He llegado a la conclusión de que Montané es un crack. Se trata del único concejal de la capital que garantiza el espectáculo en sus comparecencias. La última –ayer, presentación del Festival de Jazz- fue un ejemplo. Inevitable hablar de Dylan, ese tocador de jazz de toda la vida, que viene presuntamente a promocionar el aceite de oliva de Jaén, a Jaén. Ahí es nada. Así se ha dicho por pasiva y por activa, y así lo repitió Montané hasta la saciedad, alabando continuamente las bondades oleícolas de la provincia. Algo que entre la concurrencia sonaba más a gracias a los olivareros que pagan los 600.000 euros de bellón que costará el concierto.
Sin embargo, Montané, al más puro estilo quijotesco y sin importar lo grande del molino de viento que tenga enfrente, hace de su capa un sayo y defiende con todas las armas (dialécticas) a su alcance su posicionamiento. Ahí se encuadra su convencimiento de que a partir del 5 de julio –fecha del concierto- Dylan llevará siempre en su caravana una botella de aceite de Jaén para darle un tiento todos los días, porque es extraordinario para la salud. Esa fue su respuesta, junto a hemos hecho un cartel, ante la pregunta de qué se iba a hacer en el concierto para promocionar el aceite de Jaén.
Como la periodista no se quedó conforme (normal), insistió. Eso está muy bien, pero qué se va a hacer durante el concierto para promocionar el aceite de Jaén. La nueva respuesta no tuvo desperdicio: pues no lo sé. A lo mejor sale al escenario y se come un hoyo.
La verdad es que sería un puntazo que Dylan apareciera sustituyendo su habitual sombrero por un pañuelo con nudos en los cuatro picos, y cuando las fuerzas le fallaran un poquito, receso al canto y una bonita señorita le acerca un mendrugo de pan y aceite de oliva virgen extra. Un hoyo perfecto para deleite de la concurrencia, y si hay alguien que lo pague, incluso le podía echar azúcar y Cola-Cao, que me hacía mi madre por las tardes para merendar. (Siempre queda la variedad del bacalao).
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