En los últimos años me he hartado de lamentar que a los niños, en el cole (Infantil y Primaria), no hagan más que ponerle todo fácil en exceso, realizando continuos exámenes de recuperación para quienes suspenden los controles de cada tema. Parece que el objetivo sea aprobar a toda costa.
Tampoco veo con buenos ojos que a nuestros niños del fútbol (ojo, yo soy uno de los entrenadores) los tratemos con guante de seda, mimándolos continuamente, sin exigir un esfuerzo o un sacrificio para poder jugar.
En ambos casos (en el primero a los padres y madres colegas, y en el segundo también a los padres así como a los propios niños) he soltado un millón de veces el discursito -ellos los saben- de que la vida es muy jodida, y salvo rarísimas excepciones, no te ofrece segundas oportunidades. De ahí que a los niños, desde pequeños, debamos ir preparándolos para defenderse en esa jungla que es el día a día de los adultos porque, igual que en la naturaleza, esto es la ley del más fuerte. Sin embargo, digo una cosa pero luego hago la contraria. Espero no estar equivocado.
Todo esto me vino a la cabeza durante una de mis últimas visitas al cine. Fue para ver Bajo la misma estrella, y la verdad es que mis razonamientos iniciales vienen que ni a pelo.
Una pareja de adolescentes, él enfermo de cáncer y ella de algo muy raro, que se conocen, se hacen amigos, y de ahí pasan a vivir una historia de amor condicionada por sus dolencias.
A priori podríamos creer que al final la vida les sonreirá y podrán vivir felices y comer perdices. Pues no. Lo avisa la peli desde el principio. Esta jodida vida, ya lo dije antes, no suele ofrecer segundas oportunidades, y así se ve reflejado en esta película, dura por momentos, pero también tremendamente gratificante en muchos otros ya que nos permite ver lo afortunados que somos ya que, aunque no le demos importancia por lo rutinario que nos resulta, disfrutamos en nuestro día a día de cosas muy simples que para otros sería el mayor de sus deseos.
No me arrepiento de haber ido a verla, pero también reconozco que no volvería a hacerlo. Es una película para sufrir, para llorar -creo que nadie de la abarrotada sala se libró de soltar alguna lágrima-, aunque también de superación, resignación a veces, lucha continua, amor, amistad... Pero de nada sirve todo esto porque el final no es feliz sino todo lo contrario.
¡Qué jodida pero qué grande es esta vida!
Id a verla.
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