lunes, 29 de septiembre de 2008

Objetivo San Sebastián (IV)




Sigo mi preparación con la vista puesta en el 30 de noviembre, donde intentaré hacer en el maratón de San Sebastián 3 horas y 30 minutos. La verdad es que últimamente estoy con la moral bastante subida porque aunque la cagué en la media maratón de Guadix, la cosa está justificada por la dureza de la prueba, el mucho calor que hizo, y la falta de agua que sufrimos -algunos- corredores. Además, ayer hice una prueba y corrí 10 kilómetros -en un lugar con bastantes cuestas- a 4 minutos y 48 segundos el kilómetro (de media). También estoy consiguiendo hacer semanalmente los rodajes tranquilos, de cierta relajación, a 5 minutos el kilómetro (en menos he corrido hoy 13 kilómetros).
Viene todo esto al hilo de lo que ocurrió ayer en Berlín. El mejor corredor de maratón de toda la historia, el etíope Haile Gebreselassie (35 años), batió de nuevo el récord del mundo de la prueba. El anterior era suyo. En esta ocasión ha corrido los 42 kilómetros y 195 metros en 2 horas 3 minutos y 59 segundos, es decir, 27 segundos menos que el anterior. Una auténtica barbaridad.
Bien es cierto que yo soy un meloncillo en esto del atletismo, pero estoy orgullo de mis carreras, de mis tiempos, y me genera gran satisfacción la mejora que voy consiguiendo, poco a poco, pero mejorando al fin y al cabo. Sobre todo porque esto del correr es muy duro y sacrificado para un simple aficionado como yo.
Por eso quiero destacar lo que ha hecho Gebreselassie. Ha corrido más de 42 kilómetros a una media de 2 minutos y 56 segundos. Yo no es que sea incapaz de hacer eso, sino que ni siquiera consigo correr un solo kilómetro a 3 minutos; lo intento en mis series, pero me resulta casi imposible bajar de 4 minutos.
Por eso quiere reivindicar aquí tanto la figura de Haile como la de los sufridos maratonianos que, siendo los protagonistas de la prueba rey del atletismo, siempre pasan casi desapercibidos en los grandes eventos deportivos. Un ejemplo, el último, las recientes olimpiadas de Pekín.
Para acabar, os dejo las fotos de Haile, tras ganar ayer en Berlín, (cómo llegó)... frente al cómo llegué yo en mi primera, y hasta ahora, único maratón que he corrido. Fue en Ciudad Real, en el año 2003, y tardé 3 horas, 55 minutos y 50 segundos, es decir, en ese tiempo Gebreselassie correría casi dos veces esa distancia.

jueves, 25 de septiembre de 2008

¿Y el espíritu de la Abeja Maya...?

Dábamos un paseo la otra tarde la familia en pleno, y nos dio por cenar en algún lugar. Los niños no lo dudaron: un poquito más allá estaba el Burguer King. No había nada que negociar porque no era posible... no por la comida sino por el regalito que incluye el menú infantil.
La sorpresa llegó cuando el regalo no era, como ocurre habitualmente, el muñequito de un personaje de la última película de Disney. En esta ocasión el protagonismo era para los Pokemon. Mientras yo creía que en esta ocasión no gustaría a Guillermo (7 años) y Lucía (4 años), ellos daban saltos de alegría por la suerte que habían tenido (¡?!). El muñeco incluía una carta con el nombre, la fuerza, los ataques y las evoluciones del juguete en cuestión. Mi hijo (recuerdo, 7 años) intentaba explicarme que los Pokemon más fuertes son los legendarios: el diamante y el perla. El primero es el mejor, y el segundo, el segundo. Son algo parecido a unos dinosarios que no cambian de aspecto. Los que cambian son todos los otros, y lo que en un primer momento parece un pollito azul inofensivo, con hacer no sé qué historia, se convierte en un pajarraco de mucho cuidado. Pueden sufrir hasta dos evoluciones con el objetivo de luchar con los otros y ganar... no sé qué. Mi hijo seguía explicando los ataques ala de acero, fuego, piedra, rayo, surf... y todo ello en un sin fin de animalitos con nombres imposibles de asimilar y reproducir (por mi) pero que los niños dominan como yo en mi época los jugadores de fútbol de la liga.
Yo estaba alucinado, sorprendido, boquiabierto porque lo único que me sonaba de aquello era una especie de osito amarillo llamado Pikachu (creo que se escribe así), protagonista de una serie de dibujitos, y que resulta que es el más malo de todos tan sólo por delante de un tal Mallicar, o algo así. Y yo creyendo que era el mejor.
Mi sorpresa no quedó ahí. Al día siguiente, por la tarde, en cuanto abrió la Toñi (una tienda de 20 duros que hay bajo casa) Guillermo cogió de su hucha cinco eurazos para comprar dos Gormiti. ¿Un que... ? ¿Qué es eso? Por lo que cuesta, y tratándose de algo para un niño pequeño, será la releche. ¡¡¡Otro muñeco de plástico, muy feo, de unos 5 centímetros de altura!!! Mejor no os digo para qué sirve, o lo que intentó explicarme Guillermo que era. Y lo peor fue que Lucía (recuerdo, 4 años), al ver a su hermano, quiso comprarse otro. Cualquiera le decía que no. Pero al llegar a la tienda, en vez del muqueñito, quiere un perrito que viene en una bolsa, hecho de plástico duro, y de unos 3 centímetros de largo. Un bebé perrito llamado Puppy -la saga- que no tiene más atractivo que su carita de bueno y un pañal blanco que cuando lo metes en el agua se vuelve de color rosa o azul, según sea niño o niña. ¡¡Otros dos eurazos y medio!!
Al saber de la existencia de tanta cosa rara, que estos mocosos dominan a la perfección, no sé muy bien si es que ellos mismos se complican la vida, o que se la complicamos nosotros, los mayores, con historias tan sofisticadas que en otra época, la nuestra, eran impensables.
¿Dónde está el espíritu de la Abeja Maya? ¿En qué ha quedado? ¿Demasiado tonto e infantil...? Pues nosotros crecimos con ella y con otros muchos de su estilo.
A saber en qué acaba todo esto.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Regreso con el mítico...

