aguantado el dolor y llegado hasta allí; que lo lógico es retirarse, o más bien era haberse retirado hace ya muchos kilómetros, tanto yo como casi todos a quienes había atendido. Pero visto lo visto, y teniendo en cuenta la gente que estábamos allí, hay que seguir; al menos lo mío no era ningún impedimento grave.
Está decidido: sigo. He cambiado las mallas de compresión por calcetines bajos; no quiero manga larga porque me gusta el frío, pero por si acaso me pongo los manguitos. Recargo sales minerales, pastillas de sales... y el depósito está otra vez lleno para afrontar con éxito, aunque andando, SIEMPRE andando, los 30 kilómetros que restan para la meta.
Dejo la mochila con destino a Ronda, me pongo mi equipo, y noto que el dolor en la planta de los pies ha disminuido: la podóloga ha hecho su trabajo, y quizá también el ibuprofeno que me he tomado. ¡¡Jejeje!!. 



Es la 01,25 horas de la madrugada. He estado en el Tercio dos horas y media. Yo aún no lo sé, pero mi cuñado está a punto de llegar. Después me entero de que ha tardado 15 horas. Me alegro por él; tampoco se ha ido en exceso de tiempo. Ha sido por mi culpa, pero se lo agradezco porque sin él no lo hubiera conseguido. Arriba lo tenéis en meta, ya con la medalla al cuello.
Por delante tengo 30 kilómetros del mismo desnivel que los 70 kilómetros anteriores, es decir, se trata de la zona más dura, pero para mí es llevadera. Voy andando, es de noche, no hace calor, y no tengo prisa. Voy a mi ritmo, hablando con unos y con otros, y todo se hace muy llevadero. En Montejaque me encantaron los dos cafés y dos donuts que me tomé. Me sentaron de escándalo. Abajo tenéis el momento en que llego a Montejaque.



Mi única preocupación es soportar el dolor de las ampollas, y para ello en las muchas cuestas arriba que hay apoyo el pie con el talón en lugar de con la parte delantera. Se trata de un gesto antinatural, pero debo evitar cargar peso sobre las ampollas. La táctica va dando resultado.
La cosa se me complica un poquito cuando en una de las cuestas arriba no levanto lo suficiente el pie derecho, y le doy un patadón a una piedra. Veo las estrellas, el dolor es enorme.... "Esto es el colmo", pienso. Noto la sangre bombear en el dedo gordo del pie, pero me prohibo quitarme el zapato. Me imagino que el dedo se ha jodido, pero hay que aguantar hasta el final. No es momento ya de abandonos, y eso que hay corredores (andarines a estas alturas) que siguen retirándose porque no pueden.
¿Sabéis algo que estoy haciendo mucho desde que salí del Tercio?: rezar. Sí. Dos padrenuestros, dos aves maría, y dos salves. Rezo por San Modesto (el patrón del programa de Deportes que hacía en Ondajaén Televisión). Rezo por la Virgen de Alharilla (que este fin de semana es su romería en Porcuna, apenas a 11 kilómetros de mi pueblo, Higuera de Calatrava, y un compañero de trabajo que me dio ánimos diciéndome que estaría conmigo. Rezo por la Virgen de la Paz, que al parecer es una de las patronas de Ronda, y ese domingo saldrá en procesión. Y rezo por San Isidro, que ha sido el otro Ángel de la Guardia a lo largo de mi vida. Rezo cuando se me antoja, cuando me apetece, rezo mucho, bastantes veces y largo rato, y la verdad es que me sienta bien. No sé la razón pero me alivia. ¡¡Qué cosas!!
La noche es agradable, y el tramo final se lleva con cierta alegría. Amanece, veo a lo lejos el Tajo de Ronda, hablo por WhatsApp con mi esposa para informarle que estoy a punto de llegar. Esto ya está hecho.
Alicia me espera en la puerta del Parador. Al verla me emociono, y con el beso que me da, más todavía. Son muchos sentimientos y sensaciones acumuladas que me temo van a aflorar de golpe de un momento a otro. Me acompaña andando en ese tramo final de la carrera, aunque le digo que la tradición manda (así me lo ha dicho otro corredor) que no se puede entrar en meta andando, sino que hay que hacerlo corriendo. Es más, hay que correr desde la plaza de toros. Le digo que lo intentaré, y ella me responde que no sabe si podrá seguir mi ritmo. "No te preocupes que yo iré despacio", le digo... pero cuando llega el momento de correr yo voy tan lento que cuando ella da dos zancadas me deja atrás en un suspiro, y la comparo con Usain Bolt. "¡¡Dónde vas tan rápido!!", jejeje, nos reímos los dos.
Me acompaña trotando hasta que ya le prohíben el paso en la entrada a la Alameda. Se va por la acera para hacerme la foto de entrada, y yo continúa hasta la meta. Enseño mi pasaporte y todos sus sellos a los legionarios encargados de ese asunto, y me persigno nada más cruzar bajo la meta con un tiempo de 21h06'46''. Me cuelgan la medalla del cuello y un mando está esperando para darme la enhorabuena. Bueno, a mí y a todo el que llega, pero en ese momento el importante soy yo.







Acabo, con el mayor sufrimiento de mi vida, pero objetivo conseguido. Al momento llega mi cuñado y su mujer. Primero me felicita ella, y después él. La emoción me inunda, y me echo a llorar a la vez que le doy las gracias porque sin él no hubiera acabado. Debía casi darle mi medalla... pero me voy a quedar con ella. ¡¡Jejeje!! Abajo tenéis una foto con los dos.

Dicen que bien está lo que bien acaba, aunque yo en este caso lo dudo. He acabado para tener ya la mueca hecha y no verme obligado a regresar. Lo he hecho con mucho sufrimiento, con excesivo sufrimiento, y ahora le doy el valor que tiene a todo aquel que concluye los 101 kilómetros de Ronda. Todo el que cruce la meta se merece un monumento, independientemente del tiempo que haga. Enhorabuena a todos, sobre todo cuando después conocemos cómo ha sido la cosa este año. Aquí tenéis los datos facilitados por la organización que dan más idea de la dureza de la prueba.



