domingo, 14 de octubre de 2018

Una monja maligna con tintes humorísticos

No suelo ir al cine a ver películas de miedo porque prefiero pasar un rato agradable en lugar de un mal rato. Pero en esta ocasión, no sé bien por qué, me decanté por La monja.
En una abadía de clausura de Rumanía aparece muerta una monja. Todo apunta a que es un suicidio, pero el Vaticano manda a investigar el suceso a un sacerdote especialista en exorcismo, y a una joven novicia a punto de tomar sus votos que tiene un pasado especial. Esto ya apunta a que quizá el suicidio no lo fue. Al llegar allí se encuentran con que el lugar parece estar poseído por algo maléfico, y el ser maligno se hace presente a través de una monja. 
A medida que avanza la historia, el suspense y el miedo se van imponiendo mezclando el presente con el pasado de los protagonistas. Ya no se trata de saber por qué murió la monja suicida, sino quizá salvar las vidas del resto de las monjas, y por supuesto la de los dos protagonistas que, por cierto, son ayudados por un vecino de la zona.
Se pasa miedo, y sobresaltos, incertidumbre, intriga... pero en determinados momentos, y especialmente al final, detecto un punto humorístico (quizá cutre) donde la historia me lleva más a reírme que a asustarme. No sé si es porque no soy muy habitual en este tipo de películas, o porque no he visto la otra peli que antecede a esta (Expediente Warren: El Caso Einfield), pero lo cierto es que opté por ir a sufrir, y no lo hice tanto.

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