Ya tenía ganas de volver a La Victoria. Y más tras ese impresionante inicio -me lo perdí por lo que todos ya conocéis- con tres victorias en tres partidos, que nunca se había dado en la historia del Real Jaén.
Por eso, lo del sábado por la noche fue fiesta en mi casa. De los cuatro miembros de la familia tan sólo uno no es socio: Alicia. Pero en estas ocasiones se suma al carro. Así, y con una hora de antelación sobre el inicio del partido, la familia Cámara Castillo ya estaba en el campo. Me gusta el ambiente previo, que en este caso era especial por la euforia que se respiraba por todos sitio. La verdad es que nada tenía que ver con años anteriores donde el cabreo era el sentimiento generalizado. Ahora, no; el optimismo invadía el sentir de los seguidores del co-líder del grupo cuarto de la Segunda B, sobre todo ante la visita de un recién ascendido: a priori, carne de cañón.
En mi primer partido de temporada, ya digo, que me gustó el ambiente. También lo que vi dentro del campo. En la portería sí eché de menos a Calleja en alguna no-salida de nuestro guardameta. En la defensa, como siempre, solidez. Me sorprendió Espín, un chaval al que el año pasado entrevisté en muchas ocasiones, y siempre se lamentaba de su mala estrella porque una eterna lesión le impedía jugar.
En el centro del campo Ros seguía ejerciendo de general, aunque no me convenció mucho su escudero, Solabarrieta, a pesar del gol. Tuvimos una conducción más efectiva cuando al lado de Ros estuvo Dani Guerrero. En las bandas, un lujo contar con el regreso de Javi Moyano, mientras que Álex García, por mucho que me pese decirlo, hace que no nos acordemos de Sutil.
Delante, impecables tanto Geni como Arriaga.
Cierto que en algún momento del partido nos acongojamos, y mucho, por el peligro del empate, pero no es menos cierto que el colegiado nos anuló dos goles -a Geni- por fuera de juego inexistente.
En cualquier caso, tres puntos más al saco que hacen de este Real Jaén un histórico: cuatro de cuatro, y líderes en solitario tras la derrota, hoy, del Cádiz.
Chapó, una vez más, por Carlos Terrazas porque, que a nadie se le olvide, es el artífice de este milagro llamado Real Jaén 2008-2009.
Por cierto, mi regreso a La Victoria fue, como no podía ser de otra manera a una hora tan propicia como las nueve de la noche, con el mítico bocata de foie-grass con chorizo. Doble lujo... y que dure.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Imbebre

