domingo, 22 de julio de 2012

Esperpéntico

Sigo sin tener suerte este verano a la hora de elegir películas que ver en el cine. Aunque también es cierto que yo no he elegido ninguna de las tres sufridas en las últimas semanas. A saber: Blancanieves y..., Tengo ganas de ti, y el último bodrio, Sombras tenebrosas.
Lo cierto es que lo de Sombras Tenebrosas me ha decepcionado porque con ese argumento un tanto especial, y la presencia de Johnny Depp, esperaba algo más.
La película es malísima. El argumento no sé muy bien donde se sitúa, si en el humor, lo desagradable, el intento de ser gracioso... y al final es un auténtico despropósito. Está calificada para mayores de siete años, y creo sinceramente que se han quedado cortos porque hay escenas tremendamente desagradables para pequeñines de esas edades. Doy fe.
Igual el término para definir la película es usando el término esperpéntico que, tirando de DRAE, se define como "hecho grotesco o desatinado".
Fuimos varios matrimonios cargados de niños... y todos acabamos sorprendidos por la cutrez de lo ofrecido.
Lo mejor fue el bocata que me metí y la lata de cerveza El Alcázar, fría, fría, fría. Es que fue en el cine de verano de La Alameda.
Siento seguir con la misma cancioncilla, pero otra que no merece la pena ver.

viernes, 13 de julio de 2012

Requiere preparación psicológica

No estoy teniendo demasiada suerte en este inicio de vacaciones a la hora de ir al cine. Digo buena suerte, porque mi experiencia estos días viene a ser algo así como "De bodrio en bodrio y tiro...".
Si el otro día os hablaba mal de Blancanieves y la leyenda del cazador, hoy os digo que, tras ver Tengo ganas de ti, yo le daba el Óscar a Blancanieves; incluso llegué a echarla de menos en esta segunda malísima experiencia.
La película no sólo es mala de solemnidad en lo que a argumento se refiere, sino que carece de total originalidad en cualquier de los aspectos que quisiéramos analizar. El único atractivo que tiene es ver al cachas Mario Casas que, como alguien ya me apuntó cuando le dije que iba a ir, "te vas a hinchar de verle el torso desnudo". Y básicamente así es. Bueno, a él, y las tetas a la protagonista femenina. A mí me atrae más lo segundo que lo primero, pero en cualquier caso no se trata de una razón suficiente como para gastarme más de seis euros en ir al cine.
Pobre, muy pobre.
Me consuela el que no fui el único desilusionado, sino que les pasó lo mismo a la casi totalidad de las jovencitas que poblaban la sala; incluso ellas no podían evitar soltar carcajada tras carcajada en determinadas escenas de la peli, y hubo algún grupete que abandonó el cine comentando entre risas lo mala que era la película.
Después he sondeado a posibles clientas del bodrio, y parece ser que en el sector se comenta y con fuerza que es muy mala, y que no vale la pena.
Pues nada. Ya no hace falta que os lo diga yo. 
Poco fruto le han sacado a la historia de un chico que se debate entre el amor de dos chicas, con las también dudas y particularidades que tiene cada una de ellas de dicha relación.
En cualquier caso, y si finalmente decidís verla, os recomiendo cierta preparación psicológica previa. No viene mal.

martes, 10 de julio de 2012

El cuento al revés

Para una vez que creía íbamos a ver una película que gustaría a toda la familia, resulta que me encuentro con un bodrio más, de esos muchos -demasiados últimamente- que se pueden sufrir por esas salas de Dios. 
Mi preocupación, ya en el cine, era que mis niños -todavía son muy asustadizos, quizá en exceso- no tuvieran pesadillas tras ver Blancanievas y la leyenda del cazador. Ellos querían verla pese a que todavía hubieran necesitado unos añitos más para cumplir con la recomendación de edad que tiene la película, y yo acepté porque a mí me apetecía verla. Ya digo que me he tragado -y lo que te rondaré morena- auténticos bodrios simplemente porque ellos son quienes eligen... y aquí la cosa me beneficiaba.
Mi precaución inicial se convirtió rápidamente en una nueva desesperanza porque la película es malísima. Efectivamente el argumento de fondo es el clásico cuento de Blancanieves, aunque versionado con un trasfondo guerrero de la Edad Media, con damiselas, caballeros y príncipes. Y no falta ni la Reina malvada, ni la Princesa inocente, el caballero protector, el príncipe enamorado, los siete enanitos, el espejito espejito quién es la más bella, la manzana y, por supuesto, el beso.
La cosa podría haber ido más o menos bien, sobre todo teniendo a una tipa guapísima como Charlize Theron en el papel de la envidiosa oficial del Reino -envidia de guapura-, pero todo se viene abajo cuando de quien tiene envidia esta rubia impresionante es de la hierática Chris Hemsworth (la de los vampiros y hombres lobo de los crepúsculos, lunas nuevas, etc, etc, etc). ¿Cómo puede tener envidia la Theron de la Hemsworth?. Y no porque ni siquiera permita -yo- la comparación en lo que a belleza se refiere, sino tampoco en interpretación ya que la aspirante a vampira en películas anteriores lo borda sea cual sea el papel que haga, es decir, siempre tiene la misma cara que no dice nada, con la vista baja, interpretaciones forzadísimas y, sobre todo, diálogos casi inexistentes, quizá porque la chica no da más de sí. De hecho, da una arenga final a su ejército que seguramente pase a los anales de la historia del cine por lo absolutamente nada creíble que resulta.
Ya digo que entre comentarios y risas de lo mala que es la peli, alguna cabezadita de varios de los presentes -mi hija se quedó frita más o menos a la mitad-, la sensación final es que me quedo con la Reina en lugar de con la Princesa. Algo así como el cuento al revés, pero claro cuando optas por gente mala, el final no puede ser mucho mejor.
Como tantas otras, abstenerse de ir.

