Hacía dos años que no subía al cerro del Cabezo en el día de la romería grande. En esta ocasión tampoco iba a ir. Lo cierto es que el simple hecho de pensarlo ya te hace dudar porque es un viaje para "pasar fatigas", como dicen muchos.
La cosa ha mejorado bastante de unos años a esta parte. El poder disponer de una casa-hermandad ofrece unas posibilidades antes impensables, bastante mejores a las habituales tiendas de campaña, pero a pesar de ello el espacio es siempre limitado, y la afluencia de gente -va casi todo el pueblo- es cada vez mayor.
El domingo, cuando regresábamos al filo de la medianoche y tras haber hecho balance del largo fin de semana, consideré acertada la decisión de haber ido. No sólo no me arrepentía sino que me alegraba, y bastante.
La vida es una suma de experiencias, y ésta era una de ellas. Siempre tendemos a la rutina, a lo que controlamos, a no complicarnos demasiado, pero con ello también estamos acabando con el valor añadido que lo inhabitual aporta a nuestra existencia. En esta ocasión la actividad romera ha sido como casi siempre, y el matiz diferenciador ha estado en la gente, en la charla tranquila, sosegada, incluso crítica, profunda en ocasiones,... con amigos de toda la vida pero de los que nos hemos distanciado por la pura inercia de la separación impuesta por la distancia de nuestras residencias habituales.
Desde hoy ya me apunto al año que viene.
Además, la Virgen ha cumplido nuestros deseos; al menos, el de Guillermo, mi hijo de siete años. Hoy tenía cita con el traumatólogo para ver si le quitaban la escayola del brazo, y eso precisamente, que se la quitaran para poder jugar el partido de fútbol que tenía por la tarde, es lo que Guillermo deseó cuando encendió su vela en el Santuario. Y la verdad es que Ella ha cumplido porque cuando el médico ya le había dicho que debía seguir con el yeso unos días más, y cuando ya nos íbamos de la consulta con las lágrimas -muchas- en los ojos de Guillermo, la enfermera nos volvió a llamar porque habían encontrado un papel que antes les había pasado desapercibido, y que permitía quitarle la escayola. ¿Fue la Virgen? ¿Fue la casualidad? ¿Fue la corrección de un error que no se debió haber cometido? No lo sé, pero lo cierto es que el deseo se cumplió.
Por cierto, yo pedí que el Real Jaén suba este año a Segunda División A.
La cosa ha mejorado bastante de unos años a esta parte. El poder disponer de una casa-hermandad ofrece unas posibilidades antes impensables, bastante mejores a las habituales tiendas de campaña, pero a pesar de ello el espacio es siempre limitado, y la afluencia de gente -va casi todo el pueblo- es cada vez mayor.
El domingo, cuando regresábamos al filo de la medianoche y tras haber hecho balance del largo fin de semana, consideré acertada la decisión de haber ido. No sólo no me arrepentía sino que me alegraba, y bastante.
La vida es una suma de experiencias, y ésta era una de ellas. Siempre tendemos a la rutina, a lo que controlamos, a no complicarnos demasiado, pero con ello también estamos acabando con el valor añadido que lo inhabitual aporta a nuestra existencia. En esta ocasión la actividad romera ha sido como casi siempre, y el matiz diferenciador ha estado en la gente, en la charla tranquila, sosegada, incluso crítica, profunda en ocasiones,... con amigos de toda la vida pero de los que nos hemos distanciado por la pura inercia de la separación impuesta por la distancia de nuestras residencias habituales.
Desde hoy ya me apunto al año que viene.
Además, la Virgen ha cumplido nuestros deseos; al menos, el de Guillermo, mi hijo de siete años. Hoy tenía cita con el traumatólogo para ver si le quitaban la escayola del brazo, y eso precisamente, que se la quitaran para poder jugar el partido de fútbol que tenía por la tarde, es lo que Guillermo deseó cuando encendió su vela en el Santuario. Y la verdad es que Ella ha cumplido porque cuando el médico ya le había dicho que debía seguir con el yeso unos días más, y cuando ya nos íbamos de la consulta con las lágrimas -muchas- en los ojos de Guillermo, la enfermera nos volvió a llamar porque habían encontrado un papel que antes les había pasado desapercibido, y que permitía quitarle la escayola. ¿Fue la Virgen? ¿Fue la casualidad? ¿Fue la corrección de un error que no se debió haber cometido? No lo sé, pero lo cierto es que el deseo se cumplió.
Por cierto, yo pedí que el Real Jaén suba este año a Segunda División A.
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