Por cierto, no puedo acabar esta crónica sin tener un reconocimiento ENORME para la Legión cuya organización es modélica en todos los sentidos. Enhorabuena y gracias.
Y ahora sí acabo.
Tremendamente orgulloso me despido confirmando con seguridad que: ¡¡¡NO VUELVO!!!
Un saludo del "9 dedos".

jueves, 9 de mayo de 2019

Objetivo Ronda (III): alea iacta est

Ya no hay nada que entrenar. Simplemente apaciguar los nervios de la mejor forma posible hasta que pasado mañana sábado, 11 de mayo a las once de la mañana, se de la salida a los 101 kilómetros de Ronda.
Esta tarde he hecho la última tirada, relajada, eso sí, y en la que no he parado de darle vueltas a la cabeza. Tengo que reconocer que hace ya días que tengo mariposas en el estómago por el nerviosismo que me produce el reto. Ya lo intenté en el año 2014, y tuve que abandonar en el kilómetro 65. En esta ocasión creo que voy mejor preparado tanto física como mentalmente; el entrenamiento ha sido mejor, con alguna tirada de más de 7 horas, mucho carrileo aprendiendo a andar rápido, controlando -más o menos- los geles/sales minerales/pastillas de sal... 
Lo que más me ha divertido en estos meses de preparación ha sido diseñar la estrategia a seguir, ir viendo/decidiendo el material a utilizar, si bastones o no bastones, he comprado un chaleco nuevo que me va genial, tener claro que hay que andar, rápido, pero andar por que ahí es donde se pierde o gana gran parte del tiempo...
¡¡Jejeje!! Vaya tarde que he pasado hoy ordenándolo todo. Arriba podéis ver cómo he dejado la cama de matrimonio, de 1,50 m de ancho, de mi dormitorio. Está a tope, y sin embargo alguna cosa más falta por incluir. "Estás loco, papá"... me ha dicho mi hijo al verlo. Y creo que razón no le falta.
Cierto que no he seguido al 100% el plan inicial, y lo que menos he cumplido ha sido el gimnasio, pero ya digo que creo que por lo menos puedo acabar. Mi idea sería hacerlo en un tiempo interesante, pero eso ya no lo puedo controlar sino que dependerá de mil y un factores.

Mañana partimos para Ronda, y ya estoy deseando colocarme la camiseta de mi club, la Asociación Deportiva Maratón Jaén, a la que le he incluido un elemento nuevo: la cabra de la legión. Lo podéis ver en la foto de arriba.
Bueno, le he incluido... no; la hemos incluido tanto mi cuñado como yo. El granaíno ya ha llegado a meta en dos ocasiones, y yo voy a intentar hacerlo por primera vez. Espero que el mucho calor previsto no lo impida.
Ya os contaré.
Hoy no puedo decir más que: alea iacta est.

lunes, 21 de enero de 2019

Día de la marmota: Coincido en que la bolsa del corredor de la San Antón "es una mierda"

El día 30 de diciembre del año 2017 publicaba aquí un catite titulado: Coincido en que la bolsa del corredor de la San Antón “es una mierda”. Hoy, 21 de enero de 2019, se puede publicar casi exactamente aquel texto matizando que las primeras bolsas entregadas este año incluían, además de la camiseta, un litro de bebida isotónica, y un tetrabrick de caldo. Por lo que me dicen, estos productos estaban en las primeras bolsas, aunque no sé el número exacto. En cualquier caso, y al margen de esta mejora de algunas bolsas, creo que el sentir del artículo se mantiene intacto un año después. Esto parece el día de la marmota.
Os lo reproduzco exactamente tal y como se publicó.

30 de diciembre de 2017
La Carrera de San Antón es especial: de noche, corriendo entre antorchas, con una ciudad volcada con los atletas... No hay otra igual. Por eso, por su excepcionalidad, es por lo que tiene mucho margen de mejora en todos sus aspectos.
Parece que se está en ello, en mejorarla. No me refiero únicamente a los muchos eventos turístico-festivos-ocio-entretenimiento... que ha diseñado su organizador, el ayuntamiento de Jaén. Me centro en la propia carrera, y una mejora evidente ha sido este año la entrega anticipada de dorsales. Cierto que aún es posible mejorarla más -yo prefiero que todos los dorsales se den en la feria del corredor-, pero entiendo que poco a poco, probando opciones diversas, al final se dará con la tecla.
Un sentir general entre los atletas que ya han recogido su dorsal es que la bolsa del corredor "es una mierda". Lo pongo con todas sus letras porque así lo he oído en numerosas ocasiones, y en diferentes ámbitos.
Recuerdo que la bolsa del corredor (ese regalo que la organización de cualquier carrera da a los atletas que forman parte de la prueba) de la San Antón consiste en: ¡¡UNA CAMISETA!!. No hay más. Una simple camiseta. Ciertamente coincido con quienes piensan que es algo ridículo.
Una prueba que quiere estar entre las mejores carreras de España -e incluso de más allá- no puede tener una bolsa del corredor consistente en ¡¡UNA CAMISETA!!. Este es otro elemento de la San Antón que debe mejorar. Y entiendo que se trata de algo que debe hacerse de manera rápida, priorizándolo frente a otros elementos susceptibles de mejora para que la San Antón 2019 ya tenga una bolsa en condiciones.
Se trata de algo importante, pero también muy sencillo de solventar. Es tan simple como cobrar por cada dorsal 10 euros, por ejemplo. Inscribirse en la actual San Antón tiene un coste de 3 euros, un precio ridículo, y por eso mismo, por lo ridículo que es la inscripción, la bolsa del corredor está a su misma altura: ridícula. 
Hace años que los propios corredores reclamamos esa subida en el precio del dorsal. Para que el dinero recaudado se destine a mejoras en la carrera, entre ellas la bolsa.
Recuerdo que en alguna ocasión se planteó esta cuestión en el ámbito municipal, y la oposición se lanzó al cuello de quien osó poner el tema sobre la mesa. Son los problemas de que determinados temas estén en manos de incompetentes, por muy políticos y elegidos por las urnas que hayan sido. 
La San Antón debe mejorar, y para eso necesitamos dirigentes valientes. ¿Los tenemos?

domingo, 20 de enero de 2019

Objetivo Ronda (I): tengo dorsal

Pues parece que finalmente vamos otra vez a Ronda. El domingo pasado conseguí dorsal para la carrera individual, y hoy lo ha hecho por equipos mi compañero de fatigas en estas historias. Por tanto, empezamos otra vez esta locura que es correr 101 kms en 24 horas.
Ya lo intenté en el año 2014, pero tuve que retirarme en el kilómetro 65. Desde entonces he tenido ganas de volver, sobre todo como reto por lo que supone de estrategia en todos los sentidos una distancia tan larga: tanto física como mentalmente, de planificación, entreno, etc.
Jamás olvidaré aquella calurosísima tarde del 10 de mayo del año 2014 cuando, tirado en la serranía de ronda con las piernas para arriba y una bajada de tensión de órdago confirmé al sanitario que me atendía que me retiraba. El próximo 11 de mayo, 5 años y un día después, y si todo se desarrolla con normalidad, volveré a tomar la salida.
Esta vez espero acabar, y llevar hasta la meta el dorsal 2496.
Ya os iré contando.