Tengo la costumbre de tener cerca, siempre que leo, un lápiz, un papel y un diccionario. El diccionario es para buscar las palabras que no entiendo o que, a pesar de ser comunes y por ello facilitas, escapan a mis cortas luces porque quizá estén siendo utilizadas con una acepción especial. El lápiz y el papel es para anotarlas. Incluso tengo elaborada una lista de términos (del tipo gleba, gozne, mendacidad u oxímoron) y significados que enriquezco a medida que pasa el tiempo, y que además repaso de vez en cuando para ampliar mi vocabulario.
En estas estaba yo leyendo un artículo sobre culos cuando me topo con la siguiente frase: Yo creo que cuando pones Antena3 y te encuentras a un señor que se presta a ponerle voz a un personaje que habla sin miedo de sus hemoroides o, incluso, si pones la CRN de madurgada y en vez de encontrarte la cotización del IBEX 35 te encuentras el culo peludo de un hombre empujando sobre el culo imbebre de una señora, es que ya hay que perderle el miedo a los culos.
La verdad es que el autor escribe -las más- bastante bien, lo que ocurre es que no se prodiga demasiado. Otras veces se pasa tres pueblos, pero la juventud es una enfermedad que sólo se cura con el tiempo. De hecho, ésta es una de sus mejores epístolas pues revela conocimiento y preparación, quizá impropia de su edad.
Destaco este párrafo porque la palabra madurgada entiendo que es una simple errata derivada de las prisas, y comprendo que debería decir madrugada. Pero sí me ha puesto a pensar lo de imbebre. No tengo ni idea. Por eso, echo mano del diccionario pero tanto el DRAE como el María Moliner dicen lo mismo: la palabra no está.
Tras varios intentos fracasados de deducción e interpretación echo mano de las prisas y llego a la conclusión de que se trata, una vez más, de que alguna letra estaba bailando en el momento de la foto. Donde dice imbebre debería decir imberbe, ¿verdad?.
Este es el problema de utilizar ingeniosos terminajos pero errar en lo más tonto, porque lo de madurgada a nadie se le escapa.
P.D.- Yo tenía intención de matricularme (es en serio): DE FRANCÉS.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Cuaderno de bitácora (a Jesús): Epílogo

Querido compañero:
A partir del próximo martes volveremos a compartir aventuras y batallas pues, tras el descanso del guerrero, el regreso se hace inevitable (aunque no sé si te encontraré allí o te habrás ido, una vez más, de viaje). Han sido las mías unas jornadas de otropensar necesarias, aunque no hice más que llegar al Reino y ya me llegaron las nuevas de Palacio. A mí, la verdad, no me han pillado por sorpresa pues debemos tener en cuenta que vivimos en una tierra de grandes señores venidos a menos, tocando en ocasiones la nada.
Se ve que ya hemos olvidado que aquel gran país donde no se ponía el sol pasó a verse negro para que le diera un poquito la luz. La ausencia de reyes como Dios manda, y su sustición por regentes y validos más ocupados de sus propios egoísmos, ambiciones personales y ajustes de cuentas les impidió atender a un pueblo que pasaba hambre, y a unas tropas que -también con las tripas necesitadas- no encontraron honor por el que luchar y morir. El resultado fue la llegada de la oscuridad. Y, como quien olvida su pasado está condenado a repetirlo, en estas nos vemos.
En aquella época pasada para olvidar el principio del desastre comenzó con nombres como el cuarto Felipe y su conde-duque de Olivares. ¿Se habrán reencarnado en este tiempo por arte de la magia más mala?
Cuenta el capitán Alatriste en una de sus aventuras, aquella en la que cae en una trampa y conspiración para matar al rey quedando él finalmente acusado del regicidio, que estando el monarca amenazado por una pistola y cuatro espadas, Alatriste logró librarse de ataduras y guardianes, y acudió veloz en defensa de su España. Allí, mientras diseñaba la estrategia para el rescate, relata lo siguiente "El hombre rubio (el rey) no parecía de mucha ayuda: seguía inmóvil, hierático, su escopeta en las manos, mirando a los asesinos que lo cercaban, el aire tan indiferente como si nada de aquello lo concerniese. Observó que, por hábito de cazador, mantenía un faldón del tabardo sobre la llave de la escopeta, para protegerla del agua. De no ser por la lluvia, el barro y los cinco hombres amenazantes, se habría dicho que posaba para un cuadro de Diego Velázquez. El capitán compuso una mueca a medio camino entre la admiración y el desprecio. Valor tal vez, se dijo. Pero también, y sobre todo, estupidez y absurda compostura a la borgoñona. Al menos quedaba un amargo consuelo: ni siquiera sabiéndose en peligro de muerte, el rey por el que arriesgaba la vida perdía las maneras. Y eso estaba bien. Aunque quizá lo que ocurría era que aquel figurín palaciego no terminaba de creerse lo que estaba pasando, ni lo que iba a pasar.
A fin de cuentas, reflexionó Alatriste, qué infiernos le iba a él mismo en ello. Quién lo obligaba a jugársela por un fulano que no era capaz de mover una mano para defenderse, cual si esperase que bajaran los ángeles del cielo o salieran de la maleza sus arqueros de la guardia o sus tercios, apellidando a Dios y a España".
En esas tribulaciones estaba el capitán, con sus principios echados por tierra como te podrás imaginar, cuando uno de los sicarios gritó al rey que entregara su arma, sabiendo que sus posibilidades eran mínimas. "Entonces Felipe IV hizo algo extraño. Impasible, sin mudar la expresión del rostro, inclinó un poco la cabeza para mirar el arma como si hasta ese momento la hubiera olvidado. Lo hizo con la indiferencia de quien observa algo sin la menor importancia. Tras un instante de inmovilidad, echó atrás el percutor de la llave de chispa y se llevó la escopeta a la cara. Luego, tras apuntar al sicario con una pasmosa frialdad, lo derribó de un escopetazo en la frente.
Ahora sí, pensó Alatriste sacando la temeraria. Qué más da el trapo del que esté hecha la bandera. Ahora sí merece la pena morir por ese rey". Y sin pensárselo dos veces, salió de entre la maleza en defensa de su honor, sabiendo que lo más problable es que acabara en el otro mundo.
Si quieres saber el final deberás leerte el libro, pero... ¡qué envidia que dan reyes así! ¿Verdad?, amigo Jesús.
Por cierto, ha llegado a mis oídos que en este tiempo has sido padre. Enhorabuena. Ahí tienes tu bandera.
Hasta otra.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Cuaderno de bitácora (a Jesús): estamos en casa

