En el partido inaugural de la Eurocopa de fútbol que se celebra estos días (pasado 7 de junio, 18,00 horas, Basilea, Suiza v.s. República Checa) todos, seguro, esbozamos una leve sonrisa. Fue en el momento en el que por megafonía sonaban los acordes de los himnos de los contendientes, un acto muy típico pero que esta vez fue enriquecido con un elemento novedoso: un chico, y después una chica, cantaron también las letras de los himnos. Digo que sonreímos los españoles porque, seguro, que todos nos preguntamos ¿Qué hubiera pasado de ser España uno de los dos equipos presentes en el terreno de juego?
La verdad es que sentí cierta envidia por la emotividad con que los aficionados cantaban su canción, bandera más que nunca de los sentimientos de una nación, a modo de canto de guerra antes de comenzar la batalla. ¡Qué pena de españoles!
Sin embargo, mi opinión ha cambiado. Y lo ha hecho por lo visto durante los partidos jugados por España. Tenemos una música pegadiza, muy pegadiza, que a todos nos gusta y todos nos sabemos. Y ¡¡¡también tenemos letra!!! Una letra que los aficionados cantan con pasión desde las gradas, voz en grito con la vena del cuello hinchada como si de un cantaor de flamenco se tratara, y con más sentimiento que muchos otros. Es, además, una letra que nadie discute, que a todos agrada, de la que no se conocen detractores. Y, además, muy fácil de aprender. Lo lo, lo lo, lo lo lo, lo lo lo lo, lo lo looo, looo looooooo, lo lo lo, lo lo looooooooooo....
Lo dicho, si tenemos el Lo-Lo (existe también al versión La-La), para qué queremos más.
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