martes, 30 de octubre de 2018

SuperPaco, un ejemplo a seguir

No es imprescindible tener mucho contacto con el mundo del atletismo para conocer a SuperPaco. Cualquier persona que tenga una mínima inquietud de informarse de cuanto pasa a su alrededor seguro que ha sabido de este corredor popular tan particular.
Se trata de Francisco Contreras Padilla. Un malagueño de casi 80 años que por recomendación médica de hacer algo de deporte, se puso las zapatillas, y hoy día es todo un ejemplo de superación en las carreras de ultra distancia por montaña.
SuperPaco. Kilómetros de vida (Contreras, Inés y Contreras, Francisco. Editorial Formación Alcalá. Alcalá la Real, Jaén. 2016) es la historia de su vida y de su reciente pasión por devorar kilómetros.
El libro está escrito por sus hijos Inés y Francisco, siendo este último quien le acompaña en todas sus aventuras atléticas.
El libro está dividido en varias partes muy marcadas: cómo fue su niñez, juventud y madurez en momentos muy complicados del país; sus carreras con mil y una anécdotas; sus pensamientos a la hora de afrontar una carrera o los elementos que hay en torno a ellas; la rutina familiar en el día a día de Paco y sus hijos; y finalmente la aportación de un buen número de corredores que explica cómo fue su encuentro con el protagonista, o cómo es la relación de amistad que mantiene con él.
Quien busque consejos para hacer carreras de ultra distancia, que no se acerque a este libro. No va de eso.
Es la historia vital -por medio de sus hijos- de un hombre que no ha hecho en su vida más que trabajar, y que ahora se permite el lujo de disfrutar de la naturaleza (una de sus pasiones) a través de las carreras de montaña.
Tampoco es una obra maestra de la literatura universal, sino simplemente el ejemplo de un hombre humilde que empezó a correr a una edad sorprendentemente elevada, y que eso no sólo no fue un impedimento para practicar atletismo sino que, precisamente por el hecho de hacerlo, se ha convertido en un ejemplo de que, si quieres, puedes.
Conocí personalmente a SuperPaco en la única ocasión en que intenté correr los 101 kilómetros de Ronda; me tuve que retirar en el kilómetro 65, y cuando a la mañana siguiente fui a recoger mi mochila, allí estaba él, siendo el centro de atención de todos los presentes, y posando para las fotos con todo aquel que se lo pedía. Yo no lo hice, quizá por vergüenza, pero cuando no lo dudé cuando tuve de nuevo ocasión. Fue por la celebración, en el año 2016, de la carrera de la Cresta del Diablo en Torredelcampo. SuperPaco ofrecía una conferencia, y no dudé en acudir. Le escuché atentamente, y después compré el libro y le pedí que me lo firmara.
Lo dicho, un ejemplo a seguir.

lunes, 29 de octubre de 2018

Objetivo Alcalá de Henares (V): la foto


Cubierto otro objetivo, en este caso mi maratón número 15. La primera meta era bajar de 3h30', y lo logré. Por poco, pero lo conseguí.
Mereció la pena el esfuerzo, aunque pudo haber sido mucho mejor. En unos días estará la crónica del maratón de Alcalá de Henares 2018.

viernes, 26 de octubre de 2018

Objetivo Alcalá de Henares (IV): alea iacta est

Pasado mañana, domingo 28 de octubre, me espera en Alcalá de Henares mi maratón número 15. 
Hasta el momento de la salida, previsto para las 8,30 horas, no volveré a ponerme unas zapatillas para correr. Viene a ser algo así como el descanso del guerrero ante la inminencia de la gran batalla.
Empecé la preparación específica para la carrera el pasado 6 de agosto. Han sido 12 semanas de tiradas largas, cortas, series casi de todo tipo, madrugones, trasnoches, calor, lluvia (algún chaparrón impresionante ha habido), y sobre todo compaginar los entrenamientos con la vida familiar, laboral, de ocio...
Parece jodido, ¿verdad? Pues lo es. Lo que pasa es que, como sarna con gusto no pica, aquí estamos. Y, si no pasa nada, seguiremos mientras el cuerpo y la mente aguanten.
Ha sido un duro trabajo que tendrá su culminación en pocas horas. Creo que el entrenamiento ha sido bueno porque ha venido a completar el que ya hice para el maratón en pista de Jaén, a principios del pasado mes de julio. Entonces fue casi mi inicio de temporada y la cosa no fue muy bien; ahora espero y confío en una mejor carrera porque me encuentro en mejor estado físico. Aunque con el maratón nunca se sabe. Hacer las cosas bien no te garantiza nada porque son muchas las variables que influyen, pero las sensaciones son buenas.
A día de hoy llevo recorridos en lo que va de año 1.666 kilómetros (entre entrenos y carreras), de los que 620 kilómetros han sido de preparación para Alcalá de Henares. Todos compaginando mis Asics Glorify 3 y mis Brooks Launch 3. Han ido geniales las dos, pero el maratón lo correré con las Launch buscando los buenos momentos que viví en la anterior ocasión que las usé.
Tras un buen plan de entrenamiento, con tiempos con los que estoy bastante satisfecho, y un volumen de trabajo entiendo que también adecuado, mi idea es aproximarme a las 3 horas y 30 minutos. No me cito con ellas desde que en el año 2014 hice en París 3h27'23''; y desde entonces la cosa no ha sido demasiado buena: Zaragoza 2016 (3h40'06''), Estocolmo 2017 (3h47'55'') y el desastroso Jaén en pista 2018 -la peor marca de mi vida- (3h56'01'').
A ver si la tercera edición del maratón de Alcalá de Henares me regresa a la senda de los buenos tiempos, me acerco a esas tres horas y media, e incluso a mi mejor marca en la distancia que, con 3h25'10'', es del año 2012 en Sevilla. Y a ello estoy seguro contribuirá la liebre de lujo que llevaré: mi cuñao el granaíno. Pese a tener mucho mejor marca que yo, sacrifica -otra vez- su carrera por echarme una mano en intentar conseguir mi objetivo. Solamente por eso tengo la obligación moral de darlo todo... y esa es mi intención.
Son las ideas que me pasan por la mente echando la vista atrás a estas últimas 12 semanas, y también mirando a los dos próximos días. 
Mi maratón número 15 está a la vuelta de la esquina. Alea iacta est.

