jueves, 18 de julio de 2013

Todo empieza al final

No estoy acostumbrado a este tipo de películas. Y la verdad es que se agradece. Veo en La vida de Pi una especie de soplo de aire fresco ante tanto mal rato que he pasado entre vampiros y hombres lobo, dibujitos y películas de ciencia ficción a las que no hay más remedio que ir porque en esta sociedad en la que nos movemos son ellos quienes mandan, los pequeñines de la casa; eso condiciona todo, y especialmente qué películas ver en el cine.
Por cuestiones que no vienen al caso, ayer tuve la oportunidad de ir sin la chiquillería, y el Cine de Verano de La Alameda ofrecía la opción de ese chaval que protagoniza una original aventura que le lleva a compartir, tras el naufragio del barco en el que viaja, bote salvavidas con un tigre de Bengala. Reconozco que fui casi a regañadientes, porque era la opción menos mala de las barajadas, e incluso en alguna ocasión anterior evité ver esta película porque no me transmitía buenas sensaciones. Sin embargo, y tras verla, compruebo que mi olfato sigue siendo poco fiable para estos asuntos.
Película de duración excesiva, quizá porque se pierde mucho en el inicio, se centra en la vida de un chaval indio (de la India), Pi, que él mismo va contando su aventura a un escritor en busca de inspiración.
Como he dicho antes, tras el naufragio del barco en el que viaja, es el único superviviente junto con un tigre de Bengala que formaba parte de los muchos animales que su padre tenía en el zoo familiar, y que tenía intención de trasladar a Canadá para empezar de nuevo.
227 días pasa Pi en alta mar con la única compañía del felino, el cual le mantiene despierto su instinto de supervivencia, además de tener que buscarse la vida para comer, beber, protegerse del sol, de la soledad... para sobrevivir.
Esta es la historia que vemos en primer plano, aunque detrás hay más, mucho más, aunque no estoy seguro qué; quizá paciencia, búsqueda personal, religión, familia, Dios, perseverancia, fe...
Ya digo que la película se hace larga y en ocasiones pesada, pero en el momento de acabar es cuando realmente empieza. Las últimas palabras de Pi incitan al público a pensar, a replantearse el verdadero sentido de la cinta. Hacía tiempo, años, bastantes, que no salía yo de una sala de cine pensando y discutiendo sobre el mensaje que intentaba transmitir la película, y lo mejor es que todo el mundo a mi alrededor estaba en la misma posición.
¿Sabéis qué?... Que todavía sigo en ello. Igual la veo otra vez.

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