Creo que no desvelo nada nuevo si reconozco mi afición al sabio refranero, y a los viejos proverbios chinos. Uno de los que más me gusta, de hecho lo he utilizado en bastantes ocasiones, es aquel que asegura que las ratas son las primeras que abandonan un barco que se hunde. Entiendo que el instinto de supervivencia es típico del animal y, por tanto, del hombre; lo que ocurre es que el ser humano se diferencia del resto de sus parientes en su capacidad de raciocinio (algunos). Por eso debe saber discernir si en ocasiones y por principios cuyo valor supera incluso al de la vida, es necesario anteponer los primeros a la segunda. Y ello pese a que el capitán, o capitanes, del barco no sean ejemplos de comportamiento modélico a seguir, sino más bien todo lo contrario.
Antes de poner el pellejo a salvo, y en virtud de ese raciocinio al que antes me he referido, no se puede pensar únicamente en los capitanes torcidos sino también en el resto de la tripulación con el que se ha dado vida a un proyecto en el que, sobre todo y principalmente, ha confiado un pasaje que en ningún caso es culpable de los errores cometidos por la cúpula. Se trata de gente a quien se debe, cuanto menos, un respeto... el máximo respeto.
El otro día leía yo un periódico nacional, y en sus páginas de economía encontraba la entrevista a un tal Warren Buffet, el hombre más rico del mundo. Es estadounidense, un crack de las inversiones, y muy conocido tanto por su afición a la Coca-Cola como por las frases redondas. Hace unos meses, y para señalar a los causantes de la crisis financiera, dijo: Sólo sabes quién ha estado nadando desnudo cuando baja la marea.
¿Sabéis lo mejor? Que la marea baja SIEMPRE.
¿Y lo peor? Esas ratas que, tras saltar del barco, disfrutan plácidamente de su baño. ¡Qué situación tan incómoda cuando se queden con las vergüenzas al aire y, para más INRI, sean punto de mira de todas las miradas.... y también de todos los dardos!
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