Creo que todos coincidiremos en aquello de que rectificar es de sabios. Pues eso precisamente es lo que entiendo que han hecho los creadores de Cars. A una película inicial que nos encantó siguió una prolongación de aquellas que hacen bueno el dicho de que segundas partes nunca fueron buenas.
Tras aquella cosa extraña a los James Bond, ir al cine y disfrutar con Cars 3 es gratificante. La película vuelve a sus orígenes, a un argumento con un tema central en el que son muchos quienes pueden sentirse identificados -quizá todos-, porque se trata de algo que se le plantea a cualquier ciudadano de a pie en su vida diaria.
¿Sabrá Rayo McQueen cuándo retirarse? ¿Lo sabremos nosotros en el ámbito laboral, o en el familiar, o en el de la amistad, o en los asuntos de ocio...?
El gran campeón ve tambalear su liderazgo por esos jóvenes que vienen empujando fuerte con las nuevas tecnologías y las modernas formas de hacer las cosas. ¿Cuándo ha llegado el momento de dar un paso atrás o al lado? Detectarlo es la clave de esta tercera entrega de los coches de carreras.
Lógicamente no os desvelaré qué pasa finalmente, porque algo pasa, pero sí os aconsejo ir a ver la película ya que nos da una auténtica lección de la necesidad de tener los ojos bien abiertos porque será la propia vida, o el Universo que dirían otros, la que nos irá dejando esas pistas que indicarán cuál es el camino correcto.
Un gusto saber que McQueen ha vuelto para quedarse.
Por cierto, creo que no hace falta recordar que esta película de dibujitos no es para niños, es para todos. De hecho, los niños se quedarán con parte (o nada) del mensaje, y son los mayores quienes están llamados a descifrarlo para, después, explicárselo a la chavalería en su proceso de búsqueda de la verdad.
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