Quienes contamos nuestras idas al cine por estrenos de películas infantiles agradecemos que llegue algo como Cómo entrenar a tu dragón. Cierto que el inicio es más que previsible, al igual que el final (éste incluso pasteloso), pero al menos pasas un rato entretenido pues la película no sólo te ofrece una historia que seguir sino también numerosos mensajes internos sobre la amistad, el honor e incluso las relaciones entre padre e hijo que, se presentan de manera tan clara pensando lógicamente en el público asistente, que te calan casi sin quererlo.
Si a todo ellos unimos el plus de animación e interés que supone el últimamente tan de moda 3D, mejor que mejor.
Lo peor, los 8,5 euros que hubo que pagar de entrada; teniendo en cuenta que éramos cuatro, los 34 euros resultantes escuecen un poquito porque casi nos dan para sacar un carnet de socio del Real Jaén para el próximo año. Y es que aunque se enfade Rafa Rus, esto del cine resulta caro.
Si a todo ellos unimos el plus de animación e interés que supone el últimamente tan de moda 3D, mejor que mejor.
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