Hace ya un tiempo que vengo leyendo un libro sobre personajes históricos. Son muchos a los que me he aproximado ya, prácticamente de todos los colores, pero el de hoy es el que más me ha llamado la atención. Se trata de Florence Nightingale, conocida como "la Dama del candil".
Nacida en una familia británica aristocrática en 1820, desde muy joven decidió ser enfermera; pero lo tuvo difícil tanto por su posición social -estaba mal visto- como por el hecho de ser mujer -qué os voy a contar-.
Sin embargo, lo consiguió finalmente, y su primer destino fue un hospital del ejército británico en Turquía durante la guerra de Crimea. "Las condiciones que encontró eran infernales: cloacas rebosantes, montones de ratas e insectos en las salas, y muchos más soldados fallecidos a causa de enfermedades que por las heridas en el campo de batalla. Suministrando agua corriente y comida fresca a los heridos, y manteniendo la limpieza del hospital, Nightingale consiguió realizar unas mejoras espectaculares. Cuando llegó al hospital la tasa de mortalidad ascendía al 60% de los pacientes. Cuando se marchó era del 2%".
Gran ejemplo el de la apodada "la Dama del candil" -os animo a buscar la razón- en lo que a perseverancia y pelea por una idea se refiere, pero también por conseguir grandes logros a partir de cosas tremendamente simples.
En un momento como este, recién llegados de las vacaciones y con los ánimos por las nubes configurando objetivos para el próximo curso, se nos va la olla. El querer hacer cosas no solo no es malo sino que es tremendamente positivo, pero de ahí a las agendas que nos montamos va un mundo. De hecho, en este exceso de planificación podemos encontrar el causante de que al final no consigamos lo que buscamos.
En lugar de tanta ambición tanto en la meta como en los medios a utilizar, si seguimos el ejemplo de Nightingale, su apuesta por lo sencillo, igual nos va mejor.
Yo lo voy a intentar. ¡¡Uff!!
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