El otro día utilicé por primera vez el polémico Aparcamiento Avenida, y la verdad es que me parece, cuanto menos, un atrevimiento hablar de aparcamiento, a secas. Sería mucho más realista anunciar el parking como aparcamiento para motos, para bicicletas, para monopatines, para carritos de la compra o de bebés, o incluso para coches que no midan más de metro y medio de largo... pero usar de manera independiente el término aparcamiento puede llevar a confusión a los ciudadanos, y pensar (éstos) que allí se pueden estacionar coches normalitos.
No entiendo cómo en el siglo de mayor desarrollo mundial de las tecnologías se pueda diseñar y construir un parking donde es un milagro entrar y salir de él sin bollar el coche. De hecho, dan fé de este asunto el que las paredes de todas las entradas y salidas recogen las marcas de quienes se han dejado allí parte de su coche.
Una vez dentro hay casi que poner en marcha el gps para saber el circuito correcto a la hora de abordar la salida porque, como te descuides lo más mínimo, te queda en el lado contrario la maquinita para meter el ticket.
También me llamó la atención el hecho de que los pasillos son muy estrechos para un coche normal, o al menos así me lo parecieron a mí. Era por la noche, las plazas estaban todas casi vacías, y ello permitía pisarlas un poquito para circular; pero de haber estado llenas, y encontrarme algún vehículo en sentido contrario desplazándose dentro del parking, no sé qué hubiera pasado.
No sé si el causante de todo fue el dinero, es decir, el intento de sacar el mayor número posible de plazas en un terreno a priori insuficiente para hacer rentable una inversión como aquella; o que los cálculos salieron mal; o que estaba previsto acercarse más a los edificios colindantes, y finalmente no pudo ser;.... pero lo cierto es que el resultado es, hoy por hoy, una chapuza.
Con aparcamientos como éste y el del mercado de San Francisco no me extraña que se rían de todos nosotros, de los jienenses. Aunque lo peor de todo es que los timados en estas historias sigamos sin decir nada ante tanta barbaridad.
Al final, como decía el otro, tenemos lo que nos merecemos.
No entiendo cómo en el siglo de mayor desarrollo mundial de las tecnologías se pueda diseñar y construir un parking donde es un milagro entrar y salir de él sin bollar el coche. De hecho, dan fé de este asunto el que las paredes de todas las entradas y salidas recogen las marcas de quienes se han dejado allí parte de su coche.
Una vez dentro hay casi que poner en marcha el gps para saber el circuito correcto a la hora de abordar la salida porque, como te descuides lo más mínimo, te queda en el lado contrario la maquinita para meter el ticket.
También me llamó la atención el hecho de que los pasillos son muy estrechos para un coche normal, o al menos así me lo parecieron a mí. Era por la noche, las plazas estaban todas casi vacías, y ello permitía pisarlas un poquito para circular; pero de haber estado llenas, y encontrarme algún vehículo en sentido contrario desplazándose dentro del parking, no sé qué hubiera pasado.
No sé si el causante de todo fue el dinero, es decir, el intento de sacar el mayor número posible de plazas en un terreno a priori insuficiente para hacer rentable una inversión como aquella; o que los cálculos salieron mal; o que estaba previsto acercarse más a los edificios colindantes, y finalmente no pudo ser;.... pero lo cierto es que el resultado es, hoy por hoy, una chapuza.
Con aparcamientos como éste y el del mercado de San Francisco no me extraña que se rían de todos nosotros, de los jienenses. Aunque lo peor de todo es que los timados en estas historias sigamos sin decir nada ante tanta barbaridad.
Al final, como decía el otro, tenemos lo que nos merecemos.
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