jueves, 1 de julio de 2010

Un día especial

No sé si hoy será un día grande o pequeñito, pero sí que es diferente a los habituales. Se trata de mi primer día de vacaciones. Es algo que llega todos los años, pero esta vez me ha pillado por sorpresa. No es que no lo esperara, pues hace meses que las solicité para poder reservar el hotel, pero el ritmo frenético que he vivido últimamente no me ha dejado mirar muy hacia adelante en el tiempo. Por eso, cuando a media mañana de ayer me di cuenta de que sólo me quedaban unas horas de trabajo sentí una gran alegría, como si me hubieran hecho un regalo que no esperaba.
Vacaciones y, por lo tanto, tiempo para hacer cosas no habituales. Lo primero ha sido ir a correr a una hora decente de la mañana, es decir, no era de noche, como hago habitualmente. También ha sido la primera vez del año que me ducho con agua fría. Casi me da un infarto, pero luego tampoco es para tanto. A ver si mañana me atrevo.
He empleado parte de la mañana en gestiones burocráticas de cara al año académico 2010/2011, para después destinar unas horas a la piscina, conversación típica vecinal incluida en la que hemos tenido tiempo de hablar de las muchas banderas de España que estos días cuelgan de los balcones, alguna de ellas con águila y todo...
Tras haber echado una cabezadita en la toalla, sobre el césped, y mientras pensaba en las cosas que hacer por la tarde me he dado cuenta de un fallo: ¡joder! ¡no he ido al mercaíllo!. Será la falta de costumbre.
A ver cómo se da la tarde, porque la noche será también la primera de cena en el parque del bulevar, con manta y bocadillos y niños. Creo que también con helado. Espero que no nos echen pronto, como ya ocurrió en alguna ocasión y no chafaron la celebración.
Lo dicho, vacaciones y vida nueva.

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