Mientras veía los primeros minutos de Campeones pensé que de esta película no escribiría un catite. Y no lo haría para evitar ofender a alguien con algún comentario inadecuado. Sin embargo, cuando salía por la puerta del cine ya tenía claro que estas líneas verían la luz; y lo harían porque cuando las cosas se dicen con naturalidad, sin dobles intenciones... no tienen por qué herir a nadie.
Marco (interpretado por el omnipresente Javier Gutiérrez) pasa un mal momento en lo profesional y en lo personal. Es el segundo entrenador de un importante equipo de baloncesto, pero un desencuentro con el primer entrenador le hace perder su trabajo. Las cosas con su mujer no van mucho mejor; ella quiere tener un hijo pero él no; para evitar más peleas se ha marchado de casa.
Una noche intenta ahogar sus penas en alcohol, y un accidente de tráfico le lleva ante el juez. La condena es servicios comunitarios, en concreto, ser entrenador de baloncesto de un grupo de chicos y chicas con discapacidad intelectual.
La trama de la película es el devenir de ese entrenador profesional encargado de meter en cintura a un grupo que es imposible. Al menos, lo parece.
La condena impuesta al Marco borracho tiene pinta de ser el mayor castigo que puede tener un deportista profesional: dejar los egos en un cajón, y tener que rebajarse a entrenar al peor equipo de aficionados (incluso ni eso) del mundo. Sin embargo, la condena real a la que se enfrenta es otra. Marco se ve frente a uno de sus miedos, quizá el mayor que le atormenta. Se niega a tener hijos porque pueden salirle como esos a los que ahora se ve obligado a entrenar. No quiere arriesgarse a joder su propia vida teniendo un niño subnormal. Así piensa el Marco del inicio de la película. ¿Pensará lo mismo al final?
Hay que reconocer que tener un hijo con discapacidad intelectual es una putada. Una putada para una sociedad que se rige por los valores que lo hace la nuestra: el más guapo, la más alta, el más rico, la más lista, el mejor vestido, la que tiene más dinero, el más poderoso... Así entiende... entendemos la felicidad.
Sin embargo, Campeones nos ofrece otra opción, otro tipo de felicidad, la de las cosas simples, los pequeños logros, la alegría de lo más insignificante, el éxito del anónimo día a día... Campeones es un canto a la vida... a otro tipo vida donde las personas están en lo más alto de la pirámide de los principios y los valores.
Me recordó mucho aquella estrofa de una canción de Sabina que dice "... era tan pobre que no tenía más que dinero...".
Campeones es una gran película que debería ser de visionado obligado para todos.
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