Alguna teoría asegura que el raciocinio es lo que diferencia a los hombres de los animales. Hay quien va más allá y señala como elemento diferenciador entre esas dos especies que unos -los hombres- no dudan en ayudar al débil, al diferente, al discapacitado... mientras que otros -los animales- no aplican más que la ley del más fuerte, es decir, los fuertes sobreviven mientras que los débiles mueren.
Hace un rato he sido testigo de un hecho que pone en duda el que los humanos actuemos como indican algunos bienpensados.
Eran las 21,20 horas aproximadamente. Yo estaba montado en un autobús urbano de la línea 19, detenido en la parada de la Plaza de la Constitución, y el conductor esperaba que llegara la hora para partir. En esta situación ha llegado una chica en silla de ruedas, ha pedido que le abrieran la puerta de atrás para poder subir... y así lo ha hecho el conductor. Pero al darse cuenta de que la chica iba en silla de ruedas, le ha indicado que ese autobús no tenía rampa para que ella pudiera subir. Amablemente le ha ofrecido dos posibilidades: "o te esperas a que llegue el próximo autobús, dentro de 20 minutos aproximadamente, que ese sí es nuevo y llevará rampa, o yo te echo una mano para que subas".
El conductor, comprensivo con la cliente pero también sabedor de que no podía hacer más de lo que estaba haciendo, le ha ofrecido incluso la posibilidad de poner una reclamación.
La chica ha optado por esperar al siguiente autobús, le ha dado las gracias al chófer, y ha optado por no reclamar nada.
¿De verdad que los humanos nos diferenciamos de los animales, entre otras cosas, en que ayudamos al débil?
No le deseo al dueño de los autobuses, o al político que consiente estas situaciones, o al técnico que no las soluciona, que tengan que verse en una situación idéntica a la de la chavala de la silla de ruedas.
Hace un rato he sido testigo de un hecho que pone en duda el que los humanos actuemos como indican algunos bienpensados.
Eran las 21,20 horas aproximadamente. Yo estaba montado en un autobús urbano de la línea 19, detenido en la parada de la Plaza de la Constitución, y el conductor esperaba que llegara la hora para partir. En esta situación ha llegado una chica en silla de ruedas, ha pedido que le abrieran la puerta de atrás para poder subir... y así lo ha hecho el conductor. Pero al darse cuenta de que la chica iba en silla de ruedas, le ha indicado que ese autobús no tenía rampa para que ella pudiera subir. Amablemente le ha ofrecido dos posibilidades: "o te esperas a que llegue el próximo autobús, dentro de 20 minutos aproximadamente, que ese sí es nuevo y llevará rampa, o yo te echo una mano para que subas".
El conductor, comprensivo con la cliente pero también sabedor de que no podía hacer más de lo que estaba haciendo, le ha ofrecido incluso la posibilidad de poner una reclamación.
La chica ha optado por esperar al siguiente autobús, le ha dado las gracias al chófer, y ha optado por no reclamar nada.
¿De verdad que los humanos nos diferenciamos de los animales, entre otras cosas, en que ayudamos al débil?
No le deseo al dueño de los autobuses, o al político que consiente estas situaciones, o al técnico que no las soluciona, que tengan que verse en una situación idéntica a la de la chavala de la silla de ruedas.
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