Cuando vas al cine a ver una película como "La momia" no puedes pedir a quienes la han hecho que te vendan realidad, porque nadie busca eso; pero sí entiendo que es exigible una cierta dosis de credibilidad a la hora de realizar el planteamiento inicial. Es decir, en el momento en el que me siento en la butaca quiero entretenimiento, que me sorprendan, divertirme, acción... pero también que la raíz de la película sea algo histórico, o una leyenda, o una creencia, que posteriormente se desarrolla con mayor o menor acierto.
El objetivo de todo ello es que aunque hablamos de ficción, al final quede en el espectador un poso de realidad o al menos de duda de si sería posible que lo inventado se hiciera real.
Esta momia de Tom Cruise y Russel Crowe empieza bien, muy bien diría yo, pero pronto abandona el camino correcto y toma unos tintes de invención e imaginación que desconectas: estás ante una película de dibujitos en la que es muy divertido que hablen todos los animalitos del bosque, y por eso mismo tus pretensiones son que acabe lo antes posible para ver si el final es el que ya me espero, u otro distinto.
La aparición de elementos poco creíbles son constantes, de ahí que mi desesperación fuera en aumento ante una película que creía que tenía muchas pretensiones, y que sin embargo queda bastante por debajo de la trilogía anterior (Brendan Fraser).
El derroche técnico es abrumador, pero el contenido resulta más que mejorable. De hecho, en algún momento pensé que podría aparecer el hombre araña, tan de moda últimamente.
Típica película para ver en mi añorada "Primera Sesión" que se emitía la tarde de los sábados en La Primera cuando en este país sólo había dos canales.
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