El otro día leí -o escuché- en algún sitio uno de los síntomas que indican que nos hacemos mayores. A saber: "tu hija te pide un pen-drive para grabar música. Cuando te lo devuelve, no ha borrado las canciones, y tú, llevado por la curiosidad, le echas un vistazo... ¡¡¡y no conoces ninguna!!!. Definitivamente te estás haciendo mayor".
En la reciente Feria de San Lucas (de Jaén capital) he tenido esa sensación. Entrase a la caseta que entrase me sentía perdido ante la música que escuchaba. Tomaba un soplo de confianza con Raphael y Mi gran noche, o el Salta de Tequila, pero poco más. El reggaeton ha impuesto su dictadura. No se oía otra cosa. A mí me sonaba a chino, salvo algún estribillo suelto que creía haber escuchado antes en algún que otro lugar, pero poco más. Sin embargo, todos a mi alrededor, TODOS Y TODAS, lo cantaban y bailaban como si no hubiera un mañana.
Pedí asilo en la caseta Treintaitantos, pero la suerte no fue mejor. No encontré la caseta Cuarentaitantos ni tampoco la Casicincuenta.
¿Dónde estaban Dire Straits con sus míticas Sultans of swing o Money for nothing? ¿Y el We will rock you o el Don´t stop me now de Queen? Eché de menos cualquier canción de los Rollings, alguna de Pink Floyd, el Born to run de Springsteen, el Corazón espinado de Maná y Santana...
¿Qué hay de los clásicos fiesteros nacionales como el A quién le importa de Alaska y Dinarama, el Pacto entre caballeros de Sabina, cualquiera de Los toreros muertos, el Marta tiene un marcapasos de Hombres G, Miguel Ríos y su Rock de la cárcel...?
¿QUÉ FUE DE LA MÚSICA DE LOS 80 Y DE LOS 90?
No se la ha oído por el ferial en este San Lucas 2018. Ojalá alguien le ponga remedio para próximos años. La he echado mucho de menos. Quizá sea porque... Me hago mayor.
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