lunes, 6 de agosto de 2018

Objetivo Alcalá de Henares (III): empezamos

El próximo 28 de octubre correré mi maratón número 15. Será en Alcalá de Henares. Y hoy, 6 de agosto, empiezo el plan de entrenamiento de doce semanas que concluirá con la carrera.
No es la mejor época (con ola de calor incluida) para iniciar una empresa de este tipo, de hecho los corredores aficionados solemos huir del verano, y lo fijamos habitualmente como el momento ideal para el descanso. Sin embargo, este año la cosa se ha dado así.
Por delante, doce semanas de entrenamientos con el objetivo de bajar de las 3h 30' en los 42,195 kilómetros. Esa es la intención, pero el devenir diario indicará si puedo mantener el nivel y la exigencia de los entrenamientos; es algo casi imposible de predecir porque en la preparación y participación en un maratón la incertidumbre es la mayor de las premisas dado el gran número de elementos (ajenos y propios) que pueden influir, y de hecho influyen.
Por lo pronto, la primera semana la cambio casi al completo porque el próximo martes, 14 de agosto, tenemos una nueva edición de la Carrera del Melón; 15,2 kms aproximadamente de carrileo, con continuas subidas y bajadas, y con una salida fijada a las 19,30 horas, es decir, a más de 30 grados de temperatura. Ya digo que los objetivos son distintos en ambas pruebas, de ahí que en estos nueve primeros días del plan del maratón haga varias modificaciones para llegar lo mejor posible al Melón. A partir de ahí ya sí será todo mirar al 28 de octubre.
Ojalá mi maratón Niña Bonita haga honor a su nombre.

viernes, 13 de julio de 2018

Objetivo Jaén (IV): la importancia del entrenamiento, de la estrategia y de un objetivo real en el maratón

El pasado domingo, 8 de julio, finalicé mi maratón número 14. Fue en Jaén, con la particularidad de que se trató de un maratón en pista de atletismo (dimos 105,5 vueltas), y paré el crono en 3 horas 56 minutos y 1 segundo (tiempo oficial): la peor marca de mi vida.
Podría decir que hizo mucha calor, que correr una distancia en pista es muy duro mentalmente y repercute negativamente en el tiempo, que la salida fue muy temprano, que el gps no funciona bien en pista y no tienes la ayuda para llevar un ritmo constante... pero no serían más que excusas que no harían más que tapar la verdad: mi mala marca fue reflejo de una preparación deficiente, de una estrategia de carrera errónea, y de la fijación de un objetivo poco real.
A lo largo de mi experiencia de 15 años corriendo maratones tengo la máxima de que no se le puede perder el respeto a la distancia, porque si lo haces, el maratón te machaca. 
Mi primer error fue fijar un objetivo de marca demasiado ambicioso y poco real. La intención inicial era participar en el maratón a modo de puesta a punto, de coger una forma que tenía abandonada tras haber dejado de entrenar en noviembre de 2017. Un parón excesivamente largo en el que, si bien he corrido varias pruebas de hasta media maratón, no tuve la constancia del entrenamiento regular por la falta de una meta clara. Por eso, cuando me enteré de la celebración del Maratón de Jaén, opté por inscribirme con la intención de que las doce semanas que supondría su entrenamiento específico me servirían para coger base física de cara al Maratón de Alcalá de Henares en el que participaré el próximo 28 de octubre.
Decidida la participación, había que elegir plan. Tras analizarlo y pensarlo mucho me decanté por uno de Javi Guerra para bajar de 3h 30 minutos. Si bien la idea inicial de tomarme la preparación a la carrera como puesta a punto y sin demasiada ambición entiendo que fue acertada, también tengo que reconocer que me equivoqué de plano con el plan. 3h 30' era un objetivo demasiado exigente para mi estado de forma. Se trata de correr a 5'/km, tiempo que domino bien en distancias más cortas, pero que en ese momento me resultaba más complicado mantener en largas tiradas. Para auto convencerme de que lo podría conseguir tiré de historial, y comprobé que ya he bajado en cuatro ocasiones de esa marca, y que he estado un pilín por encima en otras tres ocasiones. Quizá sea la euforia del corredor, pero lo cierto es que me dejé llevar por la estadística en lugar de tener en cuenta mi deficitario estado de forma por el parón, y el hecho de que mi mejor marca en los años 2016 y 2017 había sido 3h 40'.
Si mi primer error fue el tiempo objetivo, el segundo error fue seguir el plan de entrenamiento de Javi Guerra. Son sólo 10 semanas, cuando la vez que menos he preparado específicamente la distancia he invertido 12 semanas; y en ocasiones, hasta 16. Sin embargo, aquí el plan no sólo era menor en cuanto a tiempo, sino también en lo que a distancias largas se refiere. Aunque contempla correr en una ocasión media maratón, las tiradas de los domingos oscilan entre los 18 y los 22 kilómetros. Me parecen distancias muy cortas, y además pocas (sólo hay cuatro).
Entiendo que Guerra defienda que no es necesario correr muchos kilómetros para preparar un maratón, y es su teoría. Pero creo que está equivocado. A mí, al menos, me va mal. Este domingo, durante la prueba, fui muy bien hasta el kilómetro 30, y a partir de ahí -que es cuando siempre digo que empieza un maratón- las piernas empezaron a fallarme por falta de costumbre de recorrer distancias de ese tipo. Por tanto, y de cara a próximas citas, tengo claro que hay que realizar varias tiradas de 30 ó más kilómetros, y algunas más de distancias algo inferiores. Es la única forma de que el cuerpo se acostumbre a ellas. Lógicamente en el maratón exigiremos más a nuestro organismo, pero de esta forma estará mejor preparado para afrontarlo.
Mi tercer error a la hora de afrontar el Maratón de Jaén fue la estrategia. Aunque mi idea era correr a 5'/km, en una tirada de 18 kilómetros que hice en la pista el domingo anterior vi que era demasiado rápido, que no aguantaría las 105,5 vueltas pese a que ese día sí lo hice dando 40 vueltas. Por ello, opté por rebajar mi objetivo inicial de 3h 30' a 3h 45' lo que suponía correr a 5'20''/km.
Con esa idea llegué a la pista el día del maratón, pero como empezamos tan bien (alegres, eufóricos, sin calor, animados...), el crono marcaba un ritmo más rápido de lo que debía. Yo pensé que era sólo al principio, y que lo que hiciera a ese tiempo, pues ya lo tenía ganado; que después disminuiría la velocidad. Pero no fui capaz de parar, y el kilómetro 10 lo pasé en 51'19'' aproximadamente cuando debía haberlo hecho en 53'20''. El crono marcó en el kilómetro 20 un tiempo de 1h43'' aproximadamente cuando el objetivo era algo menos de 1h 47'. La media maratón la hice en 1h 49' en lugar de 1h 53' previsto, e incluso al kilómetro 30 llegué en 2h36' aproximadamente cuando debería haberlo hecho en 2h 40'.
Puede parecer una tontería ir cinco o diez segundos más o menos rápido, pero en un maratón se nota, y bastante. De hecho yo empecé a pagarlo a partir del kilómetro 30. De haber seguido ese ritmo, me habría aproximado a 3h 40', y sin embargo, los diez kilómetros que van del 30 al 40 los hice en casi 1h 10', es decir, a 7'/km. Ahí ya había perdido no sólo lo que había adelantado en los 30 kilómetros anteriores, sino mucho más.
Aunque en los 2,195 kilómetros finales el ritmo lo aceleré hasta 6'30''/km, el desastre fue total realizando la peor marca de mi historia con 3h56'01''.
Y todo por no atender a lo que me ha ocurrido en el pasado, a mi experiencia, y sí en cambio dejarme llevar por la euforia del corredor. Volví a confirmar que, si le pierdes el respeto a un maratón, éste te machaca.
Un último apunte en relación a la hidratación. Es fundamental hidratarse bien así como tomar complementos (geles, barritas, etc) de sales minerales, vitaminas, etc en el maratón. Yo hice la prueba el día de la carrera. Al levantarme la báscula marcó que pesaba 79,1 kgs. Hice un desayuno generoso, antes de la carrera bebí bastante agua y medio litro de bebida isotónica, y durante la carrera bebí muchísima agua y bebida isotónica que ofrecía la organización (no puedo calcular cuanto, pero al menos 3 litros ó más creo que tomé), y al acabar me bebí más de medio litro de agua y me comí una bandejita completa de fruta que daba la organización. Pues bien, cuando me pesé al llegar a casa la báscula marcaba 76,8 kgs, es decir, 2,3 kgs menos después de haber bebido y comido todo lo que os he indicado.
¡¡Vaya tela cómo desgasta un maratón!! Por eso hay que prepararlo a conciencia. 

