Una ducha de agua calentita, estando mucho rato bajo el chorro del agua, para después sentarse en el sillón sin nada que hacer y con los pies descalzos en alto. Estas son dos de las cosas que más se echan de menos en la romería de la Virgen de la Cabeza, y ha sido de lo primero que he hecho en cuanto hemos bajado del Cerro.
Cierto que siempre da pereza subir al Cabezo, pero cuando estás allí te alegras porque se trata de algo diferente, una historia que sólo se vive una vez al año, y desde hace unos años es todo mucho más llevadero pues la cofradía ya cuenta con casa en el Santuario, y las fatigas de la tienda de campaña han quedado casi olvidadas. Lo mejor no es que te proteges por mucho que llueva, o que duermes bajo techado, o que incluso te puedes dar una ducha rápida... lo más interesante, desde mi punto de vista, es la posibilidad de ir al cuarto de baño con toda la tranquilidad del mundo.
No sé si estaré en lo cierto, pero este año me ha dado la sensación que ha habido menos gente que en romerías anteriores, de ahí que no sepa muy bien de dónde salen esos datos oficiales de unos 700.000 romeros; yo más bien apostaría por 100.000, aunque estaré atento estos días para ver de dónde salen esas abultadas cifras.
Tampoco sé a ciencia cierta si la Cruz Roja o el 061 han trabajado más, menos o igual que otros años, pero casi a todas horas había un equipo atendiendo a alguien; incluso en mi entorno cercano tuvimos que hacer uso de sus servicios, y la verdad es que con el solo hecho de poder disponer de ellos hace que te sientas tremendamente seguro y tranquilo; sensación que se incrementa cuando por la llegada de algún problema inesperado, como nos ha ocurrido este año, debes acudir a ellos. Chapó por esta gente. Por cierto, se decía por el Cerro que esta romería han estado especialmente atareados por los comas etílicos y por una nueva sustancia que ha arrasado entre los jóvenes.
Me ha vuelto a llamar la atención, como todos los años, la muchísima emoción que genera la imagen de la Virgen. No hace falta casi nada para que las lágrimas aparezcan en los ojos de los romeros cuando están en su presencia. Algo que no entiendo demasiado bien, pero ante lo que empiezo a pensar que no hay que buscar demasiadas explicaciones. Es así, y punto.
Lo que tampoco tiene demasiada explicación es lo de los costaleros. Imagino que todos tienen mucha fe, pero las escenas que se viven -desde fuera, siempre desde fuera- me parecen espectaculares por el altísimo nivel de desorganización que se vive durante la procesión. Lo que pasa es que no sé muy bien si eso se podría organizar.
En definitiva, un año más estuvimos en el Cabezo... y confío en que no sea el último.
Por cierto, dicen los entendidos que los iberos hacían allí una peregrinación al año porque el lugar tiene algo especial. Y eso era mucho antes de esto de la Virgen de la Cabeza.
Cierto que siempre da pereza subir al Cabezo, pero cuando estás allí te alegras porque se trata de algo diferente, una historia que sólo se vive una vez al año, y desde hace unos años es todo mucho más llevadero pues la cofradía ya cuenta con casa en el Santuario, y las fatigas de la tienda de campaña han quedado casi olvidadas. Lo mejor no es que te proteges por mucho que llueva, o que duermes bajo techado, o que incluso te puedes dar una ducha rápida... lo más interesante, desde mi punto de vista, es la posibilidad de ir al cuarto de baño con toda la tranquilidad del mundo.
No sé si estaré en lo cierto, pero este año me ha dado la sensación que ha habido menos gente que en romerías anteriores, de ahí que no sepa muy bien de dónde salen esos datos oficiales de unos 700.000 romeros; yo más bien apostaría por 100.000, aunque estaré atento estos días para ver de dónde salen esas abultadas cifras.
Tampoco sé a ciencia cierta si la Cruz Roja o el 061 han trabajado más, menos o igual que otros años, pero casi a todas horas había un equipo atendiendo a alguien; incluso en mi entorno cercano tuvimos que hacer uso de sus servicios, y la verdad es que con el solo hecho de poder disponer de ellos hace que te sientas tremendamente seguro y tranquilo; sensación que se incrementa cuando por la llegada de algún problema inesperado, como nos ha ocurrido este año, debes acudir a ellos. Chapó por esta gente. Por cierto, se decía por el Cerro que esta romería han estado especialmente atareados por los comas etílicos y por una nueva sustancia que ha arrasado entre los jóvenes.
Me ha vuelto a llamar la atención, como todos los años, la muchísima emoción que genera la imagen de la Virgen. No hace falta casi nada para que las lágrimas aparezcan en los ojos de los romeros cuando están en su presencia. Algo que no entiendo demasiado bien, pero ante lo que empiezo a pensar que no hay que buscar demasiadas explicaciones. Es así, y punto.
Lo que tampoco tiene demasiada explicación es lo de los costaleros. Imagino que todos tienen mucha fe, pero las escenas que se viven -desde fuera, siempre desde fuera- me parecen espectaculares por el altísimo nivel de desorganización que se vive durante la procesión. Lo que pasa es que no sé muy bien si eso se podría organizar.
En definitiva, un año más estuvimos en el Cabezo... y confío en que no sea el último.
Por cierto, dicen los entendidos que los iberos hacían allí una peregrinación al año porque el lugar tiene algo especial. Y eso era mucho antes de esto de la Virgen de la Cabeza.
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