lunes, 27 de diciembre de 2010

¡¡Qué frííííííío!!

¡Vaya tela el frío que hace estos días!. Menos mal que la luz sólo va a subir un 10% a partir del 1 de enero, y el gas sólo un 4%, que si no, no se qué íbamos a hacer para calentarnos.
El otro día, y a cuenta de las bajas temperaturas, me pasó una cosa increíble. Fue el día 24 a eso de las siete y media de la mañana. Como he hecho otras muchas veces, y eso que en esta ocasión no era tan temprano como habitualmente, fui a correr un ratito. Lo novedoso es que me fui con un gorro de lana para cubrirme las orejas, pues dos días antes también salí, pero sin gorro, y lo pasé bastante mal; incluso pensé en algún momento que las tenía congeladas y que se me caerían con sólo tocarlas... como en las películas.
Lo cierto que en esta ocasión el gorro cumplió perfectamente con la misión encomendada, y el rodaje salió bastante bien. En cualquier caso, noté que hacía bastante frío porque a pesar de que había corrido 12 kilómetros, y que iba con guantes, gorro, mallas largas, doble camiseta... no tenía ni pizca de calor.
Lo gracioso fue que cuando llegué a mi casa, pasadas las ocho y media de la mañana, un vecino, tras darme los buenos días, llamó la atención sobre algo extraño que tenía en el gorro. Rápidamente me miré en el espejo del ascensor y comprobé que tenía parte del gorro congelado, o mejor dicho, con hielo procedente -imagino- de la escarcha que cae al amanecer en las jornadas de bajas temperaturas.
¡Menos mal que me llevé el gorro, que si no, esta vez sí que me quedo sin orejas, y quizá sin algo más!
Para tener notario de lo ocurrido, aquí os dejo una foto que me hice nada más entrar en casa.
¡Vaya tela el fríííííííííííííííííííío que hace!

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