Leía yo el otro día cómo alguien definía las tres formas en las que es posible acercarse a la Semana Santa.
1.- Hay quien lo hace desde la fe, como creyente, manifestando públicamente su creencia.
2.- También hay quien la vive desde la duda. Y eso no tiene por qué ser malo. Es más, en ocasiones es positivo y enriquecedor por cuanto la reflexión sobre algún tema nos lleva a reafirmarnos en algún planteamiento -y eso es bueno- o a desecharlo definitivamente y tranquilizar nuestro espíritu -y eso también es bueno-.
3.- Hay personas que viven tanta procesión y acto religioso desde la más absoluta de las incredulidades pero disfrutando, y mucho, de un auténtico espectáculo de plasticidad y riqueza cultural difícil de igualar; y que además tiene como efecto colateral la llegada de divisas.
Creo que todos podemos integrarnos en alguno de esos tres montones que vendría a representar la realidad de la Semana Santa actual. En unos lugares -como en la cofradía de Nuestro Padre Jesús, en Jaén capital- cuentan con más de 700 promitentes (costaleros) para que los cuatro pasos puedan realizar la estación de penitencia (algunos pueblos de la provincia tienen menos habitantes), y en otros sitios hay santos y vírgenes que se quedan sin salir de la iglesia por falta de costaleros.
Unos lo suspenden todo para ser fiel a su cita con su Virgen o Cristo, mientras otros aprovechan las vacaciones para marchar a la playa, a la sierra, o a esta y aquella ciudad.
Es lo que hay. Y punto. El objetivo común debe ser la huida de radicalismos en cualquiera de las direcciones que puedan plantearse. Que cada uno actúe según su conciencia. Sin imponer pero sí siendo respetado. Esa es la madre del cordero, y ahí ¡parece mentira! MI iglesia -yo soy católico y practicante activo- necesita algún paso hacia delante. O quizá más de uno.
1.- Hay quien lo hace desde la fe, como creyente, manifestando públicamente su creencia.
2.- También hay quien la vive desde la duda. Y eso no tiene por qué ser malo. Es más, en ocasiones es positivo y enriquecedor por cuanto la reflexión sobre algún tema nos lleva a reafirmarnos en algún planteamiento -y eso es bueno- o a desecharlo definitivamente y tranquilizar nuestro espíritu -y eso también es bueno-.
3.- Hay personas que viven tanta procesión y acto religioso desde la más absoluta de las incredulidades pero disfrutando, y mucho, de un auténtico espectáculo de plasticidad y riqueza cultural difícil de igualar; y que además tiene como efecto colateral la llegada de divisas.
Creo que todos podemos integrarnos en alguno de esos tres montones que vendría a representar la realidad de la Semana Santa actual. En unos lugares -como en la cofradía de Nuestro Padre Jesús, en Jaén capital- cuentan con más de 700 promitentes (costaleros) para que los cuatro pasos puedan realizar la estación de penitencia (algunos pueblos de la provincia tienen menos habitantes), y en otros sitios hay santos y vírgenes que se quedan sin salir de la iglesia por falta de costaleros.
Unos lo suspenden todo para ser fiel a su cita con su Virgen o Cristo, mientras otros aprovechan las vacaciones para marchar a la playa, a la sierra, o a esta y aquella ciudad.
Es lo que hay. Y punto. El objetivo común debe ser la huida de radicalismos en cualquiera de las direcciones que puedan plantearse. Que cada uno actúe según su conciencia. Sin imponer pero sí siendo respetado. Esa es la madre del cordero, y ahí ¡parece mentira! MI iglesia -yo soy católico y practicante activo- necesita algún paso hacia delante. O quizá más de uno.
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