Hace un año me parecía algo imposible, y hoy ya es una realidad. Me refiero a la posibilidad que tienen los olivareros -que en esta provincia son muchos- de ir al campo de La Victoria cada domingo a pesar de tener que echar la peonada en los tajos.
Digo que hace un año porque fue hace un año aproximadamente -el 20 de enero de 2008- cuando me quejaba desde estas mismas páginas de no poder seguir a mi Real Jaén porque había comenzado la campaña de recolección de la aceituna. Si en el tajo estamos hasta las cuatro y media de la tarde, y el partido empieza a las cinco, resulta imposible llegar. Lo dije aquí, en algún que otro foro más, y directamente al presidente, Carlos Sánchez, y al vicepresidente, Peláez. El otro día insistí -para pesado, yo- en la figura de Peláez y casi le doy un beso en los morros cuando me confirma que el partido del Marbella sería a las seis de la tarde pensando precisamente en quienes están en la aceituna.
Dicho y hecho. El partido empezó a las seis de la tarde, y este que les habla estaba entrando por la puerta del estadio a la par que los jugadores saltaban al terreno de juego, con el himno sonando por megafonía, y el público en un ambiente excepcional.
El partido fue malo con gana -para los nuestros- en la primera parte; emocionantísimo en la segunda; y sobre todo una gozada para uno que, como yo, estaba allí casi de milagro.
Gracias a quien lo ha hecho posible, no sólo lo mío sino lo de muchos aficionados más porque, hablando con los vecinos de asiento, eran bastante los que alababan la iniciativa.
P.D. Escribo estas líneas, con cierta emoción, desde la España profunda. Mañana os lo aclaro.
Digo que hace un año porque fue hace un año aproximadamente -el 20 de enero de 2008- cuando me quejaba desde estas mismas páginas de no poder seguir a mi Real Jaén porque había comenzado la campaña de recolección de la aceituna. Si en el tajo estamos hasta las cuatro y media de la tarde, y el partido empieza a las cinco, resulta imposible llegar. Lo dije aquí, en algún que otro foro más, y directamente al presidente, Carlos Sánchez, y al vicepresidente, Peláez. El otro día insistí -para pesado, yo- en la figura de Peláez y casi le doy un beso en los morros cuando me confirma que el partido del Marbella sería a las seis de la tarde pensando precisamente en quienes están en la aceituna.
Dicho y hecho. El partido empezó a las seis de la tarde, y este que les habla estaba entrando por la puerta del estadio a la par que los jugadores saltaban al terreno de juego, con el himno sonando por megafonía, y el público en un ambiente excepcional.
El partido fue malo con gana -para los nuestros- en la primera parte; emocionantísimo en la segunda; y sobre todo una gozada para uno que, como yo, estaba allí casi de milagro.
Gracias a quien lo ha hecho posible, no sólo lo mío sino lo de muchos aficionados más porque, hablando con los vecinos de asiento, eran bastante los que alababan la iniciativa.
P.D. Escribo estas líneas, con cierta emoción, desde la España profunda. Mañana os lo aclaro.
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