CRÓNICA DEL DOMINGO, 7/09/08

En el día de hoy tengo una de las pruebas más difíciles de cuantas deberá afrontar hasta verme metido de lleno en la normalidad post-vacacional. A las diez de la mañana comienza la media maratón de Motril (21,097 kms). No se presenta dura por lo larga que pueda parecerte, sino porque al alto calor y humedad previstos tengo que sumar los kilitos de más que -seguro- he cogido en los últimos diez días. Hace poco escuché en un informativo del canal 24 horas de TVE que los psicológicos recomendaban, en ese proceso de adaptarse a la normalidad -tras las vacaciones- poco a poco, retrasar unos días la cita con la báscula, y no hacerlo de manera inmediata. Yo no sólo no seguí ese consejo, sino que una vez osé pesarme en el barco; el susto fue mayúsculo pues mis 82 kilos habituales eran allí 87. Tras el sock inicial vi pronto la raíz del problema: la báscula está rota.
Finalmente corro y la cosa sale bien pues mi objetivo inicial de 1 hora y 45 minutos queda en 1hora 46 minutos y 49 segundos.
Te recuerdo que tras llegar de Barcelona me he quedado en Granada para afrontar precisamente la cita de Motril. Una vez finalizada, y dada buena cuenta de una paella más de las magníficas que hace mi cuñada Celia, emprendemos el regreso a Jaén.
La primera parada es en casa; el tiempo justo para dejar las maletas como están, y abrirlas únicamente para coger algunos de los regalos que vamos a hacer. Sin tiempo para nada marchamos hacia Higuera en busca de Guillermo y Lucía, y también para saber el estado del corazón de mis suegros, que llevan diez días con ellos -y también con sus primos Álvaro y Helena-.
Alicia, mi esposa, llega primero a la casa mientras yo aparco el coche. Cuando llego yo, Guillermo (7 años) me llama mientras viene a mi encuentro y se abraza, y al instante lo hace Lucía (4 años). En el abrazo prolongado hacia los dos no me doy cuenta de la actitud de Guillermo: está llorando. Incluso ahora no puedo evitar emocionarme -mientras escribo estas líneas- recordando el momento. Quizá sea una de las mejores cosas que me han pasado en estas vacaciones.
Allí, sobre la marcha, de cido que no volveremos a separarnos aunque hayan sido ellos, los niños, los que se negaran en redondo a subir en un barco porque: ¡¡papá, que no, que se hunde como el Titánic!!.
Me vienen a la mente las palabras que no hace mucho oí a alguien cercano: estamos en una edad en la que hay que hacer equipo. Y ese equipo, en mi caso, se llama Alicia, Guillermo y Lucía.
Ahora sí. Ya estamos en casa.

