Creo que en el mundo del fútbol solo hay un colectivo que tenga más valor que los árbitros: los entrenadores.
El deporte nacional en nuestro país no es ni el fútbol, ni el baloncesto, ni el atletismo... ¡¡qué va!!!. Aquí todo el mundo es... ¡¡entrenador!!. Todos entendemos de eso, de ahí que cuando nuestro colega el entrenador del equipo del que somos aficionados (da igual el deporte) hace un mal cambio, se equivoca en la alineación inicial, falla en la disposición táctica, tuerce la forma de afrontar el partido... nos parece mentira que cometa tropiezos de tanto calibre porque los ve hasta el más inútil.
El domingo pasado ocurrió algo parecido en el estadio de La Victoria. El entrenador del Real Jaén, José Jesús Aybar, se equivocó claramente al quitar del terreno de juego al extremo Brian. Otra vez -van unas pocas- fue el único que no se dio cuenta de su error, y eso que la grada casi al unísono intentó hacerle ver su equivocación, pero éste miró para otro lado, y siguió adelante con su decisión.
Después llegó una queja generalizada que se trasformó en intensa música de viento hacia el míster cuando el colegiado dio el pitido final del partido.
Además de Aybar, había otros 3.000 entrenadores aproximadamente en el estadio, y la decisión la tomó el que menos sabía.
Bueno, se ve que yo tampoco entiendo mucho porque, de haber sido Aybar, igualmente hubiera cambiado a Brian. Es cierto que el jugador fue quizá el mejor de los locales en la primera parte, pero en la segunda estuvo mucho más discreto. Vamos, Brian y prácticamente todos los demás. De ahí que yo también hubiera quitado a Brian o cualquiera del resto de sus compañeros que estaban en ese momento en el terreno de juego. Seguramente a J.J. se le pueda criticar por muchas cosas, pero entiendo sinceramente que lo del domingo fue otra historia.
El fútbol es así. Una pena.
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