El Consejo de Ancianos estaba satisfecho. Su autoridad en el poblado había sido reforzada pues la idea de arreglar el sendero seguía adelante sin oposición alguna. Al principio tuvieron un poco de miedo, sobre todo teniendo en cuenta lo que ellos mismos hicieron cuando aún no vestían las túnicas blancas que concede el poder: defender los mismos principios que ahora estaban quebrantando. Pero ya no había nada de lo que preocuparse porque, tras varios días de obras, todo marchaba según lo previsto.
Pero eso era ayer. Hoy, la cosa ha empezado a torcerse. Sólo un poquito, eso sí, pero no hay que olvidar que las grandes hazañas comienzan siempre de la manera más humilde.
Ante las obras del sendero apareció, a primera hora de esta mañana, un grupo de lugareños manifestando su negativa a la aniquilación de los siglos de vida representados en unos árboles que no sólo les dieron sombra en calurosos veranos, y cobijo durante fuertes temporales, sino que algunos de ellos había sido incluso testigos de su amor; el próximo en la lista de decapitaciones aún mantenía tatuado en su piel el corazón tallado, a escondidas, con acero de tercera categoría.
Apenas si llegaban a la docena, pero como la cantidad no está reñida con la calidad, los idealistas no cejaban en su empeño, recibiendo incluso los ánimos y la complicidad de muchos vecinos que, al pasar junto a ellos conduciendo sus carretas, les premiaban con gritos de ánimo.
Al principio lo tenían crudo. Después, tras la hora en la que aproximadamente manifestaron su protesta, seguían teniéndolo crudo, aunque quizá un poquito menos.
Es el primer paso de algo cuyo final desconocemos, pero que confirma que aún corre sangre por las venas de la Humanidad, aunque muchas veces no lo parezca.
Pero eso era ayer. Hoy, la cosa ha empezado a torcerse. Sólo un poquito, eso sí, pero no hay que olvidar que las grandes hazañas comienzan siempre de la manera más humilde.
Ante las obras del sendero apareció, a primera hora de esta mañana, un grupo de lugareños manifestando su negativa a la aniquilación de los siglos de vida representados en unos árboles que no sólo les dieron sombra en calurosos veranos, y cobijo durante fuertes temporales, sino que algunos de ellos había sido incluso testigos de su amor; el próximo en la lista de decapitaciones aún mantenía tatuado en su piel el corazón tallado, a escondidas, con acero de tercera categoría.
Apenas si llegaban a la docena, pero como la cantidad no está reñida con la calidad, los idealistas no cejaban en su empeño, recibiendo incluso los ánimos y la complicidad de muchos vecinos que, al pasar junto a ellos conduciendo sus carretas, les premiaban con gritos de ánimo.
Al principio lo tenían crudo. Después, tras la hora en la que aproximadamente manifestaron su protesta, seguían teniéndolo crudo, aunque quizá un poquito menos.
Es el primer paso de algo cuyo final desconocemos, pero que confirma que aún corre sangre por las venas de la Humanidad, aunque muchas veces no lo parezca.
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