El olivar está pasando una situación muy difícil... crítica, diría yo. El otro día protestó el sector en la ciudad de Jaén en la primera de las cuatro manifestaciones previstas en España, y los dirigentes volvieron a dar la nota porque aunque se vende unidad entre las organizaciones agrarias, la realidad nos demuestra que nadie se quiere bajar del burro de su reino de taifas.
Pero al margen de esas cuestiones, de índole política más que otra cosa, está el agricultor de a pie. Ese al que le están pagando por el aceite que producen sus olivares el precio de hace 20 años, y sin embargo debe rascarse el bolsillo, y de qué manera, para hacer frente al precio del abono, de los peones, de los productos fitosanitarios... algo que sirve de nada o muy poco si el cielo no se digna a dejar caer unas gotas de agua de vez en cuando. El colmo de la situación llega cuando ese mismo olivarero que está poniendo dinero desde el mes de enero, cosecha su aceituna en enero del año siguiente, y no recibe el dinero de su aceite hasta enero del año siguiente.
Se trata de una situación que no pasa en ningún sector productivo. Por eso, por lo crítica que es la salud, los productores pelean por el pan suyo y de sus hijos, pese a que muchos críticos no dudan en recurrir al socorrido discurso de que se han gastado las subvenciones del PER en cochazos y pisos en la playa en lugar de en aquello para lo que estaban pensadas.
No seré yo quien niegue que existe, ha existido y existirá una mal uso del dinero público que llega al olivar, pero tampoco podemos hablar de éste como si fuera el único sector productivo de este país que recibe ayudas. Los actuales casos de los ERE´s o los dineros de Europa para crear empleo, o la familia Ruiz Mateos son sólo algunos ejemplos muy significativos.
Por cierto, cuando hablemos de esa subvenciones del PER, de las ayudas del Aepsa, o del dinero sin justificar del paro... es mejor informarse antes porque -esa es otra- la mayoría de quien utiliza estos términos para criticar a los olivareros no tiene ni idea de lo que están diciendo, y con ello no hace más que manifestar su desconocimiento.
El olivar está al borde del abismo. Es ya casi una especie en peligro de extinción.
Pero al margen de esas cuestiones, de índole política más que otra cosa, está el agricultor de a pie. Ese al que le están pagando por el aceite que producen sus olivares el precio de hace 20 años, y sin embargo debe rascarse el bolsillo, y de qué manera, para hacer frente al precio del abono, de los peones, de los productos fitosanitarios... algo que sirve de nada o muy poco si el cielo no se digna a dejar caer unas gotas de agua de vez en cuando. El colmo de la situación llega cuando ese mismo olivarero que está poniendo dinero desde el mes de enero, cosecha su aceituna en enero del año siguiente, y no recibe el dinero de su aceite hasta enero del año siguiente.
Se trata de una situación que no pasa en ningún sector productivo. Por eso, por lo crítica que es la salud, los productores pelean por el pan suyo y de sus hijos, pese a que muchos críticos no dudan en recurrir al socorrido discurso de que se han gastado las subvenciones del PER en cochazos y pisos en la playa en lugar de en aquello para lo que estaban pensadas.
No seré yo quien niegue que existe, ha existido y existirá una mal uso del dinero público que llega al olivar, pero tampoco podemos hablar de éste como si fuera el único sector productivo de este país que recibe ayudas. Los actuales casos de los ERE´s o los dineros de Europa para crear empleo, o la familia Ruiz Mateos son sólo algunos ejemplos muy significativos.
Por cierto, cuando hablemos de esa subvenciones del PER, de las ayudas del Aepsa, o del dinero sin justificar del paro... es mejor informarse antes porque -esa es otra- la mayoría de quien utiliza estos términos para criticar a los olivareros no tiene ni idea de lo que están diciendo, y con ello no hace más que manifestar su desconocimiento.
El olivar está al borde del abismo. Es ya casi una especie en peligro de extinción.
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