lunes, 4 de mayo de 2009

Dígame

Ocurrió hace algunos días. Alguien marcó el número de uno de los teléfonos de más glamour del Ayuntamiento de Jaén. Al otro lado descolgó la -persona- de siempre, y además lo hizo con su cancioncilla habitual, esa que ya le ha dado fama, pero que también desvela que su formación, por muy vasta que sea, no la adquirió en Harvard.
La dichosa tecnología no funcionó como se espera en estos casos, y mientras que quien llamaba sí podía escuchar a quien había descolgado el teléfono, ésta -persona- no escuchaba nada de nada pese a que el emisor gritaba como para hacerse entender sin necesidad de utilizar el aparatito.
El colmó llegó en ese momento. Fue cuando la -persona- que descolgó el teléfono, harta de preguntar sin encontrar respuesta alguna, pensó que todo era una broma -también podía ser un problema técnico, como fue realmente-; lo que echó por su boca no sólo quedará entre ella, quien estaba al otro lado del teléfono, y... alguno más, sino que también desveló que su educación no procede, ni siquiera, de Harvard-quinto, con mis mayores respetos para quienes allí moran y laboran.

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