jueves, 12 de julio de 2018

Objetivo Jaén (III): la crónica

Me ha resultado extraño correr un maratón en casa. Hasta ahora había participado (y acabado) en 13, y siempre fuera de Jaén. Por tanto, cada vez que planteaba la prueba suponía viajar. Es decir: planificar, contratar un hotel lo más cerca posible de la meta, en ocasiones volar y también conseguir dinero en una moneda diferente al euro, buscar lugares que visitar en la ciudad de destino, hacer turismo después del maratón (y no antes, como erróneamente hice alguna vez)...
En esta ocasión nada de eso era necesario. Correría en la pista de atletismo de La Salobreja, en mi propia ciudad, por lo que el único parecido con los maratones anteriores era realizar el plan de entrenamiento de la manera más adecuada posible, y correr el día de la prueba.
Despejado el fin de semana de cualquier tipo de cita, el sábado lo centré en descansar. A las nueve de la noche estaba ya cenando, y media hora después... en la cama. La carrera, por eso de evitar el calor de Jaén del mes de julio (se corría el día 8), empezaba a las siete de la mañana. Por tanto, había que cenar pronto, e ir temprano a dormir para estar levantado antes de las cinco de la mañana. Esa era la hora prevista para el desayuno, es decir, las dos horas obligadas de digestión antes de la salida.
Me acosté a las 21,30 h pensando que no podría dormir (como me ha ocurrido tantas otras veces), pero no. En pocos minutos estaba ya frito, y me desperté un momento antes de que sonara el despertador. A las cinco estaba ya desayunando... lo habitual, con los nervios también habituales, y -no voy a negarlo- con la sensación de estar un poco loco. 
Tras la comida, preparo la mochila y me visto siguiendo el ritual maratoniano de siempre con los muchos matices y detalles que ello tiene. ¡¡Jejeje!! ¡¡Qué cosas!!
A las seis y media estoy saliendo con el coche por la puerta de la cochera, y apenas diez minutos después ya estaba pisando La Salobreja. La organización se afana en los últimos detalles, y ya hay un buen número de atletas: unos haciendo cola para recoger el dorsal, otros vistiéndose, hay quien estira, e incluso alguno realiza las primeras carreras de calentamiento.
Charlo con algún conocido, me doy a conocer con algún desconocido, hago cola para recoger el dorsal... Los cálculos de la organización han fallado, y la carrera no empezará a las siete. Se retrasa la entrega de dorsales y por tanto la colocación de los atletas en sus puntos de salida pues según se corra de manera individual, por parejas o por cuartetos va en un lugar distinto de la pista.
Finalmente estamos saliendo a las 7,25 horas aproximadamente en un gran ambiente. Me parece mentira estar corriendo un maratón en mi ciudad. Es un lujazo. Enhorabuena a quien lo ha hecho posible, y si bien hay alguna cosa que mejorar, espero que la carrera se consolide en el tiempo. 
Creo que todos realizamos las primeras vueltas con una sonrisa en la boca. Estamos gente de Jaén, de Murcia, del País Vasco, de Valladolid, de Sevilla... y un británico que va a hacer 50 kilómetros. ¡¡Una máquina!! 
Quienes corremos el maratón de manera individual vamos por las calles 1 y 2. La calle 3 la ocupan quienes corren por parejas, mientras que los cuartetos van por las calles 4, 5 y 6.
Yo no soy de los más rápidos, pero tampoco de aquellos que llevan un ritmo más lento. Eso hace que tenga que ir adelantando a algunos, mientras otros me adelantan a mí. Es una especie de juego muy divertido donde nunca sabes cómo vas, pero das ánimos a quienes doblas, y quienes te doblan te dan ánimos a ti. Es una carrera distinta, diferente, especial... tremendamente sabrosa.
El británico corre más que un nublo. Nosotros debemos dar 105 vueltas y media a la pista, y él veinte vueltas más. Va rapidísimo, y lo veo pasar como un rayo. Es tremendamente educado porque no va pidiendo que le dejes pasar por la cuerda, sino que no duda en respetar a los demás, y en ocasiones tiene que salirse a la calle 3 para adelantar. Yo voy continuamente mirando para atrás, y cuando veo que me va a doblar, me salgo a la calle dos y le indico con la mano que pase por la calle 1. Él siempre me da un "Gracias Sir" que me deja con la boca abierta.
Marcho contento, entusiasmado con correr un maratón en Jaén (creo que lo he dicho antes, ¿verdad¿), pero no encuentro a nadie con quien ir a modo de compañero. El resto de corredores va más rápido o más lento que yo, por lo que no hay más remedio que circular en solitario. El gps es mi único compañero, y me indica que voy más rápido de lo que pretendía; mi idea era correr a 5'20''/Km, pero voy a entre 5'00'' y 5'10''. Intento frenarme, pero no lo consigo, y entonces me acuerdo de otras ocasiones en las que me ha pasado lo mismo, y al final he acabado pagándolo. A modo de autoayuda, pienso que esta vez no pasará, que voy muy bien, y que de seguir así lograré bajar de 3h30' cuando mi objetivo era hacer 3h45'.
No hay ninguna pantalla o sistema que indique las vueltas que llevo -ni yo ni ningún corredor- (eso sería algo a mejorar en próximas ediciones), de ahí que la mente deba ocuparla en ello. Procuro ir sumando mentalmente cada vuelta, pero me equivoco una y otra vez. Recurro al presidente de mi club, Pepe, y a otro compañero (ex presidente) Juande; están por allí colaborando y animando, y al pedirles que me miren las vueltas que llevo, no dudan en acudir a los jueces, y a la siguiente vuelta me dan el dato. La mayor alegría me la da Juande: en mi mente iba cuatro vueltas por debajo, y de golpe me coloco 1,6 kilómetros más adelante de lo que yo pensaba. Desde aquí dar las gracias a los dos, y también a Rafa Martos, a quien acudí en alguna ocasión.
Agradecer también la labor de Gaspar Molina, el speaker. Las continuas referencias que va haciendo de los corredores al paso por meta te hace sentir protagonista de la carrera. Al menos así me sentía yo cada vez que decía mi nombre y algún chascarrillo sobre mí. Grandísimo trabajo, Gaspar, el que realizas. 
A medida que pasan lo kilómetros el cansancio se va haciendo más presente, pero logro mantener el ritmo. Hasta la media maratón conservo los cuatro minutos por debajo del tiempo objetivo, y al llegar al kilómetro 30 la rebaja se ha quedado en poco más de dos minutos. En el 30 es cuando creo que empieza realmente el maratón, y las fuerzas me empiezan a flaquear. Las piernas dan los primeros síntomas de ponerse rígidas y ya no marcho tan bien como antes. ¡¡Claro, si es que esto es un maratón, y aquí no es cómo empiezas sino cómo acabas!!
La bajada de ritmo es brutal, y al pasar por el km 40 ya circulo ocho minutos más lento del tiempo inicial previsto. Pero no puedo ir más rápido. Me es imposible. El objetivo es ahora acabar, acabar manteniendo el tipo. No sé si lo consigo porque los dos últimos kilómetros (y 195 metros) los hago a más de seis minutos... pero me animo un poquito cuando los jueces, Gaspar y Juande cantan que me quedan cuatro vueltas, tres, dos... y la última.
¡¡Ya sí que acabo!!
Da igual el tiempo. Acabo el maratón de mi tierra. Me salgo a la calle tres para entrar en meta, levanto los brazos, saludo a Juande, y a Gaspar,  y cruzo la meta. Paro el crono en 3h56'01''. Da igual. Es el peor tiempo de todos los maratones que he corrido en mi vida, pero no importa. Es en mi tierra, y ha merecido la pena.
Enhorabuena a quienes lo han hecho posible. Ojalá se siga celebrando, y yo intentaré estar en la línea de salida... y de meta.

