Jaén está de Feria. Y así seguirá, al parecer y de manera ininterrumpida, hasta el mes de octubre, más o menos. Me estoy refiriendo, claro está, a la Feria del Tranvía porque lo que ocurre allí dentro (y fuera) es más propio de La Vestida en hora punta en San Lucas, que de un transporte público serio.
Esta tarde lo he utilizado, y me he dado cuenta de que no sólo deben acostumbrarse a él los conductores que por la mañana se saltaban el semáforo en rojo de las rotondas cuando llegaba el lagarto unicolor, y eso que el maquinista tocaba insistentemente la campanilla, y una pareja de municipales que allí había miraba con mala cara... pero, como digo, se saltó el semáforo y estuvo a una veintena de metros de ser el segundo (o quién sabe) atropellado por el diabólico sistema.
Digo que no sólo los otros vehículos son los que deben aprender a convivir con el recién llegado, sino también sus muchísimos usuarios (gratuitos) actuales... que ya serán menos.
Me monté porque me dirigía a la parada del autobús, y como enfrente estaba la del tranvía con gente pa reventar (señal de que estaba a punto de pasar), me cambié de acera. Lo cogí para arriba, y unas horas después para abajo.
Hay que acostumbrarse, por ejemplo, a aquella famosa frase de "dejen salir antes de entrar" que se ve que aquí por Jaén la hemos escuchado poco.
Hay que cambiar las ansias por lo degratis. Vale que es de balde -como dijo uno por la tele-, pero tampoco es necesario meterse a empujones, peleándose con to quisqui, para luego bajarse en la siguiente parada... (Esto lo hace mucho la gente mayor. Por lo menos, esta tarde). Cierto que sitio no había, pero también hay que evitar esos gritos de alegría hacia la gente que esperaba, cuando en la parada se bajaba un viajero y de entre los que quedaban dentro no faltaba quien apuntaba con mucha ilusión ¡¡¡ahí se ha quedao un hueco libre!!!!!!.
Éramos latas en sardina, con el adolescente alérgico estordunándote en la manga de la camisa -y sin posibilidad de ir a ningún sitio-, escuchando el ilusionado aplauso al llegar a la última parada...
Lo dicho: una Feria. Al tranvía sólo le falta la peineta y la flor morá. Casi ná. Todo se andará.
Esta tarde lo he utilizado, y me he dado cuenta de que no sólo deben acostumbrarse a él los conductores que por la mañana se saltaban el semáforo en rojo de las rotondas cuando llegaba el lagarto unicolor, y eso que el maquinista tocaba insistentemente la campanilla, y una pareja de municipales que allí había miraba con mala cara... pero, como digo, se saltó el semáforo y estuvo a una veintena de metros de ser el segundo (o quién sabe) atropellado por el diabólico sistema.
Digo que no sólo los otros vehículos son los que deben aprender a convivir con el recién llegado, sino también sus muchísimos usuarios (gratuitos) actuales... que ya serán menos.
Me monté porque me dirigía a la parada del autobús, y como enfrente estaba la del tranvía con gente pa reventar (señal de que estaba a punto de pasar), me cambié de acera. Lo cogí para arriba, y unas horas después para abajo.
Hay que acostumbrarse, por ejemplo, a aquella famosa frase de "dejen salir antes de entrar" que se ve que aquí por Jaén la hemos escuchado poco.
Hay que cambiar las ansias por lo degratis. Vale que es de balde -como dijo uno por la tele-, pero tampoco es necesario meterse a empujones, peleándose con to quisqui, para luego bajarse en la siguiente parada... (Esto lo hace mucho la gente mayor. Por lo menos, esta tarde). Cierto que sitio no había, pero también hay que evitar esos gritos de alegría hacia la gente que esperaba, cuando en la parada se bajaba un viajero y de entre los que quedaban dentro no faltaba quien apuntaba con mucha ilusión ¡¡¡ahí se ha quedao un hueco libre!!!!!!.
Éramos latas en sardina, con el adolescente alérgico estordunándote en la manga de la camisa -y sin posibilidad de ir a ningún sitio-, escuchando el ilusionado aplauso al llegar a la última parada...
Lo dicho: una Feria. Al tranvía sólo le falta la peineta y la flor morá. Casi ná. Todo se andará.
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