martes, 15 de agosto de 2023

Extraño, de turismo por Jaén



Recientemente me he sentido extraño en mi propia tierra. Así es porque no estoy acostumbrado a hacer turismo en el lugar donde resido. El destino así lo quiso, y la verdad es que no sólo ha sido una gozada sino que ya me he propuesto firmemente repetirlo periódicamente.

Hace años que mi esposa y yo hacemos turismo (deportivo) con otra pareja (cuñados). Nuestra cita es siempre para participar en un maratón, y de paso echamos unos días más para conocer la ciudad. Hemos recorrido parte de España y de Europa, y el disfrute ha sido siempre mayúsculo.

Por circunstancias que no vienen al caso, mis cuñados venían a Jaén para hacer turismo, y decidimos unirnos emulando tantos viajes como hemos hecho por España y Europa. 

La primera parada fue el barrio de El Almendral. Ellos habían oído hablar de los grafitis, y aunque a mí no me atraía la idea demasiado, hice gala del talante que me caracteriza y lo fijamos como el lugar por el que empezar nuestra visita turística.

Arriba tenéis una de las muchas fotografías que nos hicimos, y la verdad es que fue todo un descubrimiento. Me parece mentira que con algo tan simple, la implicación de un barrio entero (enhorabuena) consiga ofrecer un producto turístico tan diferente a lo que puedes ver por ahí, y que por eso mismo es todo un acierto.

El recorrido por esa media docena de grafitis no son sólo los dibujos sino el conjunto de confección de espacios adornados con macetas, cartelitos y todo tipo de sencillos elementos del día a día que han sido tratados con maestría para lo que pretendían: atraer visitantes.

Si todavía no lo habéis visitado, ya estáis tardando.


La siguiente parada fue en los Baños Árabes. Aquí arriba nos podéis ver a los cuatro.
No era la primera vez que los visitaba, pero sí ha sido la primera en la que he recorrido todo el edificio. Hay cosas que me gustan menos (Museo de Arte Naïf) y otras (recreación de casas y establecimientos de principios del siglo XX) que me han dejado con la boca abierta. ¡Qué chulo y qué recuerdos! Sí, porque muchas de las cosas que allí podemos ver han formado parte de mi infancia.

Después de tanto ajetreo cultural -aunque entre medias hubo alguna parada para echar un café o un refresco- era obligado cultivar nuestra riqueza gastronómica. Optamos por la zona de las tascas, y lo más sobresaliente de cuanto encontramos fue el Rossini y el Vermout de La Barra. ¡¡Qué pasada!! Por supuesto, convenientemente acompañados por un plato de sus deliciosas migas y... alguna cosilla más. Jejeje.

Lo que empezó con cierta extrañeza -como os comento al principio- acabó con una satisfacción plena e incluso cierto regusto por repetir. De hecho, hemos hecho el firme propósito de volver pero con destinos nuevos pero, eso sí, repitiendo.... ¡¡¡¡EN LA BARRA!!!!

1 comentario :

Anónimo dijo...

Te sonará eso de Paraíso Interior...😊