Tras la participación en el maratón de Sevilla, el pasado mes de febrero, y la preparación de alguna media para intentar hacer marca, comencé mi periodo vacacional (atléticamente hablando, claro) que aún mantengo estos días. Mi próxima cita será allá por San Lucas, en Amsterdam, donde participaré en mi segunda maratón de este año, y el sexto de mi vida tras Ciudad Real (2003), San Sebastián (2008), Florencia (2009), Málaga (2010) y Valencia (2011).
Llevo, por tanto, bastantes semanas de cierto descanso (que no absoluto) de cara al inicio, a mediados del próximo mes de julio, el plan para intentar abordar en Amsterdam las 3h20'.
Semanas de descanso en las que he vuelto a tontear con el fútbol, tras varios años sin probarlo. Y aunque durante algún tiempo la cosa ha ido bien, finalmente llegó lo que tenía que llegar: la lesión. Normalmente eran los isquio o los tobillos, pero en esta ocasión la molestia llegó al abductor. En mi vida me había fastidiado eso... pues mira por dónde, me tocó ahora.
Menos mal que sólo me fastidió una media, que aunque fue jodido, finalmente pude recuperarme -gracias a Pili, la fisio con magia en las manos-, y aunque hice la carrera con cierta solvencia, no pude mejorar marca. Por sólo tres segundos sobre mi mejor media, pero no pudo ser debido al dichoso fútbol. Ese fue el momento en el que más rabia me dio el volver a las canchas.
Y, como digo, menos mal que ha sido en temporada de descanso porque si es unas semanas antes del maratón, me da un infarto.
Ante esta nueva experiencia negativa, he tomado la decisión de colgar las botas. No volveré a jugar al fútbol. Es demasiado agresivo para un atleta... de élite.
A ver hasta cuándo aguanto.
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