viernes, 11 de enero de 2008

Tumbados al sol


He pasado por la puerta del albergue de Jaén capital. Estaba vacío. Claro, eran algo menos de las cinco de la tarde, y sólo abre por las noches. En el olivar que hay al otro lado de la carretera sí se podían ver varias figuras de hombres de piel morena y negra. En el tajo pero no cogiendo aceituna, ya quisieran ellos. Estaban tumbados al sol.

Al verlos me he acordado de aquella tarde-noche en la que acudí, como otros periodistas, a una concentración convocada por estos temporeros en las puertas del albergue. Recuerdo de aquel momento el mucho frío que tenía –yo, imagínense ellos-, y sobre todo el instante en el que la protesta quedó en nada... todos corrían al encuentro de un todoterreno que llegaba al lugar. Lo conducía un hombre, no sabemos qué buscaba, pero podemos imaginárnoslo por el hecho de que se fue tan rápido como había venido en cuanto se percató de que las cámaras de televisión –que no esperaba encontrar allí- le enfocaban como protagonista de una escena más propia de una república bananera que de una ciudad civilizada en pleno siglo XXI.

También me he acordado de Karim y Hamou (En la imagen, Karim, un servidor y Hamou). Karim es marroquí y este es el segundo año que somos compañeros de cuadrilla. Hamou, argelino, es debutante en mi pueblo, pero tiene muchas campañas a su espalda. Gente apañá, trabajadores, desconcertados cuando alguien les invita a compartir mesa y mantel en Nochebuena y Nochevieja, y por eso mismo agradecidos. Trabajan lo mismo que nosotros, y cobran lo mismo que nosotros. Y, por eso mismo, agradecidos. Su única ilusión es ahorrar para volver a su país y poder casarse... difícil porque entre tanto tienen que hacer periódicos envíos de dinero a una tierra donde el jornal de aceituna es de seis euros frente a los 55 que cobran ellos.

Seguro que es posible encontrar una solución. Todo no tiene por qué reducirse al blanco y al negro. En medio está... el moreno.

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