sábado, 27 de noviembre de 2010

Eterna y, encima, no acaba

No tiene por qué ser una relación causa-efecto, pero cada vez tiendo más a pensar que las películas, cuanta más gente va a verlas, peores son.
Hoy he estado viendo la séptima (creo) entrega de Harry Potter. Y la sala no sólo estaba a reventar, sino que casi nos hemos quedado sin entrada. Este no ha sido el único elemento extraño en comparación a mis habituales asistencia al cine. También me ha llamado la atención que la película tiene un intermedio. ¡¡Pero como va a tener un intermedio una película que es la primera parte de una segunda parte que vendrá dentro de unos meses, y las dos a su vez son, como digo, la séptima entrega de la saga Harry Potter!! Pues sí, lo tiene.
Creo sinceramente que se ha alargado el metraje sin sentido porque esta primera parte se hace, en muchos momentos, eterna. Incluso chavales que entraban encantados, preguntaban al compañero de butaca que cuánto iba a acabar.
La excesiva duración no es lo único negativo. También se hace difícil la historia en sí, pues te enteras de muchas de las cosas porque las hemos oído antes en cientos y una crítica o en vídeos promocionales, pero durante la película se dan por sabidas, o no se explican bien. ¿Es que hay que leerse antes el libro?. Pues estamos apañaos.
Mucha magia, muchos efectos especiales, Harry Potter sigue con su filosofía de siempre, acompañado de sus dos inseparables amigos, y enfrente tienen a los malos de siempre.
En esta primera parte parece que el asunto se centra en definir las fuerzas de los dos ejércitos que se enfrentarán en el desenlace final en la segunda y última (esperemos) entrega. A priori, Harry va con desventaja, con mucha desventaja, pero veréis como al final gana.
Lo comprobaremos, según me dicen, para junio.

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