No sé qué es, pero estoy convencido de que en torno al Real Jaén está pasando últimamente algo extraño. Ya me ocurrió el domingo pasado, en mi vuelta al estado tras tres meses de ausencia aceitunera, y me ha vuelto a suceder hoy. Me refiero al hecho objetivo de que el equipo esté no sólo arriba sino a falta de tan sólo un punto para meterse matemáticamente en liguilla de ascenso, y sin embargo la comunión entre equipo y afición no es la que debería.
Yo me siento un poco en fuera de juego porque no acabo de entender el por qué de esta historia. Y lo detecto en el mucho, muchísimo en algunos casos, malestar que existe entre algunos aficionados -no caeré en el error de generalizar- con la actitud de algunos miembros del bloque deportivo del club. No cabe duda de que la afición -generalizando- está con el equipo -también generalizando-, de ahí las muchas ovaciones que se llevan los jugadores cuando son sustituidos, y la plantilla al completo al empezar y acabar los partidos.
Sin embargo, esa unión público-equipo tiene importantes matices cuando hablamos de determinadas personas que conforman la parte deportiva del club. Y, como digo, no acabo de entenderlo. Cierto que tanto el entrenador como algunos jugadores se podían haber ahorrado algunas cosas que han dicho últimamente porque sirven para poco -positivo-, pero de ahí a sentirse tan molesto como para pedir casi que rueden cabezas me parece que va un abismo.
Yo reconozco está perplejo ante tal situación. Quizá en estas cuestiones del fútbol y los sentimientos-amores a unos colores no se pueda ser demasiado materialista y sí más romántico, pero dados los muchos chascos que nos hemos llevado desde hace años, tengo claro que el objetivo principal y prioritario es ganar y sumar puntos. El buen juego ya llegará, y si no, no pasa nada mientras no nos falten los puntos. Por ello creo firmemente que si a Álvaro Cervera hubiera que hacerle algo en Jaén, eso debería ser un monumento como la copa de un pino. No entiendo que sean justas las actitudes que se están tomando tanto con él como con sus jugadores pues nadie daba un duro por ellos aquel nefasto día en el que Terrazas se marchó -CAGÁNDOLA-; el sentimiento generalizado era que un año más se escapaba no ya el ascenso sino la liguilla, y que ojalá no descendamos. Pues bien, unos meses después no sólo no se desciende sino que la liguilla está casi asegurada, el primer puesto tampoco está descartado, y el juego del equipo es bastante solvente.
¿De verdad que estamos tan dolidos como para decir lo que se está diciendo a pesar de los números de este equipo? Quizá sea porque yo soy, en este asunto, tremendamente egoísta, pero me la traen floja los dimes y diretes mientras los resultados sean estos.
Lo decía antes con Terrazas, y lo digo ahora con Cervera.
Yo me siento un poco en fuera de juego porque no acabo de entender el por qué de esta historia. Y lo detecto en el mucho, muchísimo en algunos casos, malestar que existe entre algunos aficionados -no caeré en el error de generalizar- con la actitud de algunos miembros del bloque deportivo del club. No cabe duda de que la afición -generalizando- está con el equipo -también generalizando-, de ahí las muchas ovaciones que se llevan los jugadores cuando son sustituidos, y la plantilla al completo al empezar y acabar los partidos.
Sin embargo, esa unión público-equipo tiene importantes matices cuando hablamos de determinadas personas que conforman la parte deportiva del club. Y, como digo, no acabo de entenderlo. Cierto que tanto el entrenador como algunos jugadores se podían haber ahorrado algunas cosas que han dicho últimamente porque sirven para poco -positivo-, pero de ahí a sentirse tan molesto como para pedir casi que rueden cabezas me parece que va un abismo.
Yo reconozco está perplejo ante tal situación. Quizá en estas cuestiones del fútbol y los sentimientos-amores a unos colores no se pueda ser demasiado materialista y sí más romántico, pero dados los muchos chascos que nos hemos llevado desde hace años, tengo claro que el objetivo principal y prioritario es ganar y sumar puntos. El buen juego ya llegará, y si no, no pasa nada mientras no nos falten los puntos. Por ello creo firmemente que si a Álvaro Cervera hubiera que hacerle algo en Jaén, eso debería ser un monumento como la copa de un pino. No entiendo que sean justas las actitudes que se están tomando tanto con él como con sus jugadores pues nadie daba un duro por ellos aquel nefasto día en el que Terrazas se marchó -CAGÁNDOLA-; el sentimiento generalizado era que un año más se escapaba no ya el ascenso sino la liguilla, y que ojalá no descendamos. Pues bien, unos meses después no sólo no se desciende sino que la liguilla está casi asegurada, el primer puesto tampoco está descartado, y el juego del equipo es bastante solvente.
¿De verdad que estamos tan dolidos como para decir lo que se está diciendo a pesar de los números de este equipo? Quizá sea porque yo soy, en este asunto, tremendamente egoísta, pero me la traen floja los dimes y diretes mientras los resultados sean estos.
Lo decía antes con Terrazas, y lo digo ahora con Cervera.
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