viernes, 11 de abril de 2008

ELLA

Si Don Quijote de la Mancha cabalgara estos días por nuestras llanuras en busca de su amada Dulcinea sólo podría encontrarla en el castillo de ELLA. Y es que se trata de una persona que en muchas cosas parece recién llegada de algún siglo pasado.
Nunca se lo he preguntado, pero seguro que ve las películas porno hasta el final con la esperanza de que en algún momento surja el amor y haya boda entre los protagonistas.
Con la cabeza demasiado bien amueblada para su edad, algo que viene arrastrando -para lo bueno y para lo malo- desde sus primeros días de lucidez, tiene una de las mejores virtudes de cuantas existen: una insuperable capacidad de sacrificio y trabajo. Pero también aparece en su currículum el principal problema que padecen las buenas personas metidas a político: carencia de mala leche, hijoputez altanera para mandar a donde haga falta a quien haga falta y en el momento oportuno, no antes ni después, sino cuando más se disfruta.
De un tiempo a esta parte está haciendo un máster altamente especializado en la Carrera de la Vida, y de lo que más está aprendiendo es de las cornadas recibidas, algunas con dobles y triples trayectorias, que en algún momento la han puesto al borde del precipicio, demasiado al borde.
Ahora, en el último trimestre de este año académico, afronta una de las asignaturas más difíciles de cuantas ha cursado, y le está siendo excesivamente dura. Pero el Destino no es consciente, todavía, de a quién ha osado retar.

Post-data 1 (de Joaquín Sabina):
porque el amor cuando no muere mata,
porque amores que matan nunca mueren.

Post-data 2 (de Antonio Machado):
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,

se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.

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