Roto. Decepcionado. Impotente. Muerto. Cabreado. Dolorido. Jamacucado. Estos son algunos de los sentimientos que tenía tras haber cruzado la meta del I Maratón de Málaga en la mañana de ayer. Bueno, tras haber cruzado la meta y algunos kilómetros antes porque desde algo después de pasar por el punto de la media maratón (21,097 kilómetros) ya sabía que no iba a lograr mi meta de realizar los 42,195 kilómetros en menos de 3 horas y 30 minutos. Y así se confirmó al final cuando paré el crono en 3 horas 40 minutos y 45 segundos. ¡¡¡¡Fracaso total!!!
Me he tirado 17 semanas corriendo una barbaridad, habiendo recorrido más de 700 kilómetros, y gastado casi dos pares de zapatillas. He corrido lloviendo, bajo un sol de justicia, a las cinco y media de la madrugada, a las diez de la noche en invierno, me han dado cortes de digestión, me he caído... y todo ello no ha servido para nada.
¿Sabéis lo peor? Que el mal resultado obtenido no ha sido por mi culpa, quiero decir... que yo he hecho todo lo que estaba en mi mano, pero las malísimas condiciones en las que corrimos en Málaga han hecho que no sea yo el único que no consiguiera su objetivo, sino que no conozco a nadie que lo haya logrado. Un dato. El ganador de un maratón emplea habitualmente entre dos horas y cinco minutos, y dos horas y diez minutos. Más o menos. Pues bien, el ganador de esta carrera lo hizo en dos horas y 27 minutos. Pero es que el segundo clasificado hizo dos horas y 34 minutos. ¡¡Ahí es nada!!.
Tengo que reconocer que yo personalmente me encontraba físicamente mejor que en mi último maratón, el de Florencia, en el que tardé 3 horas y 33 minutos. De ahí que esperaba bajar de las 3h 30min en esta ocasión. Y así me lo han ido confirmando los diferentes tests que he realizado. Sin embargo he comprobado más que nunca que un maratón es imprevisible, todo puede ocurrir, y así ha sucedido ahora.
El caso es que la cosa empezó bien, y la organización nos colocó a todos muy bien en la salida, según los tiempos estimados de cada uno. Por ello la salida fue perfecta, a pesar de realizarse desde una pista de atletismo.
Pronto se truncó todo a causa de la lluvia. No calló demasiada, pero lo suficiente para mojarte los pies y afrontar más de 42 kilómetros con los zapatos más pesados de lo normal, y con los dedos sufriendo por los roces.
La media maratón la hice muy bien, por debajo incluso de mis tiempos previstos. Y eso que el cuerpo me pedía ir más rápido, algo que yo frenaba en previsión de que al final pudiera gastarse la gasolina, tal y como ocurrió finalmente.
A partir del kilómetro 22 las piernas empezaron a pesarme, y en el 25 se me bloquearon completamente. Yo intentaba avanzar, pero me resultaba imposible. La máquina no carburaba.
Si a eso le unimos unas avenidas larguísimas que se hacían eternas a través de unos feísimos polígonos industriales y un desangelado paseo marítimo sin prácticamente público alguno animando, que eso ayuda y de qué manera, junto con algunos falsos llanos que jodían de lo lindo, principalmente en la parte final de la carrera, obtenemos una condiciones negativas para el corredor.
También tuvimos una humedad altísima, junto con muchísimo calor, y eso que estamos en diciembre y llovía. Pues a pesar de eso tenía que echarme una botella de agua por la cabeza para refrescarme en cada punto de avituallamiento.
Lo dicho, fracaso total de carrera debido, creo sinceramente, a los condicionantes externos. Creo que nos ha pasado algo parecido a lo de la Armada Invencible.
Al acabar estaba fatal, e incluso llegué a pensar que esto no merecía la pena. Seguramente no lo merezca, pero ya busco otro maratón para desquitarme. No, si ya lo dice aquel viejo proverbio chino: Sarna con gusto no pica.
Ciudad Real (año 2003), San Sebastián (2008), Florencia (2009) y ahora Málaga. ¿Cuál será la siguiente? Creo que no tardaré en decíroslo.
Heartly regards de un corredor decepcionado pero también enrabietado.
1 comentario :
Quizás te convendría disfrutar más del camino y no dar tanta trascendencia a la meta.
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