Karim lleva tres años viniendo a la provincia de Jaén a coger aceituna. Recuerdo que su primera y única demanda fue: "50 euros". No le importaba que el trabajo fuera duro, o no; que tuviera que hacerlo de sol a sol, o no; que hubiera tiempos de descanso -ni siquiera para comer-, o no. Quería ganar en un día el dinero que en su Marruecos natal se consigue en nueve. Karim empezó a trabajar en una cuadrilla en las mismas condiciones dignas que el resto de temporeros.
Un día nos contó que fue a la tercera cuando consiguió quedarse en España. Las dos primeras lo intentó, como la gran mayoría, viajando en patera. Pero la Guardia Civil les detuvo, y fueron devueltos a su país. La última lo logró porque utilizó otro camino: un hermano, ya afincado en España, le hizo un contrato de trabajo y eso le permitió llegar y quedarse de manera legal.
Este verano tuve la ocasión de comprobar lo mucho que impone -y asusta- el mar, ya no sólo de día, sino navegando por la noche. Y eso que yo iba en un barco. Me imaginaba hacerlo en patera, casi a la deriva, y el tan sólo pensamiento me hacía temblar de miedo. ¿Qué impulsará a una persona a jugarse la vida de esa manera? Y, sin embargo, lo hacen sin pensarlo.
Siempre me ha hecho mucha gracia -por no decir otra cosa- la gestión que hacen las autoridades de la llegada masiva de inmigrantes a la provincia de Jaén para participar en la campaña de recolección de la aceituna. Seguramente el debate haya que situarlo en instancias superiores, pero mientras se fija ese marco lo cierto es que en Jaén se viven situaciones que deberían avergonzarnos a todos.
Este año parece que van a afrontar el asunto de otra manera. No van a esperar, para pensar, a que pase el verano, como hacen siempre. Esta misma se celebra una especie de congreso. Espero que sirva para algo.
Un día nos contó que fue a la tercera cuando consiguió quedarse en España. Las dos primeras lo intentó, como la gran mayoría, viajando en patera. Pero la Guardia Civil les detuvo, y fueron devueltos a su país. La última lo logró porque utilizó otro camino: un hermano, ya afincado en España, le hizo un contrato de trabajo y eso le permitió llegar y quedarse de manera legal.
Este verano tuve la ocasión de comprobar lo mucho que impone -y asusta- el mar, ya no sólo de día, sino navegando por la noche. Y eso que yo iba en un barco. Me imaginaba hacerlo en patera, casi a la deriva, y el tan sólo pensamiento me hacía temblar de miedo. ¿Qué impulsará a una persona a jugarse la vida de esa manera? Y, sin embargo, lo hacen sin pensarlo.
Siempre me ha hecho mucha gracia -por no decir otra cosa- la gestión que hacen las autoridades de la llegada masiva de inmigrantes a la provincia de Jaén para participar en la campaña de recolección de la aceituna. Seguramente el debate haya que situarlo en instancias superiores, pero mientras se fija ese marco lo cierto es que en Jaén se viven situaciones que deberían avergonzarnos a todos.
Este año parece que van a afrontar el asunto de otra manera. No van a esperar, para pensar, a que pase el verano, como hacen siempre. Esta misma se celebra una especie de congreso. Espero que sirva para algo.
1 comentario :
Los años nos hacen escépticos sobre la resolución de los problemas. Para abordar la inmigración no soy nada optimista respecto a las autoridades. Está bien que haya buenas intenciones, pero lo último que está sobre la mesa es la reforma de la Ley de Extranjería que prevé sancionar a quienes den cobijo a inmigrantes. Se castiga la solidaridad.
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