El añito que me he pasado recuperándome de una fascitis (aún sigo teniendo cuidado) ha hecho que descuide algunas buenas costumbres atléticas que tenía, y por eso hoy quiero retomar algo. Hablo de dedicar unas líneas a esas imprescindibles (aunque para algunos no tanto) compañeras de correrías como son las zapatillas.
Hace algún tiempo jubilé un par de pares que me han dado bastantes satisfacciones.
Comprar unas "K-Swiss Keahou II" fue un experimento. Siempre adquiría las mismas marcas, y aunque me iba bien con ellas, en algún sitio escuché que era bueno cambiar de marca para que el pie no se adaptara siempre al mismo tipo de diseño. Era bueno, por tanto, cambiar de modelos y marcas, y eso es lo que hice.
La verdad es que me fue bien porque con ellas estuve un año y siete meses. Las reservé para usarlas sólo en competición, y con ellas disfruté y sufrí los maratones de Valencia 2013, Sevilla 2014 y Murcia 2014. También participé en cinco medias maratones y un sin fin de carreras de menor distancia. Satisfecho con haber recorrido con mis "K-Swiss Keahou II" un total de 771,090 kilómetros. A los profanos les indico que en la foto son las que tienen un tono de color azul.
Pero para que se puedan reservas unas zapatillas únicamente para competir es necesario tener otras que las machachas en los rodajes diarios, y que por tanto tienen mucha menos vida. Eso es precisamente para lo que utilicé unas "Saucony Jazz 16" (tono rojo). Fijaos qué curioso porque sólo las tuve diez meses pero recorrí con ellas 933,689 kilómetros. También cumplieron su misión: aguantar los duros entrenos.
Ya digo que me fue bien con las dos, consiguiendo buenos resultados en aquello para las que las había comprado. Saucony es una garantía, y sigo confiando en ellas. K-Swiss está menos extendida, y es más difícil encontrarlas -y baratas-; no he vuelto a tener otras.
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