domingo, 8 de julio de 2012

Un juicio un tanto viciado

Resulta más que evidente el argumento del último libro que he acabado con solo ojear el título: El día de la cuenta: Juan Pablo II a examen (Jesús López Sáez. Meral Ediciones SL. Madrid, 2005. 532 págs).
Efectivamente. Estamos ante un juicio al penúltimo Papa que ha dirigido a la Iglesia Católica, y paradójicamente uno de los más queridos, al menos, por los fieles. Por eso mismo, por lo popular, carismático, amado, alabado... que fue y aún hoy sigue siendo Juan Pablo II (casi desde el día de su muerte se inició proceso para hacerle Santo), me atrajo la lectura de este libro dado que era ir contra el sentir mayoritario, y eso es algo que yo suelo prodigarme bastante.
Tuve conocimiento del libro por un reportaje visto en televisión, y al día siguiente llegó a mis manos cuando, tras comentarle de su existencia a un conocido, éste me dijo que lo tenía. Sorprendido (yo), entendí que a lo mejor era una señal divina para que iniciara su lectura. Y a ello me puse.
Con el tomo en mis manos supe que no es la primera vez en la que el autor le da leña al Papa, sino que ya hizo lo propio en un libro anterior: Se pedirá cuenta.
Este examen a Karol Wojtyla es por la responsabilidad que pudo haber tenido en la muerte de su antecesor Albino Luciani (Juan Pablo I); no lógicamente porque fuera el responsable de la misma, sino por la nula investigación posterior realizada por el Vaticano sobre dicha muerte, y a la que Jesús López se refiere como "esa herida mal cerrada".
Ante este contexto me resultó tremendamente atractivo el libro, tanto por los planteamientos realizados por el autor, como por su forma de actuar en la que manda copias a determinados obispos y cardenales, algunos de los cuales vienen a darle su bendición para que siga adelante, mientras que otros se oponen frontalmente. Un ingrediente más que da sustancia a la obra.
Tras un inicio ciertamente que engancha, creo que López Sáez pierde un poco el norte, o al menos yo sí que me pierdo, cuando empieza a hablar de conexiones por todos sitios entre banca, mafia y Vaticano; además de realizar continuas referencias a la también participación del Opus Dei y la masonería.
Sigue perdiendo atractivo cuando el análisis de Juan Pablo II se remonta a su etapa de obispo y cardenal, y a cuestionar muchas de las actuaciones realizadas entre las que me llama la atención la campaña que venía realizando el propio Wojtyla desde hacía décadas para llegar a ser Papa.
Ese interés inicial va tornándose en un sentimiento de insoportabilidad al libro que, en ocasiones, se convierte casi en animadversión. De hecho, en varios momentos estuve por abandonar su lectura haciendo bueno aquello de "Hay tantas cosas por leer en este mundo y la vida es tan corta, que debemos seleccionar muy bien lo que se lee". Sin embargo, decidí seguir adelante con la esperanza de que la tendencia mejorara. Pero fue a peor. El colmo lo encuentro en esas páginas finales en las que se enjuicia prácticamente todo el papado de Juan Pablo II, llegando en un último momento a analizar la situación política internacional de la época en algo que, para mí, está fuera de lugar, al menos con el planteamiento inicial de la obra. Es más, me parece que lo que se hace es un juicio a la labor apostólica de Wojtyla, y eso, lejos de ser novedad, es algo que se puede aplicar, no ya a cualquier Papa, sino a cualquier responsable público e incluso persona privada.
Estaríamos, por tanto, ante otra cosa y no ante ese examen a Juan Pablo II por lo ocurrido con Juan Pablo I. O, al menos, gran parte de la obra se destina a ese otro objetivo que, insisto, no es lo que yo buscaba encontrar.
Tan dura me ha resultado la lectura del libro, que he tardado once meses en dar fin a una especie de suplicio que, en la confianza de que una segunda ocasión sea objeto de mayor aprovechamiento por mi parte, tengo intención de abordar pero una vez haya leído su antecesor.