Llegado este domingo, se acabó lo bueno. Mañana lunes me incorporo al trabajo. Aunque se trata de algo provisional pues en agosto tenemos otra temporadilla.
Esta primera parte de las vacaciones ha sido interesante. Ha habido playa; una segunda fase de disfrute de la piscina del residencial; y una semana final marcada por la residencia en el pueblo.
De la playa... ya os conté. De la piscina hay poco que decir. Ha sido de la estancia en Higuera donde han aparecido viejos recuerdos. Gran etapa aquella en la que, con la llegada de los chavales y chavalas catalanes (así les llamábamos por extensión, aunque había de todo), el pueblo era un auténtico festín. La excesiva tranquilidad habitual de todo el año se veía tremendamente alterada por esta chiquillería marcada por niños y niñas que en sus grandes ciudades de origen (Cataluña, País Vasco, Madrid...) vivían muy limitados, pero que al llegar el verano tenían todo el permiso del mundo para disfrutar con los chicos del pueblo. Se juntaba el hambre con las ganas de comer, y el ambientazo era tremendo. Pues bien, ahora son nuestros hijos, de quienes aquellos años disfrutábamos tanto, los que corretean por todo el pueblo como si fueran amigos de toda la vida, y sin embargo se han conocido hoy mismo.
En esas grandes ciudades habrá una grandísima calidad de vida, al menos eso dicen los sesudos estudios que realizan competentísimos profesionales de todo, pero sin embargo estos chavales y chavalas, si pudieran elegir, no cambiarían los días vividos en la España profunda por la ciudad más moderna y avanzada del mundo.
Así es la vida, y la inocencia de los pequeños. A lo mejor teníamos que aprender algo de ellos.
Esta primera parte de las vacaciones ha sido interesante. Ha habido playa; una segunda fase de disfrute de la piscina del residencial; y una semana final marcada por la residencia en el pueblo.
De la playa... ya os conté. De la piscina hay poco que decir. Ha sido de la estancia en Higuera donde han aparecido viejos recuerdos. Gran etapa aquella en la que, con la llegada de los chavales y chavalas catalanes (así les llamábamos por extensión, aunque había de todo), el pueblo era un auténtico festín. La excesiva tranquilidad habitual de todo el año se veía tremendamente alterada por esta chiquillería marcada por niños y niñas que en sus grandes ciudades de origen (Cataluña, País Vasco, Madrid...) vivían muy limitados, pero que al llegar el verano tenían todo el permiso del mundo para disfrutar con los chicos del pueblo. Se juntaba el hambre con las ganas de comer, y el ambientazo era tremendo. Pues bien, ahora son nuestros hijos, de quienes aquellos años disfrutábamos tanto, los que corretean por todo el pueblo como si fueran amigos de toda la vida, y sin embargo se han conocido hoy mismo.
En esas grandes ciudades habrá una grandísima calidad de vida, al menos eso dicen los sesudos estudios que realizan competentísimos profesionales de todo, pero sin embargo estos chavales y chavalas, si pudieran elegir, no cambiarían los días vividos en la España profunda por la ciudad más moderna y avanzada del mundo.
Así es la vida, y la inocencia de los pequeños. A lo mejor teníamos que aprender algo de ellos.
1 comentario :
Desde mi punto de vista son cuestionables los parámetros que se usan para determinar la calidad de vida. El mejor lugar suele ser aquel en el que te sientes más feliz. Esas estancias veraniegas en los pueblos jienenses tienen bastantes ingredientes para contribuir a esa felicidad.
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