Hace unos meses escuché una entrevista en RNE que me resultó muy interesante. El protagonista era un periodista, al parecer experto en temas de espionaje en nuestro país.
Llevaba más de una década detrás de una investigación que ahora veía la luz a modo de novela. La entrevista se justificaba en la presentación del libro en cuestión. Se trataba de un amplio, extenso y concienzudo trabajo sobre los espías que España envió a Irak antes y después de la invasión del año 2003.
El periodista explicaba que como fruto de su investigación quedaba claro que los espías no fueron enviados en las mejores condiciones posibles, y que su reenvío (una vez habían regresado a España, y se produjo la invasión) fue una barbaridad. De hecho, murieron ocho de los nueve miembros del CNI protagonistas del libro.
La investigación periodística había sido ardua y laboriosa, y sin embargo no había conseguido todos los elementos de la historia debido a las muchas trabas encontradas en el camino. Por ello, por las lagunas que había para presentar el trabajo como algo científico, optó por la fórmula de la novela: un libro en el que las partes no contrastadas serían noveladas intentando ser lo más fiel posible a lo que podía haber pasado.
Eso es lo que encontramos en Destrucción Masiva. Nuestro hombre en Bagdad. (Rueda, Fernando. Roca Editorial. Barcelona. 2020).
Encontramos eso y también la confirmación de que los funcionarios españoles hicieron un excelente trabajo al constatar que el régimen de Sadam Husein ni tenía armas de destrucción masiva, ni mantenía relación alguna con Bin Laden. Otra cosa es que el gobierno español encabezado por José María Aznar no tuviera en cuenta sus informes, y optara por la invasión creyendo las teorías y las pruebas de norteamericanos y británicos.
Además, de haber hecho las cosas de forma adecuada, se podrían haber evitado las ocho muertes de los espías españoles que no cometieron más delito que hacer bien, muy bien, su trabajo.
Tengo que reconocer que no me gusta la trama de la novela. De hecho, en condiciones normales hubiera abandonado el libro en las primeras páginas, pero el hecho de ser una historia real no sólo te engancha sino que hace que se te pongan los pelos de punta en todo momento.... los pelos y también la indignación. Sientes incredulidad ante el abandono de los funcionarios españoles por parte del gobierno de mi país, y resulta desgarrador -y más indignante aún- el relato de los asesinatos. No tengo palabras para describir las sensaciones producidas por el encuentro de algunos familiares con uno de los cadáveres. Reprimo las lágrimas a duras penas.
Con este tipo de libros me doy cuenta de que no son periodistas únicamente quienes escriben en un periódico o trabajan en una radio o una televisión. Esto también es periodismo.
Se trata de un libro de obligada lectura por lo que cuenta y por lo que significa. Os recomiendo adquirirlo en el comercio local, en vuestra librería de barrio.
No obstante, aquí tenéis otra opción:
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