Mi condición de padre de un niño y una niña que están empezando ahora su etapa de adolescentes he visto mucho, pero que mucho, cine de dibujitos. En su día me llamó la atención un patrón que se repetía cinta tras cinta: eran películas de dibujos, para niños, pero cuyo argumento era imposible que lo entendieran personas de tan corta edad. Eso supongo que es el cine para toda la familia: los peques se quedan con el colorido y los chistes de un segundo, y los papás con la historia.
Ahora voy a ver películas de dibujitos porque me apetece, y Coco no ha estado mal. Sigue el patrón de peli recomendada para niños pero que es para adultos, pero ya digo que no sólo no me disgusta sino que me ha resultado atractiva.
Es la historia de Miguel, un niño mexicano que ama la música pero que no puede desarrollar su pasión porque está prohibido en su familia. Son todos zapateros (generación tras generación) porque en la pareja en la que arranca el árbol familiar el padre, un cantante y guitarrista, se largó dejando mujer e hija. La mujer salió a flote haciendo zapatos, profesión heredada de generación en generación, y que ahora Miguel trata de saltarse para volver a la música.
La historia se desarrollo en total conjunción con la tradición de la Fiesta de los Muertos, tan popular en México, y que yo desconocía. De hecho, esta fiesta ha supuesto un descubrimiento para mí, además de ver con muy buenos ojos que se use el cine para defender las tradiciones nacionales.
Miguel vive mil y una aventuras, enfrentándose y a la vez apoyándose en su familia. Es la búsqueda de tu lugar en el mundo y en la vida, donde a veces hay que anteponer lo práctico al corazón. Aunque no siempre sale todo como nos gustaría... ¿o sí?.
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