viernes, 6 de julio de 2018

Objetivo Jaén (II): alea iacta est

Pasado mañana es la gran cita. La pista de atletismo de La Salobreja acogerá el domingo, 8 de julio, el I Maratón Ciudad de Jaén. Y allí estará un servidor para afrontar las 105 vueltas que hay que dar para cubrir los 42,195 kilómetros de la prueba reina del atletismo.
Debo reconocer que tomé la decisión de participar un poco a la ligera, sin pensármelo demasiado, pero si en ocasiones anteriores me he desplazado a 3.500 kilómetros de distancia para participar en un maratón... ¿no voy a formar parte del que organizan en mi ciudad?
Mi objetivo es empezar... y acabar. Intentaré parar el crono en un tiempo decente, pero entiendo que con llegar a la meta es suficiente teniendo en cuenta que a la habitual dureza de un maratón, esta prueba suma la fortaleza mental que hay que tener para dar 105 vueltas a una pista de atletismo.
El que decidiera correr este maratón sin pensarlo demasiado no quiere decir que no me haya preparado bien. Comencé el pasado 30 de abril un plan de 10 semanas que concluyó ayer. Bueno, para ser rigurosos, el plan concluirá el domingo con el maratón, pero fue ayer jueves cuando realicé las últimas series contempladas en mi plan.
Han sido diez semanas, 70 días, 496 kilómetros, entrenamientos a las cinco y media de la mañana, otros a las tantas de la noche, unos sin ganas, otros más motivado, en alguna ocasión casi me da un jamacuco por el calor... Y todo ello compaginándolo con las obligaciones laborales, familiares, de ong´s, o con otras inquietudes de ocio que tengo. 
He vivido en primera persona que si le pierdes el respeto a un maratón, puedes pasarlo muy mal. Por eso, hay que afrontarlo con un mínimo de preparación. Creo que para el domingo llego por los pelos, pero llego. Al menos, tengo el ánimo de concluir el primer maratón que se celebra en Jaén, y -si no pasa nada raro- lucir con orgullo la medalla de finisher.
Aunque, como he dicho, el plan concluyó ayer, me suena un poco raro hacer series un jueves, y ya descansar hasta el domingo. Mañana haré una tirada cortica y relajada simplemente a modo de disfrute previo a la gran cita del domingo.
Por tanto, hoy ya puedo decir de cara al que será mi maratón número 14: alea iacta est.

lunes, 4 de junio de 2018

Objetivo Alcalá de Henares (I): doblete

Corrí mi primer maratón en el año 2003. El 26 de octubre en Ciudad Real. Me costó bastante dar el paso de afrontar la distancia, y aunque había corrido en multitud de ocasiones distancias menores, no lo veía claro. Finalmente lo hice, y me arrepentí antes incluso de acabar.
Me había preparado con cierta alegría porque era mi primer maratón. Sabiendo la dificultad de la empresa, también tenía cierto entusiasmo porque debutaba en la prueba rey.
La cosa fue más o menos bien, a un ritmo cuya única aspiración era la de acabar. El cansancio iba notándose, pero lo afrontaba sin problemas hasta que un problema en la rodilla me dejó cojo en el kilómetro 31. Por cabezonería no me retiré, aunque sufrí bastante. Al final acabé haciendo un gran esfuerzo por superar el problema físico y bajar de las cuatro horas. Lo conseguí pero mi machaque era tal que tras cruzar la meta rechacé reventado el plato de paella y el vaso de cerveza con el que me esperaba mi cuñado "El Granaíno" (compañero de fatigas en casi todas mis carreras de los 42K) que había llegado bastante antes. 
Mi único pensamiento era para la bañera del hotel. Allí me vi con la mayor rapidez que pude; medio llena de agua calentita, espuma por arriba -como en las películas- y sin prisa por salir.
Juré y perjuré que no volvería a correr un maratón. Y así fue hasta cinco años después: San Sebastián en 2008. No sé la razón, pero lo cierto es que desde entonces no ha habido año en el que no haya corrido un maratón, incluso algunos años lo he hecho en dos ocasiones. Hasta el momento llevo 13, y en este 2018, si Dios quiere y la Fuerza me acompaña, volveré a participar en dos.
Hace unos días os hablaba del I Maratón en pista de Jaén (el 8 de julio). Allí estaré por hacer patria chica, por apoyar el único maratón que se celebra en Jaén. Si en ocasiones viajo a cientos de kilómetros (incluso miles) para correr un maratón, entiendo que es obligado no faltar al que hacen en mi tierra.
Alcalá de Henares será el siguiente. Tendrá lugar el próximo 28 de octubre, y ya tengo inscripción (desde ayer), hotel y compañero de fatigas: EL GRANAÍNO (como siempre).
Tras varios meses de parón atlético, retomé el tema de cara a Jaén. El objetivo es hacer un tiempo interesante donde creo que será casi más difícil superar mentalmente dar 105 vueltas a una pista de atletismo que recorrer los 42K. Será una especie de puesta a punto con vistas a Alcalá.
Ya os iré contando.

