Continúo mi particular -y quizá tonta- guerra contra las gasolineras que nos obligan a echar el combustible a los usuarios.
Todo comenzó un día que iba de boda -os podéis imaginar, hecho un pincel- y paré a llenar el depósito. Era domingo y en el surtidor al que llegué -los domingos- era self-service. No problemo. Me pongo el guante de plástico, cojo la manguera, lleno el depósito... todo con muchísimo cuidado. Acabo, voy a pagar, pago... y al salir me doy cuenta de que me he manchado el pantalón. ¡¡¿¿CÓMO???!!!. Ni idea. Lo malo no era la mancha, sino el olor -desagradable, feo, insoportable, imposible de disimular- con el que estuve todo el día, especialmente en la iglesia y en el banquete.
A partir de ese día me propuse no volver a hacer uso de estos self-services. El trabajo lo hacemos nosotros, y sin embargo el combustible tiene el mismo precio.
Desde entonces, y hace ya unos años, he cumplido. Hubo una vez, regresando de Almería, que casi me quedo sin gasoil por renunciar a llenar el depósito en dos self-services; pero a la tercera -menos mal porque la reserva llevaba ya rato encendida- pudo ser.
Si todo lo hiciéramos así conseguiríamos dos cosas: o que bajaran el precio, o que creasen empleo contratando a más personal.
He aquí una de mis luchas contra un molino de viento más. Pero, qué le voy a hacer; uno ha nacido para librar batallas perdidas de antemano... o no.
Todo comenzó un día que iba de boda -os podéis imaginar, hecho un pincel- y paré a llenar el depósito. Era domingo y en el surtidor al que llegué -los domingos- era self-service. No problemo. Me pongo el guante de plástico, cojo la manguera, lleno el depósito... todo con muchísimo cuidado. Acabo, voy a pagar, pago... y al salir me doy cuenta de que me he manchado el pantalón. ¡¡¿¿CÓMO???!!!. Ni idea. Lo malo no era la mancha, sino el olor -desagradable, feo, insoportable, imposible de disimular- con el que estuve todo el día, especialmente en la iglesia y en el banquete.
A partir de ese día me propuse no volver a hacer uso de estos self-services. El trabajo lo hacemos nosotros, y sin embargo el combustible tiene el mismo precio.
Desde entonces, y hace ya unos años, he cumplido. Hubo una vez, regresando de Almería, que casi me quedo sin gasoil por renunciar a llenar el depósito en dos self-services; pero a la tercera -menos mal porque la reserva llevaba ya rato encendida- pudo ser.
Si todo lo hiciéramos así conseguiríamos dos cosas: o que bajaran el precio, o que creasen empleo contratando a más personal.
He aquí una de mis luchas contra un molino de viento más. Pero, qué le voy a hacer; uno ha nacido para librar batallas perdidas de antemano... o no.
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