Hoy he sido testigo presencial de un caso de violencia de género. Era media mañana y estaba en un parque con unas amigas y sus hijos esperando la llegada de sus maridos. Hablábamos tranquilamente mientras los chaveas correteaban jugando. A nadie le llamó la atención un coche aparcado en la acera hasta que nos llegaron voces de su interior en el momento de abrirse la puerta del copiloto. Todos miramos y vimos dos personas pelearse a guantazo limpio. No le dimos más importancia hasta que el copiloto, una mujer, salió del vehículo completamente alterada. El conductor hizo lo mismo, se dirigió hacia la mujer, se colocó a su lado y empezaron a discutir dando grandes voces. Era una pareja de asiáticos que hablaba en su idioma.
Ante la agresividad del momento, intentamos llamarles la atención con el objetivo de que se dieran cuenta de que estábamos allí, de que estábamos presenciando la pelea para, al verse observados, finalizaran el enfrentamiento. Sin embargo, nuestra acción no sirvió para nada. En un momento dado, y en el fragor de la tremenda discusión, el hombre la emprendió a puñetazos contra la mujer, y ésta no tuvo más remedio que responder, o más bien defenderse como pudo.
Ante el empeoramiento de la escena nos aproximamos un poco instando al hombre a dejar de golpear mientras una de mis amigas llamaba por teléfono al 112. El hombre dejó de golpear aunque siguieron los tremendos gritos a la par que él abría la puerta trasera del vehículo para acariciar y tranquilizar a un bebé que, en su silleta, lloraba.
Volvió a cerrar la puerta, a encararse con la mujer a grito partido, y, de nuevo y tras unos segundos de intercambio de voces, liarse de nuevo a puñetazos. En ese momento ya nos habíamos acercado instándole a detener la agresión; algunas personas más que paseaban por la zona, así como un conductor que detuvo su vehículo en mitad de la calle al ver la escena, le decíamos que habíamos avisado a la Policía.... No sé si fue por eso o por otra cosa, pero lo cierto es que el hombre dejó de golpear, nos echó un vistazo a todos, y muy tranquilamente cerró la puerta del coche del copiloto, bordeó el vehículo por la parte de atrás dirigiéndose a su asiento mientras alternaba miradas con nosotros y con la mujer. Antes de subir al coche miró nuevamente a la mujer de una manera terrorífica. Arrancó el vehículo y antes de empezar a andar, y tras una nueva mirada a la mujer, ésta se subió voluntariamente, dudando mucho, pero lo hizo. Todos nos quedamos alucinados. El coche arrancó, recorrió unos cinco metros pero se detuvo ante la llegada de la Policía Municipal.
Allí dejamos a la pareja de municipales: un hombre tomando los datos al agresor, y una mujer atendiendo a la agredida. No tengo ni idea si esos fueron los papeles reales, es decir, si el malo era él y la buena ella, pero al menos esa es la impresión que me dio.
No sé cómo acabó la cosa, o cómo acabará. Pero el presenciar directamente algo así no sólo ha reafirmado mi postura de Tolerancia Cero con la violencia de género, sino que me ha llevado a la convicción de que resulta necesario hacer algo más. Me parece ilógico que dos personas que se odian pasen a las manos cuando lo civilizado es que cada uno emprenda su propio camino por sendas separadas. También me resulta ilógico que el agresor no tenga pudor en agredir a plena luz del día y en un parque. Pero lo que más impactado me dejó fue el momento en el que ella, tras haber sido agredida de manera contundente y en una serie de puñetazos que sólo paró por la presión de lo viandantes... digo que después de todo eso ella se montó en el coche y se iba con quien, casi seguro estoy de ello, continuaría los mamporros en otro lugar más íntimo. ¿Por qué lo hizo? ¿Qué terrible situación lleva a una mujer a aceptar una situación así?
Ni siquiera quiero saber si, ante la llegada de la Policía, ella denunció la agresión o la negó. No quiero ni preguntarlo porque la respuesta puede ser terrible.
Ante la agresividad del momento, intentamos llamarles la atención con el objetivo de que se dieran cuenta de que estábamos allí, de que estábamos presenciando la pelea para, al verse observados, finalizaran el enfrentamiento. Sin embargo, nuestra acción no sirvió para nada. En un momento dado, y en el fragor de la tremenda discusión, el hombre la emprendió a puñetazos contra la mujer, y ésta no tuvo más remedio que responder, o más bien defenderse como pudo.
Ante el empeoramiento de la escena nos aproximamos un poco instando al hombre a dejar de golpear mientras una de mis amigas llamaba por teléfono al 112. El hombre dejó de golpear aunque siguieron los tremendos gritos a la par que él abría la puerta trasera del vehículo para acariciar y tranquilizar a un bebé que, en su silleta, lloraba.
Volvió a cerrar la puerta, a encararse con la mujer a grito partido, y, de nuevo y tras unos segundos de intercambio de voces, liarse de nuevo a puñetazos. En ese momento ya nos habíamos acercado instándole a detener la agresión; algunas personas más que paseaban por la zona, así como un conductor que detuvo su vehículo en mitad de la calle al ver la escena, le decíamos que habíamos avisado a la Policía.... No sé si fue por eso o por otra cosa, pero lo cierto es que el hombre dejó de golpear, nos echó un vistazo a todos, y muy tranquilamente cerró la puerta del coche del copiloto, bordeó el vehículo por la parte de atrás dirigiéndose a su asiento mientras alternaba miradas con nosotros y con la mujer. Antes de subir al coche miró nuevamente a la mujer de una manera terrorífica. Arrancó el vehículo y antes de empezar a andar, y tras una nueva mirada a la mujer, ésta se subió voluntariamente, dudando mucho, pero lo hizo. Todos nos quedamos alucinados. El coche arrancó, recorrió unos cinco metros pero se detuvo ante la llegada de la Policía Municipal.
Allí dejamos a la pareja de municipales: un hombre tomando los datos al agresor, y una mujer atendiendo a la agredida. No tengo ni idea si esos fueron los papeles reales, es decir, si el malo era él y la buena ella, pero al menos esa es la impresión que me dio.
No sé cómo acabó la cosa, o cómo acabará. Pero el presenciar directamente algo así no sólo ha reafirmado mi postura de Tolerancia Cero con la violencia de género, sino que me ha llevado a la convicción de que resulta necesario hacer algo más. Me parece ilógico que dos personas que se odian pasen a las manos cuando lo civilizado es que cada uno emprenda su propio camino por sendas separadas. También me resulta ilógico que el agresor no tenga pudor en agredir a plena luz del día y en un parque. Pero lo que más impactado me dejó fue el momento en el que ella, tras haber sido agredida de manera contundente y en una serie de puñetazos que sólo paró por la presión de lo viandantes... digo que después de todo eso ella se montó en el coche y se iba con quien, casi seguro estoy de ello, continuaría los mamporros en otro lugar más íntimo. ¿Por qué lo hizo? ¿Qué terrible situación lleva a una mujer a aceptar una situación así?
Ni siquiera quiero saber si, ante la llegada de la Policía, ella denunció la agresión o la negó. No quiero ni preguntarlo porque la respuesta puede ser terrible.
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