viernes, 18 de mayo de 2018

Objetivo Jaén (I): haciendo patria chica

El 3 de junio del año pasado corrí mi último maratón. Fue el número 13, y ya tengo fecha, ciudad y hora para el siguiente. Será el próximo 8 de julio en Jaén. 
Juan José Amate, corredor aficionado y enfermo de esclerosis múltiple, consiguió durante el año 2017 el reto de correr 12 maratones en 12 meses. Era para dar visibilidad a su enfermedad, y uno de los problemas a los que se enfrentó fue encontrar en España un maratón que se celebrase el mes de julio. No había. Al final lo logró organizando él uno en Jaén. Y no uno cualquiera que ya de por sí es difícil afrontar los 42.195 metros, sino que este tenía como extra que se desarrollaría en una pista de atletismo, la pista de atletismo de La Salobreja, en Jaén, su ciudad.
En un principio su idea era correrlo él solo, pero hubo quien se ofreció para acompañarle, y para no ser maleducado, dio la opción de correr el maratón a todo aquel que así lo quisiera.
Aquella idea parece que tuvo éxito, y este año se retoma organizada ya por la Asociación de Clubes de Atletismo de Jaén (de la que Juanjo es presidente) y el propio Ayuntamiento de la capital a través del Patronato Municipal de Deportes.
Será el 8 de julio, con hora de salida a las siete de la mañana, y con la posibilidad de correr el maratón entero, hacerlo por parejas (cada corredor haría media maratón), o en grupos de cuatro (corriendo cada uno diez kilómetros).
El año pasado me quedé con las ganas de participar, y en cuanto me he enterado de que se volvía a hacer, y además con afán de continuidad, no he dudado en inscribirme.
Llevo 15 años corriendo maratones por esos mundos de Dios, y no me parece bien no participar en uno que se hace en mi ciudad.
Hay que hacer patria chica, y apoyar las poquitas cosas interesantes que tenemos en Jaén (aunque afortunadamente cada vez son más).
Preparado para afrontar las 105 vueltas a la pista de La Salobreja. Hoy estoy preparado, a ver qué pasa el 8 de julio. 
¡¡Que nos ayude San Fermín!!... ¡¡Y San Isidro!!

martes, 13 de febrero de 2018

in memoriam

"Me han tangado". Ese fue uno de los últimos pensamientos de un chaval de mediana edad que no hace muchos meses fallecía a causa de la peste que tanto daño está haciendo desde el pasado siglo XX. 
Moría joven, dejando viuda e hijas de corta edad. Tras pocos meses, demasiado pocos -o quizá fueron una eternidad- luchando contra su enfermedad, y aún sin perder la esperanza de ganar la batalla, quizá se dio cuenta de que la cosa no iba bien, y fue cuando pensó que "me han tangado". No se refería a los médicos por haberle aplicado -tal vez o tal vez no- el tratamiento inadecuado, o no el mejor posible. No se refería al sistema sanitario por no poder hacer algo más por él. No se refería a los investigadores que no logran una cura. Hablaba de la vida. La vida le había tangado. No era justo que alguien así muriera tan joven, tan rápido, tan lleno de vida, con tantos proyectos por hacer, siendo tan necesario para su familia... Era una estafa en toda regla, la peor que nadie puede sufrir.
No era justo. No es justo. Nunca será justo.
Hoy, hace apenas unas horas, han tangado a Ana Rosa.
Se la ha llevado una de esas que llaman enfermedades raras. De las que afectan a muy pocas personas, y por ello no resulta rentable investigarlas. Aunque no sé bien cuánto cuesta la vida de un ser humano.
Se la ha llevado pero le ha costado porque Ana Rosa se ha resistido hasta el último momento como esa grandísima luchadora que era; ha disfrutado hasta el último segundo las cosas buenas de la vida que son las más insignificantes pero realmente las más importantes.
Hablé con ella por última vez hace... ¡8 días! Me enreó en su enésimo proyecto. Se llamaría Esencia. ¡Qué bonito! A mí ya me tenía -como, supongo, a tanta otra gente- porque era imposible darle un no por respuesta.
8 días antes de morir... y seguía inventando
¡¡Joder!! ¡¡Nos han tangado a todos!!
Por cierto. Que San Pedro se agarre los machos porque le va a poner el cortijo patas arriba. Aunque, cuando pasan cosas como esta me pregunto si realmente hay alguien o algo ahí arriba.

sábado, 30 de diciembre de 2017

Coincido en que la bolsa del corredor de la San Antón "es una mierda"

La Carrera de San Antón es especial: de noche, corriendo entre antorchas, con una ciudad volcada con los atletas... No hay otra igual. Por eso, por su excepcionalidad, es por lo que tiene mucho margen de mejora en todos sus aspectos.
Parece que se está en ello, en mejorarla. No me refiero únicamente a los muchos eventos turístico-festivos-ocio-entretenimiento... que ha diseñado su organizador, el ayuntamiento de Jaén. Me centro en la propia carrera, y una mejora evidente ha sido este año la entrega anticipada de dorsales. Cierto que aún es posible mejorarla más -yo prefiero que todos los dorsales se den en la feria del corredor-, pero entiendo que poco a poco, probando opciones diversas, al final se dará con la tecla.
Un sentir general entre los atletas que ya han recogido su dorsal es que la bolsa del corredor "es una mierda". Lo pongo con todas sus letras porque así lo he oído en numerosas ocasiones, y en diferentes ámbitos.
Recuerdo que la bolsa del corredor (ese regalo que la organización de cualquier carrera da a los atletas que forman parte de la prueba) de la San Antón consiste en: ¡¡UNA CAMISETA!!. No hay más. Una simple camiseta. Ciertamente coincido con quienes piensan que es algo ridículo.
Una prueba que quiere estar entre las mejores carreras de España -e incluso de más allá- no puede tener una bolsa del corredor consistente en ¡¡UNA CAMISETA!!. Este es otro elemento de la San Antón que debe mejorar. Y entiendo que se trata de algo que debe hacerse de manera rápida, priorizándolo frente a otros elementos susceptibles de mejora para que la San Antón 2019 ya tenga una bolsa en condiciones.
Se trata de algo importante, pero también muy sencillo de solventar. Es tan simple como cobrar por cada dorsal 10 euros, por ejemplo. Inscribirse en la actual San Antón tiene un coste de 3 euros, un precio ridículo, y por eso mismo, por lo ridículo que es la inscripción, la bolsa del corredor está a su misma altura: ridícula. 
Hace años que los propios corredores reclamamos esa subida en el precio del dorsal. Para que el dinero recaudado se destine a mejoras en la carrera, entre ellas la bolsa.
Recuerdo que en alguna ocasión se planteó esta cuestión en el ámbito municipal, y la oposición se lanzó al cuello de quien osó poner el tema sobre la mesa. Son los problemas de que determinados temas estén en manos de incompetentes, por muy políticos y elegidos por las urnas que hayan sido. 
La San Antón debe mejorar, y para eso necesitamos dirigentes valientes. ¿Los tenemos?


martes, 11 de julio de 2017

¿Hoy es San Benito o San Andrés?


