En estos días jodidos de aceituna, con un esfuerzo físico diario que te deja tocado al final del jornal, y con momentos complicados como esos en los que te parece que tienes principio de congelación en los dedos de las manos... digo que en circunstancias así me acuerdo de quien no tiene trabajo (aunque sea duro como este), pero también de esos otros -muchos- que tienen uno con ciertos niveles de comodidad, y que sin embargo la queja y el lamento parecen ser su deporte favorito.
Muy recientemente he tenido conocimiento de una empresa muy cercana, quizá la más, donde la mayoría de los trabajadores las ha pasado putas en Navidad como consecuencia del hacer -del mal hacer- de unos pocos llamados compañeros. La cosa se desarrolla en un contexto de este tipo donde, con la que cae, algunos parezcan no enterarse del frío que se puede pasar a la intemperie.
Cierto que cada cual está en su derecho de reclamar lo que considere justo, aunque también hay que ser consciente de que la libertad de uno acaba cuando empieza la del otro. Es decir, comprendo y respeto tus guerras, pero cuidado, mucho cuidado, con los daños colaterales que puedas generar porque a lo peor algún tiro de esos perdidos acaba haciéndole pupa al mismo que lo generó.
En más de una empresa que conozco igual debería haber una nueva sección: cuadrilla de aceituna. Igual el día que te toque ponerte el mono entiendes que no es tan trágico desayunar a las once de la mañana en lugar de las nueve, como a ti te gustaría, pero que un día tienes que cambiar el horario por culpa del punto trabajo.
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