Hay un viejo proverbio chino que asegura que si quieres saber cómo es juanillo, dale un carguillo. Aunque creo que a la moraleja de este refrán también llegamos recorriendo el camino contrario, es decir, sabremos cómo es juanillo dándole o quitándole un cargo.
Todo esto viene a cuento porque en el tiempo en el que yo he ostentado un puesto de cierto pelaje, que diría el otro, han ocurrido momentos buenísimos, de gran brillantez, y también otros de menos lustre. Durante alguno de estos últimos los desencuentros, durísimos a veces, con ciertas personas -también con carguillo- me llevaron a vivir situaciones casi, casi de película o de cuento de hadas. Pensaba yo que cosas así no existían. Sin embargo, ahí estaban, en plena vida real.
Pues bien, en el fragor de alguna de estas batallas, llamémosle así, opté por la prudencia y en lugar de entrar al trapo contra mi interlocutor, preferí simplemente manifestar mi postura y retirarme de la refriega. Entre otras cosas porque no tiene mucho sentido participar en una tertulia cuando uno de los dialogantes es sordo, y más aún cuando la falta de argumentos para justificar una decisión se suple poniendo los galones encima de la mesa.
1 comentario :
“Es cierto que a muchas personas se les ve su categoría moral cuando reciben un "cargillo" y sobre todo cuando lo dejan. A muchos les vienen grandes. Creo que la humildad y la tolerancia debe ser directamente proporcional al nivel de cargo.
Que tengas suerte con tu nueva experiencia virtual. Saludos.”
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