Hoy, 11 de julio, hace ya siete años que dudo de si se celebra la onomástica de San Benito, o de San Andrés.... San Andrés Iniesta, quiero decir.
Y es que fue el 11 de julio del año 2010 cuando España se proclamó por primera vez en su historia Campeona del Mundo de Fútbol. Ganó en Sudáfrica, en la final, a Holanda con un gol de Andrés.... perdón, de San Andrés Iniesta en el minuto 116 de la prórroga.
Creo sinceramente que la fecha la podrían hacer fiesta nacional, o algo así, y por supuesto erigir un monumento a Iniesta en todos y cada uno de los pueblos y ciudades del país.
En días como hoy es necesario volver la vista atrás, a aquel momento, para que no se nos olvide que lograr este tipo de cosas es tremendamente difícil. De ahí que debamos reconocer su éxito a quienes lo hicieron posible, San Benito incluido.

martes, 13 de junio de 2017

Objetivo Estocolmo (III): la crónica

Con mi cuñado, en los kilómetros iniciales.
Suele decirse que bien está lo que bien acaba, y aunque no acabé muy bien el Maratón de Estocolmo -celebrado el pasado 3 de junio-, sí que me encuentro satisfecho por haber concluido mi participación número 13 en la distancia. Mi objetivo era mejorar marca personal (fijada en 3h 25' 10''), pero ni me acerqué. Paré el crono en 3h 47' 55'', aunque ya digo que es todo un éxito teniendo en cuenta que una lesión en uno de los isquios tan sólo ocho días antes de la prueba casi me impide tomar la salida.
No hay peor enemigo de un atleta que la lesione, pero si ésta se produce en los días previos a la prueba que te llevas preparando -en mi caso- tres meses, la cosa se pone más fea todavía. El sábado, 3 de junio, era la carrera, y el lunes anterior estaba en la camilla de Manos Máginas Pili (MMP que otra vez volvió a hacer el milagro), de la clínica de fisioterapia de Manuel Pancorbo, intentando revertir el mal. Aquel día no hubo sólo masaje, sino también punción seca. A los dos días, el miércoles, nueva sesión de fisio, y el jueves pude tanto trotar un poquito como ir al gimnasio para fortalecer una musculatura que había quedado francamente tocada por el tratamiento.
Sufriendo en torno al km 30.
Corría, no me dolía pero sí sentía alguna molestia. Con esa sensación afronté la salida en la carrera. Ni siquiera fui trotando al punto de salida. No quería tener alguna sensación negativa que me obligara a no participar.
Físicamente creo que estaba en uno de mis mejores momentos, y por ello -y pese a la lesión- decidí afrontar la carrera con el objetivo que me marqué en su día: mejorar mi marca personal. Así se lo hice saber a mi cuñado el granaíno -Fernando Arco, con el que suelo compartir este tipo de aventuras-, y así comenzamos: siendo valientes.
El ritmo objetivo de carrera era 4'50''/km para hacer 3h25'00''. Mi cuñado, que es mucho más rápido que yo, se prestó a llevarme y la verdad es que todo iba de maravilla. No sólo estábamos en tiempo sino que en numerosas ocasiones tenía la tentación de acelerar la marcha por lo bien que me sentía. Pero la experiencia es ya un grado, y tengo claro que el maratón empieza en el kilómetro 30. En ese momento es cuando debes medir tus fuerzas y saber cómo vas a acabar.
 Nosotros íbamos según lo previsto. Tanto, que pasamos la media maratón en 1h41'26'' cuando el objetivo era 1h43' aproximadamente. Las sensaciones eran excelentes, pero estaba entrando en la zona de peligro. En el kilómetro 25 ya me costaba mantener el ritmo de 4'50''/km, y en el km 30 rodaba por encima de los cinco minutos el kilómetro. Unos kilómetros antes tanto mi cuñado como yo nos dimos cuenta de que yo no aguantaba; él intentó animarme, pero me quedaba. Por ello le dije que él siguiera, y que no se preocupara que yo iba a echar el resto.
Cruzando la meta.

En ese kilómetro 30 supe que tocaba sufrir en los 12 kilómetros restantes, y así fue. La verdad es que no hubo ni rastro de dolor con el isquio, que era lo que yo temía, y sin embargo tenía las piernas acalambradas; me daba la sensación de que de un momento a otro me iba a machacar una tormenta de calambres que me impediría seguir. 
Creo que era como consecuencia del planteamiento de carrera. Como estaba tocado del isquio, opté por acortar la zancada y aumentar la cadencia. Es decir, pasitos cortitos y más rápidos. Algo totalmente contrario a lo que yo suelo hacer. Era para cuidar el isquio, y dio resultado, pero el efecto colateral fue la aparición de piernas acalambradas que me impedían rodar con soltura. La rabia era aún mayor -quizá la impotencia- porque el pulsómetro me indicaba que rodaba a 116 pulsaciones por minuto, 120, 125... es decir, ¡¡¡POQUÍSIMO!!!; la marcha era casi de andar pero me era imposible acelerar.
Quedaban 12 kilómetros, y si bien ya era consciente de que no iba a conseguir ni el primer objetivo (3h25') ni el segundo (bajar de 3h30'), no quería sobrepasar las cuatro horas. Por ello, afrontando la dificultad física y la impotencia de tirar al ritmo que me pedía la mente, apreté los dientes y evité como pude hundirme. El kilómetro 35 lo pasé a 5'58''/km, el kilómetro 40 a 6'50''/km; y en los dos últimos kilómetros (y 195 metros) volví a bajar a 5'56''/km.
Celebrando la victoria.
La sensación al llegar al estadio era de alivio porque lo había conseguido, pero también de impotencia porque una inoportuna lesión había trastocado el trabajo de tres meses.
No importa. Ya estaba pensando en cómo afrontaría la siguiente. Y el pensamiento no apareció al cruzar la línea de meta, sino que a lo largo de esos 12 sufridos últimos kilómetros compaginaba la concentración para seguir corriendo con la táctica a seguir en mi maratón número 14 que, no sé cuándo, pero os aseguro que llegará.
Me da la sensación de que esto engancha.