Siempre quise leer alguna obra del Gabriel García Márquez periodista, de ahí que no lo dudara cuando hace unos días cayó en mis manos Diario de un náufrago (García Márquez, Gabriel. 1970. Tusquets Editores. Barcelona. 41ª edición, 2000).
Esta obra es la versión en libro de una serie de reportajes periodísticos publicados en el año 1955 en el diario El Espectador de Bogotá. La historia era la de un marinero embarcado en el destructor Caldas, de la Marina de Guerra Colombiana, que fue el único superviviente cuando, por un golpe de mar, él y otros siete compañeros cayeron al mar Caribe. El inicio de la búsqueda de los náufragos fue inmediata tras llegar el barco a su puerto destino en Cartagena, pero no se encontró nada. Después de darlos oficialmente por muertos, uno de ellos, Luis Alejandro Velasco, apareció en una playa del norte de Colombia tras diez días de travesía en una balsa.
Diario de un náufrago es la historia de ese marinero, contada por él mismo a García Márquez cuando ejercía como reportero.
Podemos imaginar lo difícil que fue para Luis Alejandro sobrevivir diez días, en alta mar, sin comer y sin beber, con la única ayuda de la ropa que llevaba puesta. La esperanza inicial por ser rescatado se va transformando (tras pasar cerca barcos y aviones que no logran localizarlo) en desesperación que le lleva a no querer vivir. Sin embargo, logra sobrevivir sacando fuerzas de donde no las hay, tras haber pasado incluso momentos de locura mental.
Lo que más me llama la atención es que se trata de un hecho real. No es invención, por lo que no podemos decir que son exageradas las cosas que nos cuenta el autor en relación a las fatigas que solventó nuestro náufrago, y las situaciones límite que fue capaz de superar. Pasó lo que se cuenta -o al menos así lo afirmó el protagonista-, y no podemos más que rendirnos a la bravura de la especie humana cuando está amenazada.
Resulta igualmente interesante la viveza de la mente de una persona a la deriva, en una barca, casi sin esperanza de vida. Su mente está activa con recuerdos nimios que en esa situación adquieren una importancia casi vital; aunque también observamos el proceso degenerativo de esa mente motivado por las circunstancias.
Destaca por otra parte la idiotez humana. El propio protagonista la apunta cuando tras haber estado más cerca de la muerte que de la vida, sus compañeros de especie le declaran héroe por haber estado diez días en alta mar, y sobrevivido sin comer y sin beber. ¿Es esa una adecuada definición de héroe? ¿Resulta, por el contrario, una situación idiota? Quizá estemos más próximo a lo segundo que a lo primero; o, mejor dicho, en demasiadas ocasiones damos más importancia a lo que no la tiene que aquello que realmente nos hace especiales.
Resulta igualmente interesante la viveza de la mente de una persona a la deriva, en una barca, casi sin esperanza de vida. Su mente está activa con recuerdos nimios que en esa situación adquieren una importancia casi vital; aunque también observamos el proceso degenerativo de esa mente motivado por las circunstancias.
Destaca por otra parte la idiotez humana. El propio protagonista la apunta cuando tras haber estado más cerca de la muerte que de la vida, sus compañeros de especie le declaran héroe por haber estado diez días en alta mar, y sobrevivido sin comer y sin beber. ¿Es esa una adecuada definición de héroe? ¿Resulta, por el contrario, una situación idiota? Quizá estemos más próximo a lo segundo que a lo primero; o, mejor dicho, en demasiadas ocasiones damos más importancia a lo que no la tiene que aquello que realmente nos hace especiales.
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