Recuerdo que en una ocasión, y dentro de la rueda de prensa en la que se presentaba la próxima llegada a Jaén del musical Hoy no me puedo levantar, le pregunté a Montané si él creía que merecía la pena gastarse el jornal de un día de aceituna -unos 50 euros era el precio de la entrada- para ver algo así. Yo buscaba tocar en la fibra sensible del concejal para conseguir una de las sabrosas frases con las que nos deleita de vez en cuando, pero se ve que ese día se levantó con el pie derecho, y se fue por los cerros de Úbeda hablando de los inmigrantes que aquellos días -estaban recién empezada la recogida- pululaban por la provincia y por la capital en busca de un albergue en el que cobijarse y un trabajo con el que ganarse el sustento.
El otro día, el viernes para más señas, comprobé por mi mismo que el precio no sólo no es descabellado sino que incluso me parece barato. Y es que ese viernes asistí a otro musical, Mamma Mía; aunque pagué algo menos por disfrutarlo -40 euros-, desde el primer momento en el que una chica salió al escenario y empezó a interpretar y a cantar tuve el convencimiento de que el desembolso había merecido la pena.
Esta mezcla de teatro y música -siempre, hasta el otro día, he odiado los musicales- me dejó alucinado. Durante las casi dos horas y media de función no encontraba las palabras adecuadas para expresar mi estado de felicidad por ver algo que me trasmitía emoción, nervios, sonrisas, alguna lágrima, admiración...
Lo dicho, uno de los mayores y mejores espectáculos que he visto en mi vida, y que voy a intentar resumir en dos palabras: IM-PRESIONANTE.
Qué error el no haber asistido al otro. Lo positivo es que el siguiente no se me escapa. ¡Seguro!
El otro día, el viernes para más señas, comprobé por mi mismo que el precio no sólo no es descabellado sino que incluso me parece barato. Y es que ese viernes asistí a otro musical, Mamma Mía; aunque pagué algo menos por disfrutarlo -40 euros-, desde el primer momento en el que una chica salió al escenario y empezó a interpretar y a cantar tuve el convencimiento de que el desembolso había merecido la pena.
Esta mezcla de teatro y música -siempre, hasta el otro día, he odiado los musicales- me dejó alucinado. Durante las casi dos horas y media de función no encontraba las palabras adecuadas para expresar mi estado de felicidad por ver algo que me trasmitía emoción, nervios, sonrisas, alguna lágrima, admiración...
Lo dicho, uno de los mayores y mejores espectáculos que he visto en mi vida, y que voy a intentar resumir en dos palabras: IM-PRESIONANTE.
Qué error el no haber asistido al otro. Lo positivo es que el siguiente no se me escapa. ¡Seguro!
1 comentario :
Tú no viste el mismo bodrio que yo. Discrepo. Estaba deseando salir de ese espactáculo infernal.
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