martes, 9 de septiembre de 2008

Cuaderno de bitácora (a Jesús): punto y seguido

CRÓNICA DEL SÁBADO, 6/09/08

Vaya paradoja de vacaciones. ¡Madrugando hasta el último día!
Como te dije ayer, el barco debe estar desalojado en su totalidad antes de las 9 de la mañana, como muy tarde, de ahí que haya que darse un poquito de prisa. A nosotros, por esa suerte innata que tenemos, nos tocó irnos en el primer turno, lo que suponía desayunar a las 6,30 de la mañana, lo que suponía levantarse a... ¡¡¡¡?¿!!!
Para evitar el siempre temido síndrome post-vacacional, cambiamos la hora, y nos dejaron salir los últimos. Eso está mejor: entramos los primeros y nos vamos los últimos.
Es inevitable cierta añoranza cuando a eso de las nueve y algo de la mañana, una vez traspasada la trampilla que une el barco con el puerto, afrontas las escaleras de salida; esas mismas que hace exactamente un semana, y casi a esa misma hora, recorríamos pero en sentido contrario. Si el sábado pasado las abordábamos con muchas ganas, hoy las dejamos con mayor envidia si cabe hacia todos aquellos con quienes nos cruzamos en el camino, esos que ocuparán sus habitaciones -y todo lo demás- que hemos disfrutado como en ningunas otras vacaciones.
Dejado atrás el trauma inicial, la cosa es sencilla. En taxi hasta el aeropuerto donde llegamos a eso de las 10,30 horas. Ya falta menos apra las 17,30, hora prevista para la salida del avión de regreso al aeropuerto de Jaén. Siete horitas de nada quese pasan con gran pesadez, aunque intentando aliviarlas entre lectura del capitán Alatriste y paseo por aquí y por allá, comida, cervecita, alguna llamada de teléfono, vistazo a las tiendas... y una media hora antes de la partida ¡ya me extrañaba a mí no encontrarme con naide de Jaén!. Y no ya de Jaén, sino de Onda Jaén. Es Jesús (el otro) que viaja con la familia en pleno, de regreso al terruño, tras unos días por aquellos lugares.
Una chica amable nos llama por megafonía, embarcamos, y se repite uno de los peores momentos de las vacaciones. El avión tarda unos 20 minutos en llegar a la pista de despegue, algo que no sólo no sirve para tranquilizarme sino todo lo contrario, porque en ese tiempo se ha puesto a llover (vamos, caen cuatro gotas). ¿Saldrá el avión si está lloviendo? ¿No sería mejor esperar a que escampe?... son alguna de las preguntas tontasa que me hago hasta que, de pronto, el piloto pisa el acelerador a tope, oigo un gran ruido de motores, se me pega la espalda al asiento, y la rigidez de mi cara, cuerpo... y mente contrasta con las risas de mi esposa, los gritos de alegría de los hijos de Jesús llamando la atención de su padre por lo chulo que es lo que se ve por la ventanilla, y casi los ronquidos de algunos pasajeros cercanos a mi. Mira que yo me duermo de pie, pero seguro que en un avión... ni acostado.
El trayecto no es demasiado largo, y la lectura me sirve para evadirme un poquito. Algún movimiento brusco -leve para el resto del pasaje- hace que me agarre al sillón en más de una ocasión. La cosa vuelve a ponerse chunga cuando nos avisan que vamos a aterrizar. Si el subir es malo, el bajar me sienta peor todavía.
Cuando tomamos tierra y se paran los motores no puedo evitar dar algún aplauso (y tampoco se me olvida darle lasa gracias, de nuevo, a San Isidro).
Nos quedamos en Granada porque mañana hay carrera, pero la cruda realidad nos indica que las vacaciones de viajar se han acabado. Hora de marcar, por lo tanto, un punto y seguido como el de otros años pero que en esta ocasión es especialmente difícil de asumir porque ha sido mucho, quizá demasiado, para lo que yo estoy acostumbrado.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Cuaderno de bitácora (a Jesús): esto se acaba

CRÓNICA DEL VIERNES, 5/09/08

Ha llegado el día de la relajación. Es la última jornada de crucero, sin escalas, con un viaje directo Palermo-Barcelona. Todo el día (y dos noches) en alta mar. Se nota porque el movimiento del barco es algo más acentuado de lo que venía siendo hasta ahora. La verdad es que estoy sorprendido porque uno de los mayores miedos que tuvimos durante la preparación del viaje fue el mareo por el movimiento del barco. Sin embargo, hasta hoy parecía que estábamos en un complejo hotelero en tierra firme (mucho peor lo he pasado en alguna ocasión, contigo al volante, cuando se te ha hinchado la vena). Imagino que será porque el barco es muy grande y tiene gran estabilidad, pero creo que también depende del mar que ha estado muy tranquilo todo el viaje. De hecho, un camarero nos dice que tal día como hoy, pero hace dos semanas, la mar estaba brava y las olas llegaban hasta la cuarta planta, generando cierto acongojamiento entre los huéspedes e incluso algunos empleados.
Lo dicho, día tranquilo marcado, desde un punto de vista gastronómico, por un desayuno con huevos benedictinos, el almuezo ha sido en el Johny Rocker (hamburguesería típica norteamericana donde nos sorprenden los camareros con un baile a mitad de la comida) de donde hemos salido casi empachados, y en la cena he pedido nuevamente Stela, la mejor cerveza de cuantas hemos tomado.
Entre tanto, gimnasio, jacuzzi, piscina, sauna, baño turco, siesta, vistazo último a las tiendas que están en rebajas, espectáculo de despedida, y a dormir que mañana hay que abandonar el barco antes de las nueve de la mañana.
Esto se acaba. Una lástima.

