Me resultó tremendamente interesante un tipo llamado Vicente Ferrer a quien entrevistaban hace tiempo en televisión. Lo conocí a él, a su trabajo, y a lo que significaba. Por eso no dudé en comprar su libro El encuentro con la realidad (Planeta. 2003) para hacer un regalo de Reyes.
Ahora, cuando Ferrer ha muerto, he pedido el libro a quien se lo regalé para hacer una aproximación a una persona que quizá sea lo más parecido que conocemos a un Santo. Sin embargo, el libro me ha decepcionado. Yo esperaba la narración de la vivencia personal de un gran tipo, y sin embargo me he encontrado con una especie de tratado filosófico donde creo que el autor se pierde demasiado (mucho) hablando de lo humano y de lo divino. 294 páginas mal aprovechadas porque hay mucha paja y poco grano; contrastan momentos de gran lucidez con interminables discursos filosóficos que no llevan a ninguna parte. No obstante, el grano que he encontrado es de una grandísima calidad. Y esa calidad es la que ha hecho que la decepción no sea total.
De entre las ideas que más me han llamado la atención destaca aquella de que todo el mundo tiene un objetivo en esta vida, y para alcanzarlo es llevado por una fuerza interna que lo llama a seguir haciendo camino sin descansar. Teoría casi idéntica a la que nos propone Paulo Coelho en El Alquimista, uno de los libros que más me han impactado de cuantos he leído.
Me parece, sin embargo, presuntuoso que se considere al Hombre como lo más importante del Universo. A mi entender, no pasa de ser una especie más, la más importante en estos momentos, sin lugar a dudas, pero quizá al Universo le hubiera ido mejor sin ella.
Otro mensaje interesante de Ferrer es que entiende que el hombre tiene el deber de hacer más humano lo que ha encontrado en este mundo. Esto no significa que todos debamos ser misioneros; la humanidad se puede cultivar en las misiones, por supuesto, pero también en los ámbitos más cercanos y próximos: familia, trabajo, barrio, ciudad...
Quizá de lo más impactante que encontramos en El encuentro con la realidad sea la fórmula que utiliza el autor para demostrar que Dios existe. Lo hace huyendo de todo lo que ha ido haciendo -y aún hará- durante el libro, es decir, deja de lado la filosofía (incluso la religión) para pasar a utilizar la razón, la lógica. Ciertamente interesantes las operaciones matemáticas con las que Vicente Ferrer concluye que Dios sí existe.
En última instancia, yo me quedo con una idea. Hay que dejarse de tanto intercambio de ideas, de tanta filosofía, de tanto discurso político para pasar decidida y definitivamente a la acción. De hecho, y así lo ejemplifica Ferrer, cuando un grupo de desconocidos emprende una tarea común, los lazos de unión que se crean son tremendos hasta alcanzar la meta. Pero tras el trabajo, con todos satisfechos, una vez que comienzan los debates, los análisis... no importa el qué, lo cierto es que el enfrentamiento y la división están asegurados. Hay que hacer más, y hablar menos. Hasta William Shakespeare, en frase recogida en este libro para la ocasión, decía Be great in act, as you were great in thought (Sé grande en la acción, como ante lo fuiste en el pensamiento).
Y concluyo con unas palabras del propio Vicente Ferrer: Este es el milenio de la acción. Hay multitud de causas por las que luchar, y hay que tomar alguna como propia. Todos tenemos que contribuir con nuestro esfuerzo a transformar esta sociedad en una verdadera Humanidad. ¡ACCIÓN! ¡TODOS, AHORA, MANOS A LA OBRA!.
De entre las ideas que más me han llamado la atención destaca aquella de que todo el mundo tiene un objetivo en esta vida, y para alcanzarlo es llevado por una fuerza interna que lo llama a seguir haciendo camino sin descansar. Teoría casi idéntica a la que nos propone Paulo Coelho en El Alquimista, uno de los libros que más me han impactado de cuantos he leído.
Me parece, sin embargo, presuntuoso que se considere al Hombre como lo más importante del Universo. A mi entender, no pasa de ser una especie más, la más importante en estos momentos, sin lugar a dudas, pero quizá al Universo le hubiera ido mejor sin ella.
Otro mensaje interesante de Ferrer es que entiende que el hombre tiene el deber de hacer más humano lo que ha encontrado en este mundo. Esto no significa que todos debamos ser misioneros; la humanidad se puede cultivar en las misiones, por supuesto, pero también en los ámbitos más cercanos y próximos: familia, trabajo, barrio, ciudad...
Quizá de lo más impactante que encontramos en El encuentro con la realidad sea la fórmula que utiliza el autor para demostrar que Dios existe. Lo hace huyendo de todo lo que ha ido haciendo -y aún hará- durante el libro, es decir, deja de lado la filosofía (incluso la religión) para pasar a utilizar la razón, la lógica. Ciertamente interesantes las operaciones matemáticas con las que Vicente Ferrer concluye que Dios sí existe.
En última instancia, yo me quedo con una idea. Hay que dejarse de tanto intercambio de ideas, de tanta filosofía, de tanto discurso político para pasar decidida y definitivamente a la acción. De hecho, y así lo ejemplifica Ferrer, cuando un grupo de desconocidos emprende una tarea común, los lazos de unión que se crean son tremendos hasta alcanzar la meta. Pero tras el trabajo, con todos satisfechos, una vez que comienzan los debates, los análisis... no importa el qué, lo cierto es que el enfrentamiento y la división están asegurados. Hay que hacer más, y hablar menos. Hasta William Shakespeare, en frase recogida en este libro para la ocasión, decía Be great in act, as you were great in thought (Sé grande en la acción, como ante lo fuiste en el pensamiento).
Y concluyo con unas palabras del propio Vicente Ferrer: Este es el milenio de la acción. Hay multitud de causas por las que luchar, y hay que tomar alguna como propia. Todos tenemos que contribuir con nuestro esfuerzo a transformar esta sociedad en una verdadera Humanidad. ¡ACCIÓN! ¡TODOS, AHORA, MANOS A LA OBRA!.
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