Cuaderno de bitácora (a Jesús): con la miel en los labios

CRÓNICA DEL JUEVES, 4/09/08

Hemos llegado a la isla por excelencia: Sicilia. Llama la atención que las calles de Palermo no sólo las patrulla la Policía sino también el Ejército. Aunque me sorprende más algo que he visto en dos ocasiones: un coche de gran cilindrada escoltado -por delante y por detrás- por sendos coches camuflados de la policía que no se corta ni un pelo a la hora de despejar su camino al reso de vehículos (el copiloto no duda en sacar medio cuerpo por la ventanilla y, con una especie de paleta matamoscas en la mano, avisa a los otros conductores). En cualquier caso, el tráfico es un caos; hay que pelearse con los coches y las motos para que te dejen pasar por un paso de cebra regulado por semáforos, estando verde para el peatón y rojo para los coches. Viene a ser algo así como la ley del más fuerte. Aquí tú disfrutarías, seguro.
Ya nos lo avisaron, y es cierto: Palermo no tiene mucho que ver. Lo más atractivo, por su rareza con respecto a los cánones que conocemos, es su catedral. De toas formas, la grandeza de cualquier monumento se ve rápidamente empañada por la malísima sensación que deja en el visitante el pobre estado de conservación en el que se encuentran muchos de los edificios colindantes; hay incluso casas en ruina, solares abandonados,... Alguien dijo que parece más bien una ciudad de África.
Finalmente no hice la locura que tenía pensada. Justo al bajar del barco me encuentro varios puestos vendiendo todo tipo de artículos promocionales, entre ellos referentes a Don Vito. A uno de los vendedores le pregunto si Corleone pilla lejos, y tras indicarme que a unos 100 kilómetros, también me aconseja no ir porque puede resultar complicado. Le hago caso y me conformo, por ahora, con las películas. Es lo más cerca de lo que he estado nunca. La miel... en los labios.
El capuccino de Palermo es peor que el de Roma y Florencia.
Regresamos al barco y realizamos nuestra rutina normal de cada día: piscina, jacuzzi, espectáculo en el teatro... en la cena turno para una Beck´s (cerveza alemana): 33 cl y 5,5 dólares.

Cuaderno de bitácora (a Jesús): día tranquilo

CRÓNICA DEL MIÉRCOLES, 3/09/08
Desde el balcón de mi camarote, con un (otro) puerto italiano de fondo.


El día de hoy se prevé relajado. El barco llega directamente al puerto de Nápoles, por lo que no es necesario madrugar porque bajamos a pie en lugar de hacerlo en lanchas.
En el desayuno sustituyo las tostadas que como habitualmente por una tortilla impresionante que hacen sobre la marcha unos cocineros jamaicanos. La gente pide uno, dos o tres ingredientes de los muchos que hay entre los que elegir, pero yo les indicó que me pongan un poco de todo. La única pega es que comí de una sola vez todo el picante...
A las once de la mañana ya estamos recorriendo las calles de Nápoles, y lo hacemos con cierta precaución por eso de ser una ciudad peligrosa... la de la mafia. Sin embargo, creo que es más leyenda que otra cosa; o habrá, pero no -o no se aprecia- para una gente que viene a echar un día en la ciudad.
Lo que sí resulta un caos es el tráfico. Ningún conductor respeta los pasos de cebra, y en cada calle se produce una auténtica lucha entre vehículo y peatón: gana el que primero llega, y el que más huevos le eche al asunto.
Aunque vemos algún monumento, ya te digo que la jornada la hemos planteado casi como de paseo, y también de compras porque recorremos lo que aquí vendría a ser la calle San Clemente de Jaén.
De regreso al barco compramos un par de trozos de la famosa pizza napolitana que, la verdad, está bastante buena.
Mañana igual hago una barbaridad.

P.D.- Estoy sorprendido por lo bien que visten los italianos, y decepcionado por lo mal que lo hacen las italianas. Por cierto, el capuccino de Nápoles está mejor que el de Roma; y hoy en la cena ha caído una cerveza mexicana llamada XX (355 cc y 5,5 dólares) que estaba algo floja.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Cuaderno de bitácora (a Jesús): esto es muy grande. Demasiado

CRÓNICA DEL MARTES, 2/09/08

Hoy, nuevo madrugón para ver...... ROMA. Llegamos temprano a Civitavecchia, y desde allí unos 40 minutos en tren hasta la capital. El barco se va a las seis y media de la tarde, por lo que resulta imposible verlo todo. Imposible, no ya en un día, sino en una semana. Por eso, nos lo tomamos con filosofía y sin demasiadas complicaciones.
Recé en la Capilla del Santísimo del Vaticano, tiré una moneda y pedí un deseo en la Fontana Di Trevi, y me sentí Máximo en el Coliseo. Esto es demasiado grande, demasiado importante, y un día es demasiado poco tiempo. Tengo que volver pero con mayor tranquilidad. Es mi compromiso. Quizá sea contigo.
Regresamos al barco cansadísimos. Unos van a la cama, otros a comer, pero yo prefiero tomar algo rápido y relajarme en el jacuzzi de agua caliente de cubierta. El agua burbujeante me cubre hasta el cuello, y lo templadita que está hace que me quede frito en unos segundos. Media hora de siesta placentera -más propia de Dioses que de mortales- que se ve interrumpida bruscamente porque la abuela portuguesa que había sentada a mi lado, en lugar de salir por la escalera que tenía más cercana, optar por rodear el centro del jacuzzi y, al llegar a mi latura, no se da cuenta de que tengo las piernas estiradas; el tropezón no sólo me hace bajar del paraíso sino que del susto, la pobre casi se ahoga (afortunadamente no ha sido necesario que le haga el boca a boca).
Cenando he tomado una cerveza belga llamada Stela; está buenísima. La mejor de las probadas hasta ahora (33 cl, y 5,5 dólares).

P.D. El capuccino de Roma está mejor que el de Florencia.

Cuaderno de bitácora (a Jesús): la ciudad de los helados

CRÓNICA DEL LUNES, 1/09/08
Anoche (el lunes, al final de la jornada) estaba demasiado cansado como para cumplir mi compromiso diario con este cuaderno. Por eso te empiezo a escribir en un vagón de tren a las nueve menos algo de la mañana (del martes), camino de una gran ciudad de la que mañana te hablaré.

Fue un día largo e intenso. El despertador sonó a la seis de la mañana, desayuno consistente y buscamos una barquita para llegar a tierra (finalmente estamos en L´Spezia pues un exceso de tráfico marítimo en Livorno nos ha impedido cumplir con el plan previsto). En el autobús da tiempo a echar una cabezadita, por lo que afrontamos con ganas y fuerzas el recorrido por Florencia.
Lo primero, y obligado, tomar un capuccino. Im-presionante de bueno. ¿El precio?: 1,20 euros en la barra, y 4 euros en una mesa. No hace falta decirte dónde me lo tomé.
El recorrido por la ciudad no es tan minucioso como debería, pero es que apenas si tenemos cuatro horas; por eso, la guía nos da unos consejos que cumplimos y nos va bien. La verdad es que resulta casi imposible describir tanto monumento. Impresionantes iglesias, espectaculares edificios civiles, y ¿qué decir de las estatuas?: MUNCHAS. Me hago fotos junto a Leonardo Da Vinci y también Maquiavelo. En la catedral me llama la atención hombres y mujeres vestidos con una especie de poncho verde; me explican que a quienes no guardan decencia en el vestir (sexys tirantillos en las mujeres, y mangas sisa enseñapelosdelossobacos en los hombres), se los colocan, y es que estamo sen lugar sagrado (A mí me choca la medida, pero me sorprende que mi cuñado -a quien la religión y la Iglesia se la rempampinfla, y mucho, lo entiende al decir que en mi casa, yo pongo las normas; a quien no le parezcan bien, que no venga).
Ir a Florencia y no comer un helado es como ir de turismo a Jaén y quedarse sin visitar Las Protegidas. Vamos a la heladería aconsejada por la guía. Yo pido una tarrina con los dos tipos de chocolate que tienen, pero el heladero me regaña: ¡¡Con más de 20 sabores diferentes que hay de helados, sólo vas a comer chocolate??. Así que, porque lo decide él, sólo me pone uno, y completa la tarrina con dos bolitas más del que le da la gana. Me parece bien, y después lo agradezco.
Acabada la visita comparo Florencia con Barcelona. En Barcelona hubo un tipo a quien le dio por hacer columnas y edificios retorcidos forrados con los restos de los baldosines de los suelos. En Florencia, fue a muchos a quienes les dio por hacer muchas estatuas, casi todas de tíos en pelotas, y deslumbrantes edificios.
A media tarde regresamos al barco, tomamos unas tapitas que nos hagan llegar hasta la cena, descanso viendo en el cine Spiderman III doblada en sudamericano, cena, actuación de magia en el teatro,... y a la cama.
Mañana se prevé duro el día.
P.D.- Hoy he comprado tu regalo. Espero que te guste.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Cuaderno de bitácora (a Jesús): rojos y amarillos... los Ferrari

CRÓNICA DEL DOMINGO, 31/08/08
Te escribo desde alta mar italiana.

Eran algo más de las cuatro de la madrugada (del sábado al domingo) cuando llegamos a dominios franceses; lo sé porque así me lo indicó mi compañía de telefonía móvil a través de varios mensajes a horas intempestivas. Estuvimos toda la noche navegando y no se mueve absolutamente nada. Tantas dudas que nos generaba el posible mareo, ya te gustaría a ti conducir la furgona como este tipo manera el trasatlántico este.
Hoy toca excursión. Atracamos en Villefrance, un pueblo pesquero francés con poco que ver y el único atractivo de coger el tren hacia tres destinos interesantes: Cannes, Mónaco y Niza. Elegimos Mónaco.
Llegamos pronto -unos 20 minutos en tren- y buscamos el Casino. Nos movemos andando y en el recorrido nos cruzamos con varios ferraris, muchísimos mercedacos, una camioneta Chevrolet que parece un camión, algún Lamborgini... y lo dejo ahí. Se ve que aquí se llevan los coches carísimos... y también las mujeres de bandera porque mientras nos hacemos alguna foto en la puerta del casino llegan 3 rubias (¡¡¡!!!!) en un coche rojo, bajito, sin techo, y como marca un caballo negro levantado sobre los cuartos traseros, y al momento otra (rubia), sola, pero esta vez el amarillo era el color del coche.
Además de esto, que no es poco, me llama la atención que aquí cada bloque de pisos parece un hotel, y los hoteles se confunden con palacios de la realeza. No hay semáforos, tampoco papeles por el suelo, y los contenedores se disimulan tras una especie de cercados colocados estratégicamente en las calles.
Recorremos el teatro de Grace Kelly (me hago una foto junto a un olivo que hay en la puerta), el puerto, vemos el Palacio de los Grimaldi... y regreso a Villefrance.
Subimos al barco, almuerzo (repito Budweiser a 9 dólares) y siesta porque nos lo hemos ganado.
A las 17,30 toca deporte: elíptica y cinta. Tras el esfuerzo, y para relajar los músculos, realizamos un circuito de contraste, es decir, jacuzzi de agua caliente, jacuzzi de agua fría, jacuzzi de agua caliente, jacuzzi de agua fría... Mientras estoy en la tumbona de cubierta el barco empieza a moverse. Otra vez la incertidumbre; otra vez hacia un destino desconocido.
Para la noche hay que ponerse guapo porque tenemos cena de gala. Metí en la maleta dos trajes, por si acaso, y menos mal que lo hice porque el nivel es alto (hay hasta un escocés, falda incluida). Para la próxima vez le pido a Rafa Rus el chaqué.
Cena fina (como la de ayer. Yo sigo apostando por la cerveza. Esta vez una británica de 44 cl; se llama Boddinstons, o algo así. 8 dólares). Comemos bastante bien, el servicio es excelente y la única pega es el café, no el de hoy, sino el de cualquier día porque lo que beben estos americanos es aguachirri.
Concluye la jornada en el teatro con un espectáculo de música y baile al estilo Broadway (La Scala, que así se llama el teatro, tiene un aforo de casi 3.000 personas, y su escenario es como tres veces el del Darymelia).
Te dejo por hoy porque son casi las dos de la madrugada y mañana el levantarse es a las 6,30 horas, dentro de un rato. Ya te contaré el por qué.

Cuaderno de bitácora (a Jesús): cargo de conciencia

CRÓNICA DEL SÁBADO, 30/08/08
Escribo estas líneas en alta mar, en algún punto entre España y Francia, siendo las dos y pico de la madrugada (del sábado al domingo).

A las diez de la mañana estábamos ya en el puerto de Barcelona. Embarque sin problemas en un bote que es más grande que mi pueblo: Voyager of the seas (3.600 pasajeros, 1.300 tripulantes de 60 nacionalidades diferentes -sólo dos españoles-, 14 plantas disfrutables y algunas más por arriba y por abajo a las que no tenemos acceso).
Realizamos un rápido recorrido -boca abierta incluida porque una cosa son las fotos y otra esto-, y nos hacemos un millón de fotos en lugares que ya quisieran para ellos la mayoría de los pueblos de la provincia de Jaén: teatro, pista de atletismo y otra de patinaje sobre hielo, spa, rocódromo, 6 restaurantes, súpercasino...
La primera parada obligada llega en la piscina, y también catamos los jacuzzi de una de las cubiertas. Pronto buscamos el lado gastronómico del asunto. El buffet es libre, excepto la bebida (gratis únicamente limonada, agua y té helado). ¿Caro? Te puedes imaginar. Una Foster´s (cerveza australiana) de 75 cl, 9,5 dólares, y una Red Stripe (jamaicana) de 35 cl, 6,1 dólares. Aunque no te lo creas, las pago con gusto porque en la bebida me timarán, pero me desquito en la comida.
Nuevo paseíto, simulacro de accidente como en las películas, deporte (elíptica y cinta), jacuzzi, sauna, baño turno... una tapita y a cenar (para beber, una Budweiser -norteamericana- de 35 cl, 9 dólares). Demasiado fina -la cena- para mi gusto, pero algún sacrificio había que hacer.
Acabamos a la 1,30 de la madrugada, con destino desconocido, bailando en la planta 14 el Viva España -pasodoble- tocado por un quinteto cubano, y rodeados de un grupo entregado de guiris cuya media de edad no tiene nada que envidiar a la Quinta del Buitre.
Esto es impresionante. Casi, casi indescriptible. En ocasiones me da hasta cargo de conciencia.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Cuaderno de bitàcora (a Jesùs): Aviso de navegantes

Problemas técnicos ( 0,70 dòlares el minuto de conexiòn a bordo) me impiden transmtirte mi crònica diaria. Lo haré cuando pueda y desde donde pueda.
Saludos desde Florencia.